Reflexión
Carles Francino

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Periodista

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Vivitos y coleando

La vida da hostias tan fuertes que solo con la mezcla mágica de amor y humor podemos aspirar a levantarnos

Dani Rovira, Susana Abaitua y Elena Irureta en 'El bus de la vida'.

Dani Rovira, Susana Abaitua y Elena Irureta en 'El bus de la vida'. / EPC

Nacemos solos y morimos solos. Según Orson Welles, también vivimos solos; y únicamente a través del amor podemos crear la ilusión momentánea de que no es así. No seré yo quien le ponga pegas al amor, pero le añadiría otra palabra muy parecida: humor. Porque la vida da hostias tan fuertes que solo con la mezcla mágica de ambas podemos aspirar a levantarnos. Lo demuestra David Seijas, sumiller de éxito durante la aventura irrepetible de El Bulli, en un libro donde narra su descenso a los infiernos del alcoholismo. Lo confirma Pere Aznar en su programa '400', con asuntos tan poco risibles como la esclerosis, el parkinson o la soledad no deseada; pero es que resulta que '400' es el número de músculos que se activan en plena carcajada. Así que la cosa está clara. Y lo remata 'El bus de la vida', la nueva película de Dani Rovira, donde este cómico -cada día mejor actor- casi hace de sí mismo, sufriendo los dolores, las náuseas y, sobre todo, los miedos que acompañan a los enfermos de cáncer.

El libro de David, subtitulado 'Cuando la pasión se convierte en tu peor enemigo', propone combatir el calvario de las adicciones con un chorro de amor y amistad; tributo a familia y amigos como asideros en el naufragio. Pero también con escenas cómicas, como cuando se equivocó de mesa y dejó a Vázquez Montalbán sin champán... porque no sabía quién era. El programa de Pere en À Punt es un monumento al espíritu de lo que es –o debería ser-televisión pública; el otro día consiguió que una madre contara el chiste preferido de su hijo... muerto a los ocho años. Pere sale de los programas “hecho una mierda”, llora casi tanto como ríe, pero asegura que es lo más hermoso que ha hecho. Y Dani es víctima -en la ficción- de la broma que le gastan sus compañeros de enfermedad, cuando les para un ertzaina y se dispone a sancionarle porque apesta a marihuana. Su discurso lacrimógeno al falso policía -que acaba descojonándose- para librarse de la multa es antológico. Conclusión: la vida es un combate de verbos. Morir parte con ventaja. Pero querer y reír son opciones para plantarle cara.

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