Ensayo

Prostitutas, vírgenes vestales y empresarias cuentan la historia de las mujeres de la Antigua Roma

La historiadora británica Emma Southon reivindica en un desenfadado y divulgativo ensayo las vidas de 21 romanas en un relato humano y cotidiano paralelo al discurso oficial explicado desde la política y la guerra

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La historiadora británica Emma Southon, en Barcelona.

La historiadora británica Emma Southon, en Barcelona. / MANU MITRU

Anna Abella

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Poetas, prostitutas, vírgenes vestales, reinas, comerciantes, mártires… Anónimas y famosas, como la emperatriz Gala Placidia. Unas, dignas de las malvadas de ‘Juego de tronos’, otras virtuosas violadas. La británica Emma Southon, doctora en Historia Antigua por la Universidad de Birmingham, confeccionó una larga lista de 150 figuras femeninas que transitaron por la Antigua Roma y se quedó con las que protagonizan el ameno y desenfadado ‘Historia de Roma en 21 mujeres’ (Pasado & Presente).

El objetivo era, señala a su paso por Barcelona, "desmontar la idea de la historia explicada desde la política y la guerra y las grandes batallas, realidades a las que las mujeres apenas tenían acceso, y ofrecer la visión de ellas, más ligada a elementos humanos y la vida cotidiana". Eso le permite explicar "una historia diferente a la oficial", narrada por y sobre hombres que dicen que han hecho, apunta irónicamente, "Cosas Importantes" y que calificaban las cosas que hacían las mujeres de "aburridas e irrelevantes".  

De las 21, la autora de ‘Agripina’ y ‘Sangre en el Foro’ tiene una favorita: Julia Félix, una "astuta" empresaria, "una ‘motomami’" que vivió en Pompeya y que a tenor de un esqueleto probablemente murió por la erupción del Vesubio el 79 d.C. No pertenecía a la élite social pero prosperó económicamente creando y gestionando un reputado complejo comercial de ocio y restauración, que ocupaba una manzana de 6.000 m² e incluía baños públicos, jardines, restaurante, tiendas y hasta apartamentos. Estos, según una inscripción, los alquilaba en su nombre por cinco años, señal de que se abría al sector inmobiliario.  

"Julia Félix rompe con el papel de las mujeres -recalca Southon-. Una mujer tenía prohibido por ley firmar contratos para tirar adelante un negocio lucrativo ni podía hacer trámites legales sin un tutor masculino [padre, marido...] y ella supo torear la norma que la incapacitaba. Es importante hoy ver los precedentes cuando aún se pone en duda la capacidad de decisión y de llevar ‘holdings’ empresariales de las mujeres".   

En la línea de su ‘podcast’ ‘History is sexy’, Southon echa mano de un lenguaje cercano, divertido y divulgativo plagado de referencias populares -de ‘Los Soprano’ a ‘La vida de Brian’ pasando por Pokémon- que apela al lector del siglo XXI. "Se puede identificar con los sentimientos de las personas de aquella época. Odiaban y se enamoraban igual". 

Reivindica también a otra Julia, la poeta Julia Balbila (130 d.C.). "Se esforzó mucho para que su nombre perdurara, dejando clarísimo que era la autora de unos poemas que debían pasar a la posteridad. Solo se conservan completos cuatro". Dos de ellos, "provocadores, íntimos", los dedica a la emperatriz Sabina, esposa de Adriano (más enamorado de bellos efebos como Antínoo que de su mujer, a la que no soportaba), con cuyo séquito de 5.000 personas viajaba. Los grabó en Tebas en la pierna de una gran estatua del faraón Amenofis III, luego uno de los colosos de Memnón. Los cuatro textos "abundan en conocimientos de historia, religión, mitos y leyendas egipcias y persas" y dejan en el aire si Balbila era lesbiana por emplear el desaparecido dialecto de Safo de Lesbos y calificar a Sabina varias veces de "hermosa" y "encantadora". 

30 años vírgenes

Pocos privilegios tenían las mujeres en Roma, a excepción de las vestales, cuya vida era "un soberano aburrimiento", asegura. De niñas, sus padres las obligaban a ser sacerdotisas de Vesta, lo que implicaba mantenerse 30 años vírgenes y sin contacto sexual con hombres con la única función de preservar encendido el fuego sagrado del dios las 24 horas del día cada día del año, lo que, creían, protegía al Imperio de toda catástrofe o mal. A cambio, detalla Southon, "podían actuar fuera del sistema de tutelaje de la figura masculina, hacer testamento, firmar contratos, tener posesiones y, tras retirarse, casarse y tener hijos". 

Emma Southon, en Barcelona.

Emma Southon, en Barcelona. / MANU MITRU

Investiga la autora el caso de la vestal Opia (483 a.C.), de la que poco se sabe. "Fue un chivo expiatorio, la culparon de que el mundo romano se estuviera yendo al traste porque decían que había perdido la virginidad (por tanto, era impura y mancillaba el fuego sagrado). Lo más probable es que fuera inocente, que tuviera unos 10 años y que el contacto sexual no fuera consentido sino que se tratara de abuso a una menor". Fue condenada a ser enterrada viva. En otro caso, de final no tan trágico, juzgaron a una vestal porque "sus atuendos eran demasiado hermosos y hacía demasiadas bromas".

Muchas se apuntaron al carro del cristianismo porque les permitía una actividad fuera de la familia y desarrollarse intelectualmente

Mención aparte merecen las que abrazaron el cristianismo. "Les dio a las mujeres una capacidad de acción que no tenían. Les permitió tener unos objetivos vitales y una actividad fuera de la familia. Muchas se apuntaron al carro porque era un camino para desarrollarse intelectualmente y participar en discusiones teológicas profundas hasta entonces reservadas a los hombres -revela Southon-. Hay que recordar que los filósofos romanos veían intelectualmente a las mujeres como niños".   

La malvada Tulia

Compara también a Lucrecia, "con la que nadie saldría de copas, algo que sí harías con la malvada y ambiciosa Tulia", quien para llegar al poder se acostó con su cuñado y junto con él asesinó a su hermana y a su propio marido antes de dar un golpe de estado y acabar con su padre. La antítesis era la virtuosa y aristocrática Lucrecia, violada por un amigo del esposo, que se suicidó para que nadie dudara de su honor y resistencia. Retratada por Rembrandt, Botticelli o Ticiano, "era el modelo de bondad femenina doméstica, personifica la romanidad y que los valores romanos están por encima de la propia vida".  

La conspiración de las Bacanales

Muy por debajo en la escala social estaba Hispala Fecenia, que tras dejar de ser esclava siguió ejerciendo como prostituta de lujo y que, según el historiador Tito Livio (56 a.C.), "era muy buena en su trabajo". "Fue famosa porque al avisar al Senado de la Conspiración de las Bacanales propició el primer ejemplo de imposición imperial de Roma en toda la península Itálica prohibiendo esas reuniones secretas más allá del poder. Todo fue porque una prostituta no quería que su novio fuera a una de aquellas fiestas". No se sabe qué fue de ella.  

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