Montserrat milenaria (2)

Montserrat: la ambigüedad política de un mito del catalanismo

El santuario ha jugado un papel en todos los grandes momentos históricos de las últimas décadas: desde su acercamiento inicial al régimen de Franco hasta, muchos años después, en 1974, acoger una reunión clandestina en la que se fundaría Convergència

Montserrat milenaria (1) | Montserrat y el Barça: una Moreneta junto al túnel de vestuarios

El dictador Francisco Franco y el abad de Montserrat Aureli Maria Escarré

El dictador Francisco Franco y el abad de Montserrat Aureli Maria Escarré / ARCHIVO

Daniel G. Sastre

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Montserrat es un mito religioso y cultural, pero sobre todo a partir del siglo XX también ha tenido un papel principal en la política catalana. La montaña ha tenido un papel en todos los grandes momentos históricos de los últimos decenios: la recuperación de la autoestima nacional, la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial, el franquismo y la oposición al franquismo, el catalanismo democrático. Y también, más recientemente, en la polémica por los abusos sexuales a menores vinculados a la Iglesia católica.

Quizás donde mejor puede apreciarse la naturaleza ambigua de la relación entre Montserrat y la política es en su papel durante la Guerra Civil. Una exposición en la Biblioteca de Catalunya revivía hace tres años cómo la Generalitat expulsó a los monjes nada más iniciarse el conflicto, y cómo el monasterio se convirtió sucesivamente en imprenta y en hospital militar de la República. Los Mossos que se ocuparon del desalojo subrayaron la tristeza con la que los monjes habían encajado el fracaso inicial del golpe fascista en Catalunya, y también que se hallaron multitud de armas en las inmediaciones del monasterio.

Durante la guerra fueron asesinados 23 frailes, lo cual debe tenerse en cuenta para valorar la cercanía que Montserrat y el régimen de Franco tuvieron en los primeros años de dictadura. "Paco y Carmen son muy católicos", resaltaba sobre el dictador y su mujer, Carmen Polo, el abad Aureli Maria Escarré pocos años después del fin del conflicto armado, según recoge el periodista Andreu Farràs. Eran los tiempos, en que Franco, que propició la vuelta de los monjes a Montserrat, entraba allí bajo palio y usó el monasterio como inspiración para la construcción del Valle de los Caídos. Al principio de esa década de los 40, Montserrat había recibido incluso la visita del jerarca nazi Heinrich Himmler, que buscó allí el Santo Grial.

El mismo Escarré, que fue abad de Montserrat entre 1946 y 1966, es protagonista del punto de inflexión en el posterior alejamiento entre la comunidad benedictina y el franquismo. Si el dictador le había concedido en 1945 la Gran Cruz de la orden civil de Alfonso X el Sabio, Escarré tuvo que exiliarse casi 20 años después por unas declaraciones a 'Le Monde' muy críticas con Franco. "El régimen español se dice cristiano, pero no obedece a los principios de base del cristianismo", era el titular de aquella entrevista, en la que Escarré también afirmaba, contra la propaganda del momento, que en España no había habido hasta entonces 25 años de paz, sino "25 años de victoria", o que "allí donde no hay libertad auténtica, no hay justicia, y es lo que pasa en España".

Banderas en la cripta

Pese a que desde entonces el monasterio se convirtió en símbolo primero de una cierta contestación a Franco y después del catalanismo político, la ambigüedad de su relación con la dictadura perdura hasta nuestros días. Hace menos de dos años se retiró, por iniciativa mayoritaria del Parlament, la estatua del requeté que conmemoraba las gestas del tercio de Montserrat para el Ejército nacional durante la guerra. Y en una cripta del monasterio aún se guardan banderas y otros materiales militares de los catalanes que lucharon para la victoria de Franco.

El funeral de Escarré, que se celebró en el monasterio en 1968, ya fue escenario de incidentes con la policía, por las proclamas nacionalistas que se lanzaron. Esa agitación catalanista y antifranquista sería la tónica a partir de entonces: el monasterio acogió por ejemplo el encierro de intelectuales de 1970, en protesta por el proceso de Burgos. Y Convergència Democràtica de Catalunya, el partido que vertebró el nuevo nacionalismo catalán en el último cuarto del siglo XX, se fundó en una reunión clandestina en Montserrat en noviembre de 1974.

En cambio, la relación entre Montserrat y Josep Tarradellas siempre fue turbulenta. El presidente de la Generalitat en el exilio veía en el monasterio, y sobre todo en la revista Serra d'Or que editaba, "una especie de gobierno en la sombra, como una brújula orientadora de la opinión catalanista, y eso le parecía peligroso para su propia posición", según citaba el historiador Joan B. Culla. "Soy católico, pero no benedictino", decía para marcar distancias con Montserrat el propio Tarradellas, cuyo valioso archivo personal acabó en el monasterio de Poblet.

Durante el 'procés', Montserrat estuvo en el punto de mira de los sectores más ultramontanos de la Iglesia española, que achacaban al monasterio una cercanía al independentismo. Aunque siempre rechazó la polémica, el abad hasta 2021, Josep Maria Soler, visitó en varias ocasiones en las cárceles a los dirigentes soberanistas presos por el 1-O.

Soler es también protagonista del último gran revuelo que ha afectado al monasterio. En un vídeo grabado en 2015, que no trascendió hasta 2019, el abad admitió que conocía los abusos a menores de otro miembro de la comunidad, el fraile Andreu Soler, desde los años 70. Pese a estas décadas de encubrimientos, y pese a las quejas de las víctimas, el Parlament propuso el mes pasado entregar a Montserrat la Medalla de Oro por su milenario.

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