Elecciones europeas
Jorge Dezcallar

Jorge Dezcallar

Embajador de España.

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Europa se puede gripar

Los resultados de las elecciones son una mala noticia para los que estamos convencidos de que una Europa fuerte es la única manera que tenemos de defender nuestros valores y nuestro envidiable nivel de vida

El PPE vence en la Eurocámara y los partidos europeístas resisten el auge de la ultraderecha

Los grupos de centro del Parlamento Europeo, obligados a buscar nuevas alianzas para consolidar su mayoría

Archivo - Sede del Parlamento Europeo, en Estrasburgo

Archivo - Sede del Parlamento Europeo, en Estrasburgo / FRED MARVAUX/EP/DPA - Archivo

Nadie ha dicho que no tuviéramos problemas pero las recientes elecciones europeas han aumentado la incertidumbre sobre nuestro futuro inmediato. Con una población declinante, pues hemos pasado de ser el 25% de la humanidad en 1900 a hoy tan solo el 6%, Europa se las ingenia para tener el 20% del PIB mundial y un asombroso 50% del gasto social, mientras estamos constreñidos por precios de energía más bajos en EEUU y Oriente Medio y por una mano de obra más barata en Asía o África al tiempo que, con bastante ingenuidad, habíamos puesto nuestra seguridad en manos de EEUU, nuestra energía en las de Rusia y nuestro comercio en las de China, cuando resulta que ninguno de los tres es fiable. Pero tenemos unos valores y unos principios que, tras estas elecciones, se ven seriamente comprometidos. 

En estas elecciones, un 51% de los europeos con derecho a voto lo depositaron mayoritariamente en clave nacional, algo particularmente evidente en España, ignorando de paso -porque hay mucha ignorancia- lo mucho que nos afecta cuanto acontece y se legisla en Bruselas. Y el resultado global ha sido malo, aunque se intente disfrazarlo, porque ha debilitado el eje franco-alemán, corazón de la UE, y la ultraderecha ha salido reforzada, ya que ocupará el 24% de los escaños del Parlamento Europeo (PE) y en adelante habrá que contar con ella, aunque esté dividida. Un primer ejemplo nos lo ha dado Meloni, con sus objeciones al reparto de puestos en la UE. 

La ultraderecha ya forma o sostiene gobiernos en Suecia, Finlandia, Croacia, Hungría, Eslovaquia, República Checa, Italia y Países Bajos y puede acabar gobernando en Francia, que tendrá que elegir entre ella y el Frente Popular. Veremos cómo maneja Europa la situación a partir de ahora, cuando todavía estamos reponiéndonos del Brexit, de la pandemia, Rusia ha invadido Ucrania e Israel machaca Gaza, se complica la relación con una China que no juega limpio en el comercio internacional (acabamos de imponer aranceles del 36% a sus vehículos eléctricos), y se cierne sobre el mundo la incógnita de las elecciones norteamericanas de noviembre y la aterradora perspectiva de que gane un Trump errático y vengativo, que podría retirarnos la sombrilla de la protección nuclear frente a una Rusia nacionalista y expansiva. 

La irrupción de la extrema derecha en el Parlamento Europeo pone de relieve la insatisfacción existente sobre todo por parte de los jóvenes, que son quiénes más la han votado, con el funcionamiento de nuestra democracia y la incapacidad para solucionar sus problemas de empleo o de vivienda, y eso debe hacernos reflexionar muy seriamente. Es cierto que la derecha moderada, y en menor medida socialistas y liberales mantienen 400 de los 720 escaños y eso da cierta tranquilidad, pero a partir de ahora no podrán desoír los planteamientos de la extrema derecha en contra de una mayor integración europea, que a mi juicio es esencial para mantener nuestro nivel de vida y nuestra influencia en el mundo, y en defensa de una Europa de patrias nacionales que ignora el sabio comentario de Enrico Letta, cuando decía que Europa se compone de “países pequeños y otros que aún no saben que lo son”. 

Con el eje franco-alemán gripado por el aplastante triunfo en Francia del Frente Nacional y la sorprendente decisión de Macron de convocar elecciones apenas veinte días más tarde (con una campaña tan corta, los franceses se ahorran tener que escuchar muchas estupideces), y el triunfo como segunda fuerza de Alternativa por Alemania, que propugna un referéndum a la inglesa para salir de la UE y que es tan radical que la propia Le Pen no la quiere en su grupo parlamentario del PE, se abren grandes incógnitas sobre el futuro de la UE, aunque no sea descabellado prever una línea mucho más dura contra la inmigración, la oposición a la Europa Verde y a las políticas medioambientales, el rechazo a la ampliación y a la perspectiva de un mercado de capitales, mientras se adoptan políticas nacionalistas de vía estrecha, se rechaza dar mayores competencias a Bruselas y se escatimarán fondos para la defensa o para apoyar a Ucrania. 

Por eso creo que las elecciones son una mala noticia para los que estamos convencidos de que una Europa fuerte es la única manera que tenemos de defender nuestros valores y nuestro envidiable nivel de vida. Y es que los ultras y los nacionalistas son muy miopes. 

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