Opinión | Política y moda

Patrycia Centeno

Patrycia Centeno

Experta en comunicación no verbal.

Hoy ha venido a (no) divertirse al Hormiguero, por Patrycia Centeno

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Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijoo, en 'El hormiguero'

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijoo, en 'El hormiguero'

Sólo con el gesto que adoptaron al entrar a plató ya se podía adivinar cómo se enfrentarían al programa. Aunque decidido, Pedro Sánchez apartó con una mano la cortina, como quien accede con cierta cautela a una casa ajena. Alberto Núñez Feijóo, en cambio, se abrió camino con las dos y apareció triunfal.

Los dos apostaron por looks informales (mostrar cercanía), pero cada uno dentro de su propio estilo. Sánchez con un conjunto de camisa y pantalón vaqueros y deportivas y Feijóo también con tejanos pero combinados con camisa blanca, americana de algodón desestructurada y mocasín de ante. Si al denim obrero el socialista añadió una pulsera del Orgullo; el popular se dejó dos botones de la camisa abierta (protocolar y estéticamente, sólo se desabrocha el primer botón) como haría cualquier hombre de relax vacacional, un legionario o el propio Santiago Abascal.

Además de al público, Sánchez pretendía seducir (convencer) al entrevistador. Que alguien con la planta del presidente del gobierno te mire a los ojos puede resultar hechizante; pero si te excedes con el gesto (que es lo que acabó sucediendo) puede acabar antojándose intimidatorio... Cuando mides 1.90 tienes que ser extremadamente sutil con cada ademán porque los que están por debajo tuyo ven alzarse una mano (por muy inocente que sea la intención del movimiento) y se alertan. Inclinarte hacia delante demuestra interés, pero nunca uno debe invadir el espacio personal de su interlocutor si no es de su más estrecha confianza (obviamente, con Motos no era el caso). Apoyar la mano en el reposabrazos de la silla en forma de cuatro para hacerse todavía más grande (alfa), alargar el brazo y ocupar la zona de la mesa de Motos para especificar que el lado del presentador era el de la opinión publicada (y no la opinión pública) o interrumpir las preguntas para aclarar las respuestas contribuyeron a esa percepción de que Sánchez quería conquistar aquel territorio.

El popular, por su parte, abrió más veces la mirada (incluyó en la conversación al público y a los espectadores); aunque puso los ojos en blanco (descolocado) cuando se perdió y confundió a la presidenta del parlamento valenciano con el balear… También desvió la mirada (desagrado) cuando las Hormigas le hicieron imaginar a una futura nuera Podemita. Así como a Sánchez parecía incomodarle más el momento con Trancas y Barrancas (brazos cruzados para protegerse y eso que contaba ya con un muro de micrófonos de atrezzo y parapeto por medio); Feijóo estaba más dispuesto a la supuesta ligereza de sus preguntas porque a su hijo le apasionan las Hormigas.

El líder de la oposición mantuvo la mayor parte de la entrevista las manos quietas con la izquierda reteniendo a la derecha (autocontrol conservador), pero también jugueteó con el bolígrafo que tenía sobre unos folios (en la entrevista de Sánchez no había ningún elemento sobre la mesa en el que pudiera refugiarse, a excepción de la taza con agua que no tocó). Al explicar un supuesto anuncio dónde el kilo de las naranjas costaba 0,12€; no apareció ningún ademán de confusión o invención en el líder popular. Si uno está convencido de su propia falacia, el gesto acompaña.

Tanto Sánchez como Feijóo se despidieron de Motos con un apretón de manos. Pero mientras el socialista bajó ligeramente la cabeza (respeto o sumisión ante el anfitrión); el popular lo hizo de igual a igual. Porque aunque Pablo Motos evitó emplear su característica fórmula de introducción a los invitados con ninguno de los dos (tal vez porque estaba claro que ese día nadie había ha venido a divertirse al Hormiguero), el líder del PP sabía perfectamente desde el inicio que jugaba en casa. Así se lo confirmó al instante un público entregado que nada más llegar lo aclamó como "presidente" y hasta aplaudió al anunciar durante la entrevista que iba a eliminar el impuesto a las grandes fortunas. Qué riquiños todos, debió pensar el gallego...

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