Montserrat milenaria (3)

Montserrat y los nazis: Himmler, en busca del Santo Grial y cara a cara con la Moreneta

El Reichsführer nazi y jefe de las SS protagonizó una tensa, incómoda e histórica visita al monasterio en octubre de 1940

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Himmler, con el padre Andreu Ripol a su derecha, saludando a otros monjes en la visita a Montserrat, en 1940.

Himmler, con el padre Andreu Ripol a su derecha, saludando a otros monjes en la visita a Montserrat, en 1940. / Pérez de Rozas / AFB

Anna Abella

Anna Abella

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El 23 de octubre de 1940, una semana después del fusilamiento del president de la Generalitat Lluís Companys en el castillo de Montjüic y el mismo día en que Franco se entrevistaba en Hendaya con Hitler, uno de los lugartenientes del líder nazi, el Reichsführer Heinrich Himmler, llegaba a Barcelona procedente de Madrid y realizaba una histórica visita al monasterio de Montserrat. ¿Fue el Santo Grial lo que llevó al temido jefe de las SS, uno de los arquitectos de los campos de exterminio, a pisar la montaña sagrada y a observar con una inquietante mirada a la Moreneta, la virgen negra, a un palmo de su cara y erguida en su altar por encima de él?  

De ese impagable instante da fe una fotografía del archivo Pérez de Rozas que los historiadores Mireia Capdevila y Francesc Vilanova rescataban en el libro ‘Nazis a Barcelona’ (L’Avenç 2017). Mucho se ha escrito de la inusitada y tensa visita, carente de contenido político, del dirigente nazi a la abadía benedictina en un momento de estrechas relaciones entre los dos regímenes fascistas y en una España de la primera posguerra con un franquismo al que aún le interesaba ser germanófilo. Sin duda, el motivo más ‘goloso’ sobre el que se ha especulado tiene al Santo Grial como protagonista. 

Himmler mira la Moreneta, durante su visita al monasterio de Montserrat, en 1940.

Pérez de Rozas / AFP

Al cáliz que Jesús utilizó en la última cena y que luego se utilizó, según las Escrituras, para recoger su sangre una vez crucificado, la leyenda le atribuye poderes sobrehumanos que tienen que ver con la vida eterna, cualidades que podían garantizar a Hitler ganar la guerra. Himmler, amante del ocultismo, seguía su pista y daba por bueno que Montserrat podía ser Montsalvat, la montaña donde se ocultaba el sagrado cáliz, según el poema del siglo XIII de Wolfram von Eschenbach, que inspiró a Wagner su famosa ópera ‘Parsifal’. Además, un verso del ‘Virolai’, el canto en honor a la Moreneta compuesto en 1880, asocia la montaña a "la mística fuente del agua de la vida". 

El padre Ripol siempre recordaría Himmler como "arrogante, antipático, altivo, incómodo en el trato y despectivo"

El líder nazi fue recibido en el monasterio por el padre Andreu Ripol, que hablaba alemán y a quien el entonces abad, Antoni Maria Marcet, y el prior Aureli Maria Escarré encargaron a su pesar que ejerciera de anfitrión evitando así un encuentro incómodo. Ripol siempre recordaría lo "arrogante, antipático, altivo, incómodo en el trato y despectivo" que se mostró Himmler, explicaba a este diario Capdevila.  

"Al ministro no le interesa el monasterio, solo quiere ver la naturaleza sublime de la montaña", le espetaron en seguida desde el nutrido séquito nazi a Ripol, quien por ello hizo caso omiso y guió a la comitiva por el museo, la basílica y la biblioteca. Fue allí donde Himmler exigió que le mostrara los archivos sobre el Santo Grial, pero, según relataba en 2007 el historiador y religioso de Montserrat Hilari Raguer citando a Ripol, este negó la existencia de ningún documento alegando que fueron destruidos en las guerras napoleónicas y les dijo que lo del Grial escondido en Montserrat se lo habían inventado los alemanes. Se refería a los románticos del XIX, como Wilhelm von Humboldt que quedó tan impresionado y maravillado tras visitar Montserrat en 1800 que lo explicó por carta a Goethe: "Es un lugar mágico, de reencuentro con uno mismo". Aquello le inspiraría la famosa frase "El hombre no encuentra la felicidad y la paz más que en su propio Montserrat".

Himmler, con juventudes fascistas en Martorell, de camino a Montserrat, durante la visita que el líder nazi hizo a Catalunya en octubre de 1940.

Himmler, con juventudes fascistas en Martorell, de camino a Montserrat, durante la visita que el líder nazi hizo a Catalunya en octubre de 1940. / Archivo Pérez de Rozas

"Cristo era ario, no judío"

La visita se mantuvo tensa al llegar en el mueo, ante los restos de un esqueleto ibérico de gran tamaño. "¿Ve? Es un nórdico, como nosotros", soltó Himmler, que hizo caso omiso de la corrección de Ripol y zanjó que "los ibéricos descendían de los nórdicos". Abonó el enfado y la estupefacción del religioso, que se mordió la lengua, que el líder de las SS asegurara que Cristo era ario y no judío. La tensión culminó en el teleférico que les subía a lo alto del pico de Sant Jeroni, al desatarse una discusión entre el nazi y el monje cuando el primero presumió de perseguir a la Iglesia católica en Alemania. "Veo que no nos pondremos de acuerdo. Cuando llegue a Alemania le enviaré un ‘Mein Kampf’ para que lo lea y luego hablaremos", concluyó Himmler. "Nunca llegó", constataba Capdevila. 

Detalles que cuadran con la misión para la que Himmler había creado la Ahnenerbe, un instituto de investigaciones arqueológicas, antropológicas, médicas, filológicas... que reunía a aventureros y místicos pero también a respetados profesores en expediciones financiadas por el Tercer Reich al Tíbet, Irak, Finlandia… Buscaban reliquias y pruebas que ayudaran a reescribir la historia de la humanidad dando predominio a los arios sobre otros pueblos para justificar el exterminio del resto de razas. De hecho, antes de viajar a Barcelona, Himmler visitó en Madrid el Museo Arqueológico Nacional, donde se interesó por las salas visigóticas y las de vestigios ibéricos.

Menú de gala con langostinos

Tras llegar a la capital catalana, el Reichsführer visitó la checa de la calle de Vallmajor, conservada por el franquismo como ejemplo del lugar donde los ‘rojos’ torturaban a los detenidos, y el Poble Espanyol. Se instaló en el Hotel Ritz, donde salió al balcón de sus habitaciones y saludó a la multitud congregada en la calle. Se le agasajó con una cena de gala con autoridades militares y un menú que incluía hojaldres al parmesán, langostinos de Sant Carles de la Ràpita, arroz a la criolla, timbal de legumbres, supremas de ave toledana y champiñones frescos. 

14.367 pesetas en 1940

Para el Ayuntamiento de Barcelona, el coste económico de la visita, detallaban Capdevila y Vilanova, fue notable para la época, en plena primera posguerra: 14.367 pesetas: lo más caro (13.275 ptas.), la factura del Ritz. Fue allí donde desapareció un maletín negro que Himmler llevaba consigo. 

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