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Móviles
Agnès Marquès

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Periodista

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No seas burra

El teléfono “salva” los ratos muertos y roba momentos con uno mismo y, por supuesto, con la familia. Sin el móvil, al cabo de unos días, los chicos descubren nuevas cosas por hacer o recuperan tareas y juegos que habían quedado abandonados 

Los seis adolescentes que han participado en el reto de estar sin móvil una semana.

Los seis adolescentes que han participado en el reto de estar sin móvil una semana. / JORDI OTIX

Me lo decía a mí de pequeña y ahora se lo dice a mi hija cada vez que arrastra un “me aburro”. No seas burra. Creo que a él, a mi padre, también se lo decían cuando era pequeño. Es efectivo porque después del “no seas burra” como que no hay nada que añadir. Es más, te queda un desconcierto: ¿qué acaba de pasar? porque normalmente después del lacónico me aburro uno, como buen hijo o hija, tiene previsto un extenso listado de peticiones que ya sabes que es una especie de carta a los reyes el año que te has portado fatal. El no seas burra te descoloca y desactiva.

Quizá uno de los problemas más grandes de los jóvenes de hoy, permitidme generalizar, es que no saben aburrirse. Lo hemos visto en el reto excepcional de quitar el móvil a un grupo de chicos y chicas durante una semana. El teléfono “salva” los ratos muertos y roba momentos con uno mismo y, por supuesto, con la familia. Sin el móvil, al cabo de unos días, los chicos descubren nuevas cosas por hacer o recuperan tareas y juegos que habían quedado abandonados por el inmenso atractivo de las pantallas.

Hemos avanzado mucho en poco tiempo, aunque el camino que queda es todavía más largo. En un año hemos convertido la exposición de los jóvenes al móvil en un tema de salud pública, de todos, y eso nos ha metido a los adultos en el foco, porque hemos sido los adultos los que hemos dado el teléfono o no hemos controlado el uso que nuestros hijos hacían de él.

No estaría nada mal que los adultos nos sometiéramos también al reto de estar una semana sin móvil. Quizá nos costaría más incluso porque lo utilizamos para cosas presuntamente “útiles” como pagar, escuchar la radio, leer el periódico… pero todo eso se puede hacer como lo hacíamos hace cuatro dás. Es tan “cómodo” que se nos ha vuelto imprescindible. Seguramente los adultos tendríamos más recursos porque en nuestra infancia el TikTok era nuestra imaginación. 

Saber aburrirse es un arte para el que uno solo se instruye en la infancia. Después, o sabes aburrirte o aparecen los problemas. Breve pero eterna lección de vida. Si te aburres, no seas burra, mira a tu alrededor y vive.

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