Beto Pérez, inventor de zumba: "La que mejor lo baila es Shakira"

Advertencia: lo correcto es decir "el inventor de zumba", no de "la zumba". Dicho queda a los 15 millones de incondicionales de 185 países –incluidas la reina Letizia, Rihanna o Jennifer Lopez– que practican la fórmula de 'fitness' ideada por este bailarín de Cali. Alberto (Beto) Pérez pudo haberse enrolado en el narcotráfico, pero acabó en coreógrafo de Shakira y, más tarde, en millonario. (Esta semana ha venido a Barcelona a dar una master class para 500 miembros de la alta sociedad).

Pensar que todo fue un accidente.

Así es. A los 16 años yo daba clases de aerobic en Cali a señoras muy ricas. Un día se me olvidó llevar la música y saqué un casete que había grabado de la radio: 'El Meneíto', Locomía, la 'Macarena', merengue, algo de salsa. Aunque improvisé durante una hora, se me hizo corto y vi una sonrisa en la cara de las alumnas. ¡Quería hacer eso el resto de mi vida!

¿Nadie había mezclado antes música latina y 'fitness'?

No así. Había clases muy técnicas, en las que se contaba "un, dos, tres, cuatro, cinco, seis". Cuando estaba en la academia de danza, detestaba el conteo. ¡Quería escuchar la música! Me dije: "Voy a romper las reglas". Empezó a venir más y más gente, y me volví popular. En Bogotá se repitió el fenómeno y Shakira me pidió que fuera su coreógrafo.

Shakira nada menos.

Luego me llamó para hacer el montaje del cierre del Mundial de Brasil. Me lo pidió un jueves y la clausura era el domingo. "¿Estás loca?", le dije. Me consiguió un vuelo y un apartamento, trabajamos y armamos el montaje. Cuando vivía en Barcelona, también vine varias veces a darle clases.

No es la única celebridad, ¿eh?

He hecho campañas con Jennifer Lopez, Carlos Vives, Daddy Yankee, Don Omar... Zumba se convirtió en una plataforma gigante para la música sin quererlo. Los artistas saben que si elegimos una canción, se oye en 185 países. A veces nos dan la prioridad de la canción antes de que suene en todo el mundo.

"Al príncipe de Abu Dabi le fascinó mi historia y me llevó para que diera una clase a su gente"

¿Algún miembro de la realeza le pide clases particulares?

Al príncipe de Abu Dabi le fascinó mi historia y me llevó para que enseñara a su gente.

Pues vayamos a su historia, si le parece.

Soy hijo de madre soltera y pobre. Como trabajaba duro todo el día, me crie con los niños del vecindario. Aunque verla tan disciplinada, jamás triste, siempre positiva, sentó las bases de quien soy ahora.

"Hacía castillos con los fajos de billetes y circuitos para los cochecitos entre las bolsas de cocaína"

Todo se torció con la llegada de un padrastro.

Fue en 1976, cuando ya circulaba un polvo blanco que nadie sabía qué era. Mi padrastro trabajaba en la zona franca del puerto y pasaba la droga. Yo hacía castillos con los fajos de billetes y circuitos para los cochecitos entre las bolsas de cocaína.

¿Su madre lo sabía?

No. Y cuando el negocio no iba bien, le pegaba y me castigaba a mí con el cable de la plancha. Empecé a tener miedo, me volví introvertido y abandoné la pasión por el baile, que nació cuando a los 6 años vi en el cine 'Grease'. Mi mamá cogió fuerzas, llamó a la policía y le puso una demanda.

Podía haber caído usted en el narcotráfico, también.

Cuando tenía 15 años el cartel de Cali era dueño de la mitad de los taxis, de las farmacias… Todo estaba infectado por el narco. Muchos amigos de colegio entraron en ese mundo por el dinero fácil, los coches y las mujeres lindas. Pero a mí me iba muy bien con las mujeres por el simple hecho de bailar. Y cuando mi mamá se fue a EEUU –no la volví a ver hasta los 25–, le prometí que no la defraudaría.

"Los del cartel me decían: 'Si te metes en esto, te pego un tiro. Sigue bailando, hermano'

Se relacionaba con gente muy violenta.

Había un lado humano en ellos. Yo daba clases a sus novias y esposas, y ellos me decían: "Si te metes en esto, te pego un tiro. Sigue bailando, hermano". Me veían puro.

Menos mal.

Uno de los capos me esperó fuera de la academia, con sus guardaespaldas. Bajó los cristales tintados y me dijo: "Beto, eres pobre, no eres guapo y andas con las mujeres más ricas de Cali. A mí solo me buscan por el dinero. Quiero que me des clases de baile". Fui a su mansión y a la sexta clase me lo llevé en taxi fuera de la ciudad y lo pasamos buenísimo. Años después leí que estaba entre rejas.

El petardazo lo pegó en Miami.

Dormí en un parque, ¿eh? Pero salió una oportunidad en una academia, llamé a mi clase 'rumbacise' y se llenó. Un hombre de 65 años ponía sobre la mesa un millón de dólares para registrar mi estilo, pero conocí a un chico, Alberto Perlman, que no tenía nada, y preferí asociarme con él. Cuando fuimos a registrar el nombre, aquel señor ya lo había hecho. Así que lo patentamos como 'zumba'.

¿Por qué 'zumba'?

Nos pusimos a darle vueltas en un café: "Tinga, tongo, tango, congo, bongo, tunga, sumba". Y yo dije: "¡'Zumba', con z!", porque de niño me gustaba 'El Zorro'. Sacamos deuvedés por televisión, como los de batuka, y nos llovieron cartas preguntando cómo ser instructor. El negocio era hacer un convenio con los instructores, no con los gimnasios. Lo que no había previsto era cambiar vidas.

"Somos una especie de psicólogos, pero desde el lado físico"

¿En qué sentido?

A la macroformación para instructores que organizo en Orlando se presentó una chica que me dijo que había estado a punto de suicidarse. "Conocí el programa y usted me salvó la vida". Este tipo de historias son muy frecuentes.

¿Qué es lo adictivo de su invento?

Toca sentimientos. Activa las endorfinas. Y cuando estás eufórica, te pones bonita, tienes un brillo especial. Somos una especie de psicólogos, pero desde el lado físico. 

¿Quién baila mejor zumba en el mundo?

La mejor es Shakira. Es excelente.

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