Opinión
Olga Ruiz

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Periodista

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La diversidad como postureo

El futuro académico y por ende vital de los jóvenes migrantes dependerá de la capacidad de la administración para que la integración sea plena y efectiva

Informe PISA: Educació culpa de la debacle a la "sobrerrepresentación" del alumnado inmigrante en el examen

Un grupo de adolescentes durante una salida escolar en Barcelona

Un grupo de adolescentes durante una salida escolar en Barcelona / Ajuntament de Barcelona

Necesitamos sabernos semejantes a otros, personas coincidentes que nos hacen sentir parte de un todo. El ser humano rehúye, por naturaleza, de la soledad impuesta.

Este sentimiento de pertenencia se multiplica hasta el infinito en la edad adolescente, en la que los y las jóvenes hallan su supervivencia emocional precisamente en esa comunión con su tribu social.

Los jóvenes migrantes se encuentran a esa edad arrastrando años de esfuerzos, insistencia y frustración por no conseguir formar parte de un microcosmos social que les reafirme en lo que realmente son: adolescentes de Catalunya, cuyas raíces también luchan por preservar. Si en la diversidad está la riqueza, ellos y ellas la tienen toda.

El problema es que, a esas edades, no basta con que lo quieran y crean ellos.

El futuro académico y por ende vital de estos jóvenes dependerá de la capacidad de la administración para que la integración sea plena y efectiva.

Empoderar, acompañar y detectar las potencialidades de los y las estudiantes es la salvación de un sistema educativo que debe dar un paso más.

Hasta aquí los objetivos idílicos, estamos aún en otro estadio. Solo hace falta recordar cómo la administración catalana establecía una relación directa entre el alto porcentaje de alumnado inmigrante y los malos resultados del último informe Pisa.

La radiografía era tan maniquea como condescendiente: pobres, es que son inmigrantes, no les podemos pedir más.

El trasfondo denota un desconocimiento preocupante de la multi-identidad catalana contemporánea. Nuestros jóvenes son de Reus y de Macao, de Hospitalet y de Quito, de Tremp y de Marrakech. Mezclan idiomas, ropa, músicas y costumbres. Y esa realidad es la que luego debemos trasladar a las aulas no solo en forma de porcentaje. Transformemos la máxima de que un 24% del alumnado catalán es inmigrante de primera o segunda generación cambiando el acento: un 24% del alumnado inmigrante es también catalán. Merecen un sistema educativo que les ofrezca las mismas garantías y oportunidades. Que les haga sentir parte y no les aparte.

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