Limón & vinagre
Matías Vallés

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Periodista

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Alvise Pérez, que siga la fiesta

Para entenderlo, basta con echar una ojeada a los partidos a quienes ha derrotado proporcionalmente, empezando por las listas de Teresa Ribera y Dolors Montserrat

Luis ‘Alvise’ Pérez

Luis ‘Alvise’ Pérez / EFE

Alvise Pérez, analista como en Benito Mussolini, periodista, o en Pablo Iglesias, linotipista, obtuvo 800.763 votos en las europeas del pasado domingo. Dejando de lado los 763 sufragios irrefutables, en España no hay ochocientos mil neofranquistas, cabría discutir si se alcanzó esta cifra de fieles con el Generalitísimo de cuerpo presente. Por tanto, Franco no basta para explicar los tres eurodiputados obtenidos por un señor con un megáfono, frente a los millones derrochados por otros partidos para llegar a la misma meta.

En España ni siquiera había el domingo ochocientas mil personas que conocieran a Alvise, y una parte considerable de sus conocidos consumían drogas políticas de menor graduación. Es decir, por mucho que se hable del fundador y único protagonista de Se Acabó la Fiesta, no se alcanzará a atrapar su triunfo electoral. Tampoco en Italia había cinco millones de mussolinianos, hasta que Mussolini les descubrió que lo eran. Y desde luego que Podemos no sumaba al sur de los Pirineos un millón y medio de votos en 2014. Hasta que los cosechó.

Para entender a Alvise, basta con echar una ojeada a los partidos a quienes ha derrotado proporcionalmente, empezando por las listas de Teresa Ribera y Dolors Montserrat. Con este simple truco, el aterrizaje del intruso parece inevitable. Dicho de otra forma, suerte que no abundan los disidentes intrépidos dispuestos a imitar a Se Acabó la Fiesta. Tampoco el eslogan es definitivo para el éxito, serviría igualmente Písame que Llevo Chanclas.

No se debe bromear con un enemigo de la democracia. Ese título se otorga curiosamente al discurso paranoicocrítico de Alvise, pero no a políticos socialistas que predican el coche eléctrico y subvencionan el coche de gasolina. Aunque pueda parecer evidente, los ochocientos mil votantes de la ultraderecha para estómagos fuertes ya estaban residenciados en España antes del pasado domingo. Y votaban, disciplinadamente. A otros partidos, que algo tendrán que ver en el corrimiento espectral y masivo hacia el alvisismo.

Si Vox es la ultraderecha moderada y Giorgia Meloni la Mussolini Melodramaticoni, habrá que convenir en que Alvise se sale de escala, la ultraderecha inmoderada. Con un matiz relevante, pone más nerviosos a sus compañeros y vecinos de ideología que a sus teóricos adversarios. Valga por todas la entrevista que Feijóo le realizó a Federico Jiménez Losantos el pasado viernes, porque hablaba mucho más el periodista que el político. En el tramo final, el entrevistado carga contra Alvise por un presunto crimen de antivacunas y Eduardo Inda remata a puerta que el ganador de tres eurodiputados es una creación del PSOE, igual que el virus de la covid salió del laboratorio de Wuhan. El espectáculo siempre ha preocupado más que los datos a los protagonistas de este párrafo, pero sorprendían la animosidad, la animadversión, la animalización.

En este manual de alvisismo para quienes nunca han escuchado a Alvise ni tienen la menor intención de hacerlo pese a lo cual tendrán que padecerlo, figuran conclusiones elementales a las que podrían llegar hasta los políticos izquierdistas, en cuanto dejen de entretenerse perdiendo elecciones. Por ejemplo, de no mediar los engorrosos Vox y Alvise, el llamado Alberto Núñez Feijóo sería presidente del Gobierno.

Esta contradicción explica el énfasis de Feijóo en señalar con su índice acusatorio a Begoña Gómez. Sin embargo, la deficiente imitación del presidente del PP dispersa su voto natural hacia la ultraderecha embozada de Vox o desbocada de Alvise, otra prueba de su escaso crédito como provocador. La batuta mayoritaria del PP no sofoca los extremismos, sino que alienta su reproducción. Sin 'copyright', porque Francia también tiene su Alvise integrista. Se llama Éric Zemmour, pero escribe libros como buen francés.

Una década después del estallido de la supernova de Podemos, el dúo Iglesias/Montero está reducido hoy a la altura testimonial de Alvise. El emergente repudiado por los suyos sufrirá las iras destinadas a los espontáneos que se entrometen en política sin medir las consecuencias, igual que le sucedió a Ruiz Mateos. La audiencia impaciente, y resabiada porque ya ha cometido adulterio electoral en otras ocasiones, se apercibe con rapidez de que los involucionistas son tan poco fiables como los revolucionarios.

Las elecciones europeas vuelven a demostrar que en España solo quedan dos supervivientes, los Sánchez. De ahí que Alvise concentre sus esfuerzos ultrademocráticos en encerrar al presidente del Gobierno. «Escóndete en el maletero porque te vamos a meter en prisión». Que Siga la Fiesta.

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