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Zapatero
Rosa Paz

Rosa Paz

Periodista. Comité editorial de EL PERIÓDICO

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14M, cuando Bambi mutó en ZP

Zapatero dejó una herencia positiva, aunque con claroscuros. En su haber están el fin de ETA, el matrimonio gay, las leyes de igualdad y contra la violencia de género y la de dependencia. La pésima gestión de la crisis económica y el fallido intento de resolver el conflicto catalán, en su debe.

Zapatero en 'Lo de Évole'

Zapatero en 'Lo de Évole' / Atresmedia

Se podría decir que uno de los efectos colaterales del 11M fue el triunfo electoral del PSOE y el desembarco en Moncloa de José Luis Rodríguez Zapatero, un líder, que cuando llegó a la secretaría general del partido, no hacía ni cuatro años, aparentaba ser políticamente ingenuo e inmaduro. Su sonrisa perpetua y la escasa relevancia política que había tenido hasta entonces, llevó al siempre mordaz Alfonso Guerra a apodarle rápidamente como 'Bambi'. Los hechos demostraron después que no era tan inocente ni tan tierno, aunque su talante personal, que llegó a convertirse en lema electoral, le hiciera parecer muy diferente de sus antecesores, el propio exvicepresidente del Gobierno, entre ellos. ¿Tierno?, ¿ingenuo?, el caso es que el 14 de marzo, 72 horas después de los atentados, le sacó 4,7 puntos al PP. Zapatero es, de hecho, el único político que hasta el momento ha llegado a la Moncloa al primer intento.

Seguramente fue la mentira del Gobierno del PP, y en particular del presidente, José María Aznar, sobre la autoría de los atentados de Atocha, que atribuyeron a ETA cuando sabían que eran obra del terrorismo yihadista, lo que acabó de hundir a los populares, muy tocados por la oposición ciudadana a la guerra de Irak. Aquella falsedad derrumbó al PP e impulsó a los socialistas con la fuerza de propulsión de un cohete. No obstante, los últimos sondeos que se habían realizado antes del 11M ya apuntaban a un posible empate técnico, aunque muchos demoscópicos desconfiaron de sus propios datos. El Instituto Noxa, empresa de dos exdirectores socialistas del CIS, Julián Santamaría y Rosa Conde, se atrevió a afirmarlo: el PSOE estaba a dos puntos del PP y subiendo. Era arriesgado apostar a un triunfo socialista, porque el socialismo pasaba por una severa travesía del desierto, que ya duraba dos legislaturas, después de haber gobernado catorce años y haber acabado entre acusaciones de corrupción y de terrorismo de Estado.

Era improbable, pero ocurrió. El PSOE ganó y Bambi, mutado a todos los efectos en ZP, se convirtió, para sorpresa de muchos, en una de las figuras clave de la historia democrática española. El autor de aquel acrónimo fue el publicista catalán Juan Campmany. Él mismo narra en su libro 'El efecto ZP' como en la primavera de 2001 le fue a ver el entonces secretario de organización del partido, José Blanco, para encargarle la operación de imagen. “Queremos ganar”, le dijo Blanco a Campmany, a lo que este replicó: “Nosotros hacemos anuncios, no milagros”. Zapatero, sin embargo, siempre creyó que lo conseguiría.

Su herencia política, con claroscuros, fue muy positiva, y eso que sufrió en su primera legislatura una fiera oposición, de la que destaca, por injuriosa y atroz, la campaña de la derecha político-mediática que acusó falsamente a los socialistas de conspirar con los terroristas para volar los trenes en Atocha y así desalojar al PP del Gobierno. Pero Zapatero no se dejó influir y empezó inaugurando su mandato con una decisión valiente, una promesa electoral, que se ejecutó de inmediato: la retirada de las tropas españolas de Irak. Un hecho que marcó el rumbo que seguiría su Ejecutivo y que fue el inicio de un importante legado, con hitos tan relevantes como el fin de ETA y avances en derechos civiles y sociales, gracias a las leyes del matrimonio gay, la de igualdad, la de plazos para el aborto, la de la violencia de género o la de la dependencia. Progresos que contaron siempre con la oposición del PP —entonces aún no existía Vox— y de los obispos, que no dudaron en encabezar manifestaciones callejeras contra el Gobierno.

Acabar con ETA después de cuatro décadas de terror, es, sin duda, el logro más importante de su Ejecutivo. No solo es que el anuncio del cese de la violencia etarra se produjera durante su mandato, es que ese desenlace fue posible porque la negociación emprendida por el Gobierno con la organización terrorista desarmó los argumentos de los violentos y el atentado de la T4 en Barajas, que rompió las conversaciones, enfrentó a la dirección etarra con Batasuna, partidaria ya de acabar con los asesinatos y las extorsiones. Hundida por la acción policial y judicial, ETA perdió además el apoyo social y se vio forzada a desaparecer. Este es un éxito del Gobierno de Zapatero que la derecha se resiste todavía a reconocer. 

Hubo también cosas que le salieron muy mal. Intentó, sin éxito, resolver el conflicto catalán y después de “cepillar” el Estatut en el Congreso, de la mano de Guerra, el Tribunal Constitucional se lo cargó al echar abajo parte de su articulado. De aquellos polvos, estos lodos. Y falló estrepitosamente en la gestión de la crisis económica de 2008. De hecho, dejó Moncloa con el prestigio bajo mínimos por la errónea manera de afrontar aquella depresión financiera e inmobiliaria, que Zapatero no supo o no quiso ver y que supuso la pérdida de cuatro millones de puestos de trabajo, el empobrecimiento del país y la ruina de cientos de miles de familias. No está claro que de haberla apreciado la hubiera podido parar o hubiera podido aminorar sus consecuencias, pero su ceguera lo condenó y eclipsó sus éxitos.

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