Viaje al Inframundo con el Libro de los muertos bajo el brazo en el Museu Egipci de Barcelona

Al morir, los antiguos egipcios, al menos los que podían pagárselo, se llevaban bajo el brazo (literalmente dentro del sarcófago en la mayoría de casos) el conocido como Libro de los muertos, aunque en realidad ellos lo llamaban ‘Libro de la Salida al día’ o ‘Salir al día’, porque tras entrar en el ignoto Más allá simbolizaba la renovación y resurrección que implica cada día la salida del sol, la luz. Aquel extenso papiro, que podía llegar a 40 metros de largo y combinaba escritura jeroglífica con ilustraciones, era un manual para que el difunto realizara con éxito su último viaje de la mano, o mejor dicho, en la barca, del dios sol, Ra, que le ayudaba a sortear enemigos y peligros antes de llegar a buen puerto a los Campos de la felicidad. 

Ahora, dentro de los actos de celebración del 30 aniversario del Museu Egipci, su directora, Maixaixa Taulé, y el empresario y coleccionista Jordi Clos, impulsor del museo barcelonés y de la Fundación Arqueológica que lleva su nombre, presentan la exposición temporal ‘Salir al día. El libro de los muertos de los antiguos egipcios’, que podrá visitarse hasta el 28 de febrero de 2025 y está formada por 70 piezas de la colección permanente. "Es una apuesta por ofrecer una síntesis asequible a todos los públicos de lo que significaba esta guía para realizar el viaje al más allá", resume Taulé.

Entre la muerte y la deseada vida eterna, el finado debía transitar por un mundo subterráneo a través de 21 pilones y siete puertas custodiadas por guardianes que le pedían una serie de conocimientos. Y ahí la necesidad de aquel texto religioso capital para la civilización egipcia, que, entre otras fórmulas mágicas, le daba las respuestas adecuadas.  

"Es una obra compleja de la que existen muchísimos ejemplares, normalmente sobre papiro, pero ninguno es igual", avisa el conservador del Egipci y comisario de la muestra, Luis Manuel Gonzálvez. Durante el Reino Antiguo, las ideas religiosas se inscribían directamente en las pirámides y, en el Reino Medio, en los sarcófagos. Fue en el Imperio Nuevo cuando los saítas, hacia el año 600 aC., hicieron inventario de aquellos textos dispersos y realizaron un compendio más ordenado y estandarizado del Libro de los muertos. "Hoy se conocen hasta 194 capítulos -añade-. La selección de estos dependía de las preferencias de cada cliente y también de lo que este podía pagar porque no estaban al alcance de la mayoría".   

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Además de las piezas arqueológicas, como un impresionante cartonaje de la Dama Dorada o la tapa del rotundo sarcófago de un personaje llamado Padimin, con textos de ‘Salir al día’, recorre la muestra una reproducción fotográfica a tamaño real de uno de los papiros más importantes que contienen el Libro de los muertos, el del escriba real Ani, que se conserva en el British Museum y mide 23,77 metros. 

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En él se detallan los momentos clave del viaje del difunto. Primero, tras la procesión funeraria, deberá regenerar las funciones vitales que el cuerpo mortal y momificado ha perdido, deberá conocer los amuletos que necesita, las regiones y divinidades del nuevo mundo y cómo utilizar los ‘ushebti’, pequeñas estatuillas destinadas a servirle y trabajar por él en el Más allá. 

El juicio y la inocencia

Luego, antes de subir a la barca de Ra, para poder moverse por el Inframundo deberá aprender a "transfigurarse -expone Gonzálvez-, es decir, tranformarse en un ave fénix, una flor de loto, una serpiente, un cocodrilo...". Al final llegará el momento clave: el juicio, donde su corazón será pesado en la balanza de la diosa Maat (el acto de la psicostasis) ante un tribunal presidido por Osiris. Y ahí, la imprescindible declaración de inocencia, hasta 42 frases con las que el difunto aseguraba ser poco menos que un santo: "No he robado", "No fui un charlatán", "No he sido malo, no he hecho el mal", "No hice excepciones en mi favor", "No maldije al faraón", "No forniqué" "No dije mentiras" o "Mi única riqueza fueron mis bienes". 

El trabajo

Superadas todas las fases, el difunto llega a su destino: Los campos de la felicidad. "Allí, en un lugar que reproduce el fértil valle del Nilo, seguirá trabajando la tierra o en los quehaceres que tenía en vida -afirma el comisario-. El faraón seguirá ejerciendo de faraón. Todos tenían que trabajar. La vida continúa". Suerte que tenían los ‘ushebti’. En algunas tumbas se encontraron 401 (para cada día y semana del año)...  

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