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Salvador Martí Puig

Salvador Martí Puig

Catedrático de Ciencia Política de la Universitat de Girona

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México: tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos, y de Rusia

La influencia rusa en suelo mexicano no solo se ciñe a las relaciones entre ambos gobiernos, si no que se extiende a los medios de comunicación y el turismo

Archivo - Bandera de México.

Archivo - Bandera de México. / Europa Press/Contacto/Rick Cruz - Archivo

Históricamente, México ha sido muy celoso respecto de sus opciones geoestratégicas. Desde los años treinta del siglo pasado hasta la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá en 1994 (de la mano de Carlos Salinas de Gortari) las posiciones de su gobierno destacaron por su autonomía en política internacional. Esto cambió, sin embargo, desde 1994 hasta la llegada de Andrés López Obrador (AMLO) en 2018, en que el Palacio de Chapultepec se alineó de forma incondicional a los dictados de los Estados Unidos.

Pero en el último sexenio, y previsiblemente en el nuevo que se inicia con Claudia Sheinbaum, México ha vuelto a trazar una política diferenciada de la de Washington. En este sentido, si bien el país condenó la invasión de Ucrania, se negó a secundar las sanciones a Rusia y propuso un comité de diálogo compuesto por el primer ministro de la India, Narenda Modi, el Papa y el secretario general de la ONU António Guterres, para buscar una salida negociada al conflicto. En la misma línea, tampoco gustó a los Estados Unidos ni a la Unión Europea que la Cámara de Diputados mexicana inaugurara en marzo de 2022 el Grupo de Amistad México-Rusia, destinado a buscar una solución dialogada y diplomática a la invasión de Ucrania; y que un mes más tarde México se abstuviera en la votación celebrada en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en que se expulsó a Rusia. 

Otro tema de fricción con Washington ha sido el incremento de agentes del gobierno ruso en México. En particular, de una delegación diplomática rusa de unos 90 miembros, con el mayor un número de agregados militares de toda la región. Sobre ello, el general Glen D. VanHerck, responsable del Comando Norte hasta hace unas semanas, se mostró preocupado sobre dicha presencia, señalando que México se había convertido en el país del mundo donde la agencia de inteligencia del Kremlin tenía más agentes operativos.  

Pero la influencia rusa en suelo mexicano no solo se ciñe a las relaciones entre ambos gobiernos, si no que se extiende a otros ámbitos, como son el de los medios de comunicación y el del turismo. Sobre el primero, destaca la intensa presencia del canal ruso de televisión RT, que opera en las líneas de trasporte público de Ciudad de México (en el Metrobus ) y de la agencia de noticias rusa Sputnik. En cuanto al turismo, es preciso tener en cuenta que mientras la Unión Europea penaliza con sanciones al turista ruso (y al residente instalado en la costa mediterránea), las autoridades del caribe mexicano han empezado a colaborar con Cuba, atendiendo a las políticas de visado de la isla, que son más accesibles para los ciudadanos rusos. Estas iniciativas han empezado a dar fruto con la oferta de vuelos directos entre Cancún, México y La Habana, esta última ampliamente conectada con Moscú.

De lo expuesto cabe preguntarse si la nueva posición del gobierno mexicano respecto a Rusia es solo un botón de muestra de una nueva política internacional que hace valer su autonomía estratégica y que pretende liderar una amplia alianza Sur-Sur; o si se trata de una calculada operación de política exterior en la que México quiere demostrar a Washington que vuelve a sus esencias republicanas. 

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