Elecciones en EEUU

Abrazo demócrata a Kamala Harris tras la renuncia de Biden

A ritmo de vértigo en un momento extraordinario e incierto, la vicepresidenta avanza hacia la nominación demócrata para medirse a Trump

El riesgo de caos persiste pero renace con energía una campaña que agonizaba mientras la del republicano va a toda máquina

Joe Biden y Kamala Harris

Joe Biden y Kamala Harris

Idoya Noain

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En el momento extraordinario, turbulento, caótico e incierto que vive la política de Estados Unidos todo está sucediendo a ritmo de vértigo. Inmediatamente tras la renuncia este domingo del presidente Joe Biden a seguir siendo el candidato demócrata en las elecciones de noviembre, y con el mandatario señalando su apoyo y respaldo a Kamala Harris para librar el trascendental duelo con Donald Trump, la propia vicepresidenta ha pisado el acelerador para tratar de consolidar la nominación. Y se han apresurado a arroparle buena parte del partido y de los donantes, grandes y pequeños.

Harris y su equipo han tomado oficial y formalmente las riendas de la campaña, ya titulada “Harris para presidenta”. Ya tiene acceso a la organización y los fondos de los que dispone un ticket donde iba de número 2 (96 millones de dólares a finales de junio). Y cuenta también con el personal que trabajaba para Biden en esa operación política.

Trabajo inmediato

La propia Harris ha estado toda la jornada trabajando los teléfonos, hablando con líderes del Congreso y en los estados, buscando sellar los apoyos. Numerosas de las delegaciones de estados que ganó Biden en primarias han aprobado traspasar sus votos a la vicepresidenta cuando llegue la hora de la confirmación. Antes de la retirada de Biden, estaba previsto que esos delegados votaran en una reunión virtual antes de la convención en Chicago entre el 19 y el 22 de agosto. El comité de reglas del cónclave ha organizado una reunión para este miércoles.

Varias figuras fundamentales del partido como Barack Obama, Nancy Pelosi y los líderes en el Congreso Chuck Schumer y Hakeem Jeffries no han dado públicamente su respaldo a Harris, una decisión que en parte busca evitar que se infiera que el proceso no está siendo democrático sino decidido por las élites, que podría permitr a Harris ponerse a prueba y demostrar las fortalezas de su candidatura y que, a la vez, crea un espacio para exponer sus debilidades y para que surjan retos que podrían hacer que en los próximos días se complique el camino.

No obstante, este domingo, y hasta la hora de escribir estas líneas, ninguno de los grandes nombres que podría hacer descarrilar la nominación de Harris se había postulado para la carrera. Y, de hecho, la mayoría expresaba su apoyo a la vicepresidenta en esta nueva aventura que le pone a la puertas de la historia, incluyendo los gobernadores Gavin Newsom y Josh Shapiro, el senador Mark Kelly y el secretario de Transporte, Pete Buttitieg.

Energía tras la agonía

La carrera se adentra en terreno inexplorado. Persisten nubes que amenazan con una tormenta de más caos en el lado demócrata. El tiempo para prepararlo todo es poco para los parámetros de las carreras electorales estadounidenses.

Las sacudidas de las últimas horas, en cualquier caso, hacen renacer e inyectan energía y entusiasmo a una campaña que había entrado en crisis y parálisis desde que la desastrosa actuación de Biden en el debate del 27 de junio con Trump generalizó el pánico sobre su estado y sus capacidades a los 81 años. Y no se puede ocultar una sensación generalizada de alivio después de que el mandatario acabara cediendo a semanas de una intensa campaña de presión para abandonar (realizada por los mismos que este domingo se deshacían en elogios hacia él) pero, también, a la realidad de una candidatura que era ya inviable. No solo planteaba dudas a muchos votantes, políticos y donantes sino que amenazaba con hacerles perder la Casa Blanca y también ponía al alcance de los republicanos el control total del Congreso.

La agonía que rodeaba a la resistencia de Biden era especialmente negativa para los demócratas en contraste con lo que sucede en el lado opuesto. Trump ha culminado su conquista total del Partido Republicano y, como se demostró en la convención en Milwaukee, tiene a toda la formación unida sin espacio para las fisuras.

El expresidente se ha rodeado además de un aura de héroe tras sobrevivir el 13 de julio a un intento de asesinato, un atentado que ha elevado entre los suyos su imagen de elegido de Dios y que le ha permitido incluir en sus discursos llamadas a la unidad nacional.(aunque él mismo las ahoga con su incendiaria retórica). El sábado mismo decía que tomó “una bala por la democracia” en el mismo mitin en el que volvía a insistir en su bulo de un fraude electoral en 2020, aquella “gran mentira” que ya latió tras el asalto al Capitolio y que hoy sigue manteniendo. Y aunque de momento ha sido ya condenado por delitos (en el caso de Stormy Daniels), la mayoría de sus más graves problemas penales se han disipado gracias a fallos favorables del Tribunal Supremo, especialmente el referido a la inmunidad.