Opinión |
La hoguera
Juan Soto Ivars

Juan Soto Ivars

Escritor y periodista

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Una izquierda quijotesca

Siempre he pensado que a España le hubiera ido mejor con una izquierda jacobina y racional, con un proyecto desacomplejado que no bailase el agua a los nacionalismos periféricos y que no cayera tampoco en el nacionalismo mitológico español

Miembros de la candidatura a las elecciones europeas por Izquierda Española, en Valladolid.

Miembros de la candidatura a las elecciones europeas por Izquierda Española, en Valladolid. / Nacho Gallego

A las Europeas se presenta una macedonia de partidos inenarrable. Es donde van los Alvises, los puigdemoníacos desterrados y los Ruiz Mateos vestidos de Supermán en busca de inmunidad. Son unas elecciones curiosas: los partidos grandes juegan en la misma baraja de papeletas que las siglas más locas y desconocidas. Pero cuidado: de esta catapulta salió volando Podemos con sus siete eurodiputados hasta estrellarse unos años más tarde contra la pared de la realidad, y ahí pretende ganarse la supervivencia y el salario su última mohicana, Irene Montero. 

En términos eurovisivos, las Europeas vendrían a ser como un Benidorm Fest donde los candidatos esperan dar la campanada para que en su país los reconozcan por la calle. Lo hacen con el método sorpresa del paracaidismo y la mayor parte de ellos descubren que no llevaban puesta la mochila. Sin embargo, motivos tienen para intentarlo, puesto que uno o dos escaños cotizan mucho más baratos en Bruselas que con la ley D’Hont en suelo español. Yo en estas elecciones no me suelo tomar el voto muy en serio. Rara vez me lo planteo como una cosa trascendente, aunque conozco la importancia de mandar representantes al órgano que marca el destino de Europa. Me da un poco igual, la verdad. Cada votante hace poco daño y yo me doy el gusto de probar cosas nuevas, como quien fuma por primera vez un canuto.

Este domingo voy a votar a un partido ontológicamente triste, Izquierda Española, al que preveo un fracaso porque no los he visto aparecer en casi ningún medio. No he leído su programa, pero me basta la intención: después de la amnistía del PSOE y los pactos con Bildu para la ley de memoria democrática, veo ese partidito como un orfanato simbólico para votantes huérfanos. Siempre he pensado que a España le hubiera ido mejor con una izquierda jacobina y racional, con un proyecto desacomplejado que no bailase el agua a los nacionalismos periféricos y que no cayera tampoco en el nacionalismo mitológico español. Lo poco que he oído decir a Guillermo del Valle durante esta campaña me hace pensar que ha colocado su partidito directamente ahí.

La vieja idea de una izquierda racional y jacobina en España cabe hoy por hoy en muy pocas cabezas. Ni siquiera yo estoy convencido al 100% de que sea viable, y la triste historia del país se ha encargado de desacreditar cualquier intento quijotesco de inventarla. Sin embargo, ¿qué mal puede hacer un voto?

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