La prisión de la belleza

Maura Gancitano: "A las mujeres nos educan para mirarnos en el espejo y vernos como trozos que están bien o no"

La autora italiana analiza en el ensayo 'Espejito, espejito. La tiranía de la belleza' los peligros del culto a la belleza, convertido actualmente en una obsesión, una enfermedad y un mito inalcanzable

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La autora italiana Maura Gancitano

La autora italiana Maura Gancitano / MARZIA BRUGNOLI

Alba Giraldo

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La autora italiana Maura Gancitano vivió en primera persona lo que era estar sometida a la prisión de la belleza. Cuando era una adolescente, la escritora empezó a mirarse al espejo de manera diferente, fijándose en todas las partes de su cuerpo e influida por los cánones de belleza que la sociedad dictaba. Con el paso de los años, la filósofa ha visto que la situación no mejora: los estímulos cada vez son más grandes con las redes sociales y los estándares están cada vez más encorsetados. Gancitano ahora analiza en el libro 'Espejito, espejito. La tiranía de la belleza' los peligros a los que se enfrentan las personas que convierten ese culto a la belleza en una obsesión y un mito inalcanzable.

En su libro habla de que los constructos sociales de la belleza pueden representar una prisión para las mujeres. ¿Qué impacto tiene la belleza sobre la sociedad?

Tiene un efecto sobre cómo nos percibimos nosotros mismos. La sociedad objetiviza, sobre todo, el cuerpo femenino. Ver el cuerpo como un objeto que no es bello puede llevar a una mujer a no salir, no hacer un viaje, no estudiar una carrera o no trabajar. Estas ideas de belleza se entremezclan con nuestra vida, el miedo que nos generan estas imágenes y el hecho de ser objeto de análisis, y nos hacen verter un autojuicio sobre nosotros. Eso tiene un efecto sobre las relaciones afectivas y sexuales, pero también sobre el trabajo.

¿De qué manera?

Cuando estamos en una entrevista, la persona que hace la selección también juzga según el aspecto físico. Esto hace mucho más difícil a las personas con un cuerpo no normativo encontrar trabajo porque se las relaciona con ciertos estereotipos. La cuestión es: ¿por qué la belleza se ve como un valor moral?

¿De qué manera afecta todo esto a las personas con cuerpos no normativos en su día a día?

Si tenemos un cuerpo gordo, no somos de fiar y somos vagos. Si somos demasiado bellas, somos frívolas y no tenemos otras competencias. La belleza parece que sea fruto de un esfuerzo y un mérito más que de fortuna u otras causas. Por lo tanto, el discurso de la belleza te pide como persona que actúes constantemente. Siempre tienes que ser activo y tener el control sobre tu propio cuerpo. Esto está causando una gran ansiedad a la hora de hacer cualquier cosa, por lo que buscamos soluciones rápidas a través de dietas o fármacos.

¿Qué peligro tienen estas dietas?

Los consejos sobre dietas están bien, pero estarían mejor si nuestro estilo de vida fuera completamente diferente de lo que es en realidad. Hay mucha gente que no puede tener un estilo de vida sano y comer bien si durante el día tiene que hacer muchas cosas y no tiene tiempo para cocinar o hacer actividad física. El mundo nos dice que si queremos, podemos, que si no hacemos algo es porque no nos hemos esforzado suficiente y nos sentimos culpables, pero esto no es así. Querer cambiar el cuerpo no es necesariamente una cosa negativa, puede ser una necesidad legítima de una persona, pero la cuestión es: ¿por qué hacemos esto? ¿Por mejorar nuestro bienestar o para demostrar al resto que tenemos el control de nuestra vida?

¿En qué momento empieza a formarse la prisión de la belleza?

Con la llegada de la fotografía, las revistas, la publicidad y la televisión nacen ciertos estereotipos, la idea de que el cuerpo femenino es solo uno y representa un estándar que no muestra toda la variedad de cuerpos. Esto hace que las mujeres sientan que, si no consiguen alcanzar ese estándar, al menos pueden comprar productos para adelgazar o someterse a dietas. Se crea un gran mercado. Hoy también recibimos una gran cantidad de estímulos a través de internet y por eso hay cierta dificultad de vivir con el propio cuerpo.

¿De qué manera afecta internet y las redes sociales?

Hoy una adolescente tiene muchos instrumentos para interpretar la realidad, pero esto no quiere decir que mejore su relación con su cuerpo. Esta es la gran paradoja. Saber cómo se seleccionan las imágenes que se publican y cómo se modifican con Photoshop es una condición necesaria, pero no suficiente, para tener una buena relación con el propio cuerpo. Vivimos una época en la que no se han visto nunca tantos cuerpos y caras; en diez minutos en Tiktok ves una cantidad increíble de personas que antes no veías. Todos estos estímulos crean además un gran caos porque puedes ver un vídeo positivo de que todos los cuerpos son válidos, pero luego haces ‘scroll’ y aparece una chica con el cuerpo perfecto.

En su libro habla de que esta prisión ahora también está empezando a afectar a los hombres. ¿En qué momento han entrado en la ecuación?

Con el auge de las redes sociales, cada vez más hombres recurren a la cirugía estética, algo que a nivel social muestra un cambio respecto a la situación previa. Cuando las mujeres nos miramos en el espejo, nos educan para vernos como trozos o partes que están bien o no. Estos trozos cada vez son más pequeños y hay más cosas sobre las que mirarse. Es difícil vernos como una persona entera, por lo que es muy fácil obsesionarse con una de esas partes en concreto. Para los hombres hasta ahora no era así, se veían como algo completo, no tenían esta obsesión. Lo que ha pasado en los últimos años es que han comenzado también a fragmentar su imagen.

¿Cómo se puede escapar de esta prisión de la belleza?

Hay varios caminos. A nivel personal, hay que desarrollar una imagen corporal positiva de uno mismo a través del deporte y la psicoterapia. Lo más importante es no considerarse solo un cuerpo que tiene que ser bello, sino una persona que tiene un cuerpo que puede hacer algo y tiene intereses. También hay dos aspectos públicos. Uno es el debate público, hablar de esto para ayudar a entender. El otro, el más importante, es el poder de la representación. Las revistas, la televisión y la publicidad tienen un gran poder y tienen que ser conscientes de ello. Los dibujos animados que ven los niños transmiten estereotipos y el niño gordo es el malo normalmente. Un menor que ve esto lo asimila, quien dibuja tiene una gran responsabilidad.

¿Las personas que cumplen todos esos estereotipos y estándares de belleza están libres de la prisión?

Cuando empecé a escribir el libro pensé que este discurso no vale para las modelos, pero lo cierto es que sí. Sabemos que los trastornos de la conducta alimentaria y los problemas de salud mental afectan mucho a las modelos y las actrices. Por ejemplo, Emily Ratajkowski habla en sus memorias de su complicada relación con su cuerpo.

En el libro también habla de Andie McDowell, que decidió dejar de teñirse el cabello y apareció en la alfombra roja de Cannes con el pelo blanco. ¿Los personajes públicos deberían hacer algo más al respecto?

Esa imagen suscitó muchos comentarios negativos que decían que se estaba descuidando. Sin embargo, ella es una persona que se encuentra en ese 2% de la sociedad con características físicas que la consideran por encima de lo estándar. Si ella hace un discurso de la aceptación de su cuerpo, puede ser útil, pero no cambia del todo la percepción que la sociedad tiene sobre el otro 98% de las personas. Ella sigue siendo una excepción. Los mensajes que mandan las celebridades tienen que ver más bien con sus vivencias y sirven para crear empatía con ellas, no tanto para cambiar la forma en la que las personas se perciben. Si somos muy comprensivos con Andie McDowell, pero no cambiamos la forma en la que miramos a una persona en el supermercado y continuamos juzgando al resto de mujeres, no estamos haciendo nada.

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