La muestra musical de la Costa Brava

Suzanne Vega y Toquinho, sugerentes trovadores sin fronteras en Porta Ferrada

La neoyorkina y el paulista mostraron sus artes contrastadas, en sintonía con el rock o la bossa nova, pero apuntalados ambos en la voz y la guitarra, en el festival de Sant Feliu de Guíxols  

Suzanne Vega durante su actuación en el Festival de la Porta Ferrada // Ferran Sendra

Suzanne Vega durante su actuación en el Festival de la Porta Ferrada // Ferran Sendra

Jordi Bianciotto

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Cantautores, trovadores o ‘singer-songwriters’. Hablamos de cancionistas que cuentan sus historias sin necesidad imperiosa de grandes efectivos de instrumentistas. Tanto Suzanne Vega como Toquinho se valieron, sobre todo, de sus voces y sus guitarras, cada uno desde su tradición, este domingo, para meternos en su mundo de tonadas y poesía en sendos conciertos en el Festival de la Porta Ferrada.

El teatro Narcís Masferrer fue la sede del recital de Suzanne Vega (a quien no vemos defendiendo sus canciones en Barcelona desde hace 16 años), muy bien acompañada de Gerry Leonard, guitarrista con el que lleva media vida tocando, y al que David Bowie echó el ojo (para su póstumo ‘Reality tour’) después de que ella lo promocionara en su ‘Songs of red and grey’ (2001). También Rufus Wainwright ha contado con él, y Manolo García (a quien se vio en la platea). Músico-orquesta, sus armonías y texturas pasadas por la pedalera dieron relieves a un repertorio en el que Vega, que conserva la voz de sus veintitantos, miró bastante hacia atrás y también un poco al presente, como anunciaba el título de esta gira, ‘Old songs, new songs and other songs’.

Dulzura y oscuridad

Canciones con historia para empezar, con ese ‘Marlene on the wall’, de su primer álbum, inspirado en la Dietricht, abriendo camino a la enrarecida ‘99.9 F°’. Es llamativo el contraste entre la imagen que se suele tener de Vega como cantautora dulce y el fondo turbio de muchas de sus canciones. Como ‘The queen and the soldier’, pieza “triste y de final trágico”, explicó. ‘Gypsy’, que compuso a los 18 años (“en el verano de mi primer romance”), puso la nota más tierna, emparejada con el relato de ‘In Liverpool’. Vega nos dijo que, aunque le encantan las ropas veraniegas que ha visto estos días por Sant Feliu, su color es el negro (‘I never wear white’), y sonó a declaración de principios.

La guitarra de Leonard se encrespó en las dos piezas nuevas, ‘Speakers corner’ (“sobre la libertad de expresión; es importante aquí en Catalunya, porque se os ha negado durante mucho tiempo”) y la bastante punk ‘Rats’. Y qué decir de ‘Luka’, canción sobre el episodio de maltrato infantil que resultó ser autobiográfica, como confesaría ella con los años, y en la que incluyó unas estrofas de su versión en castellano. De ahí a la simpática ‘Tom’s diner’, con Leonard usando ‘loops’ y ‘soundscapes’, y la muy neoyorkina ‘Walk on the wild side’, de Lou Reed.

Alegría con tristeza

Y de la cantautoría ‘anglo’ a la memoria viva de la bossa nova con un Toquinho que, en el Espai Port, entró en materia directamente con una fusión de ‘Corcovado’ y ‘Garota de Ipanema’, poniéndonos en situación, Jobim en lo alto, y Chico Buarque, su cómplice en la creación de la ‘Samba de Orly’, canción con trasfondo real sobre dos amigos separados por el exilio. De este vino la descripción de la música brasileña que tanto gusta a Toquinho, la que la asocia a una “alegría triste” y a una “tristeza alegre”. Y Vinícius de Moraes, una y otra vez: arrebatadora “Tarde en Itapoã’.

Actuó bien arropado por bajo y batería, si bien el centro gravitatorio estuvo en su autosuficiente guitarra, enérgica y pulcra, proveedora de impulsivas ‘batidas’ y de filigranas clásicas (‘Bachianinha’). Quiso recordar que él siempre fue “esencialmente un guitarrista” y que “lo de autor vino después”.

Un cuarto vértice modificó los pérfiles del clásico recital de Toquinho: la entrada en escena de la joven Camila Faustino, cantante de refrescante registro, impecable en sus ofrendas a ‘Você abusou’ o a la canción bautismal de la bossa nova, ‘Chega de saudade’. Todo un revulsivo para el público y para un embelesado Toquinho: “Qué maravilla, ese talento, y no es fea, ¿no?”. Y la sorpresa con unes ‘Paraules d’amor’ adaptadas con primor. Recuerdos finales, cómo no, al club La Fusa y a Baden Lowell (‘Berimbau’), y emocionadas citas a ‘Aquarela’ y ‘Tristeza’, recordándonos que, si bien en el norte inventaron el rock’n’roll, los sensuales hallazgos del sur no estuvieron nada mal.

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