Opinión | Reflexión

Juan José Millás

¡Nos persiguen!

Freud decía que los delirios paranoicos de persecución constituían tentativas de reconstruir un mundo reducido al caos absoluto

Desmontando ‘conspiraciones’: el SARS-CoV-2 no es un arma y no se escapó de un laboratorio

Desmontando ‘conspiraciones’: el SARS-CoV-2 no es un arma y no se escapó de un laboratorio

Tengo un amigo que lo primero que hace nada más levantarse de la cama es buscar un motivo para empezar el día cabreado. Y no para hasta que lo encuentra. Entonces se queda tranquilo. Bueno, la verdad es que lo de “que se queda tranquilo” es un decir, pero bueno, sí, en cierto modo se calma porque el malestar proporciona sentido a la jornada. El motivo del enfado puede ser de carácter doméstico o político, da igual, el caso que satisfaga sus necesidades de sentirse hostigado, porque todo lo malo que le ocurre tiene su origen en un complot urdido para perjudicar sus intereses, sean estos cuáles sean, pues cambian de dirección como una veleta sometida a vientos cruzados.

Luego rumia durante un rato la ofensa que le han hecho sus hijos, o su mujer o el gobierno de la nación, y cuando su caldera anímica se encuentra a punto de estallar, coge el teléfono y me llama.

-¿Qué tal? -pregunto cruzando los dedos.

-Pues mal. ¿Has escuchado las noticias?

Aquí es donde no sé si decirle que sí o que no. Normalmente prefiero decirle que no para evitar, de entrada, una complicidad indeseable. Entonces él me da la mala noticia y la analiza con una minuciosidad digna de mejor causa subiendo el tono de su voz al ritmo del análisis. Significa que me habla a gritos para que me haga cargo de la gravedad de la historia.

En otro tiempo, yo solía decirle que no se hiciera mala sangre, que no era bueno comenzar la jornada envenenado por esto, por lo otro o por lo de más allá. Pero entonces me tachaba de insensible y su cabreo subía de intensidad hasta que uno de los dos mandaba al otro a la mierda. Ahora no, ahora le doy la razón porque he aceptado que hay gente así, gente que necesita relacionarse con el mundo en términos de malestar. Normalmente, son personalidades que ven conspiraciones por doquier. Freud decía que los delirios paranoicos de persecución constituían tentativas de reconstruir un mundo reducido al caos absoluto. Y es verdad: la idea de que nos persiguen, y de que lo hacen de manera organizada, resulta muy liberadora porque lo explica todo y da sentido a la existencia. Quizá mi amigo, en el fondo, sea un listo.