Tenis

La última lección de orgullo de Nadal no basta para derribar a Djokovic

El español pierde en dos sets (6-1 y 6-4) en un partido en el que su gran rival generacional le pasó por encima hasta su reacción en el tramo final

El tenista balear Rafa Nadal se despide de los Juegos de Paris 2024 en la prueba individual tras caer ante Djokovic en la segunda ronda

El tenista balear Rafa Nadal se despide de los Juegos de Paris 2024 en la prueba individual tras caer ante Djokovic en la segunda ronda / EFE/Julio Muñoz

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

No, no iba a morir así. No en Roland Garros, no en la Philippe Chatrier, no frente a Novak Djokovic. Rafa Nadal no iba a permitir aquí, ahora, contra él, algo tan parecido a una humillación que costaba horrores no llamarla así, con perdón de la leyenda. Rafa podía morir, pero tenía que ser de otra manera, levantándose de un ataúd a punto de cerrarse para dar una última lección de orgullo competitivo. El resultado fue el mismo, 'Nole' eliminó a Nadal (6-1 y 6-4) del cuadro individual de estos Juegos, pero el recuerdo será muy diferente.

Porque Nadal, pese a la derrota, y sin ánimo alguno de relativizarla, protagonizó este domingo su penúltima heroicidad, levantándose de un 6-1 y 4-0 ante el que cualquier otro hubiera claudicado sin plantearse siquiera la posibilidad de otro desenlace. Pero el balear, otras piernas pero el mismo orgullo y corazón que antaño, forzó a Djokovic a tener que ganarle la segunda manga por 6-4, tras apuntarse cuatro juegos consecutivos.

No se puede obviar que la catástrofe de los 11 primeros juegos afecta decisivamente en la lectura de los siguientes. Porque hasta ese momento de reacción frente a la guadaña, el partido de Nadal había sido catastrófico, una verdadera calamidad condicionada también por el esfuerzo del día anterior en su partido de primera ronda.

La emoción de las gradas

El sonido que emanaba desde las gradas de una abarrotada Philippe Chatrier estaba siendo el más fiel y certero marcador del partido. El unánime entusiasmo hacia la figura de Nadal se fue diluyendo, pasando de cruda algarabía tribal a triste acompañamiento ante el dolor, conforme Djokovic sumaba puntos, uno tras otro, como una gota malaya. Roland Garros tenía sobre su tierra más fértil a su gran dios caído sin remedio, víctima atropellada de la que se intuía como una de sus peores derrotas de siempre. La fiesta, uno de los momentos más icónicos de estos Juegos Olímpicos, por más que se tratara de una vulgar segunda ronda, apuntaba a funeral de Estado, a una derrota como nunca hubo otra.

Y lo peor, quizá, era que el serbio estaba en esos juegos de brutal dominio lejos de firmar un partido deslumbrante. No se le recuerdan más de media docena de golpes brillantes, porque no estaba necesitando. Le bastaba con alargar pacientemente los peloteos, asumiendo riesgos mínimos, esperando a un error no forzado del balear que, tarde o temprano, casi siempre llegaba.

El imperio de Nadal

Nadal sintió que estaba perdiendo las Filipinas, definitivamente derrumbado ante sus pies el vasto imperio que había construido en estas pistas que le idolatran. Y lo hacía, sal y tabasco en la herida, ante su gran rival generacional, su némesis natural. De ahí la reacción de orgullo, el esfuerzo titánico por mantener impoluto su recuerdo en las pistas de París.

El primer juego dio a entender que existiría un diálogo más ajustado entre las dos leyendas, con Nadal levantando un 40-0, aunque el serbio lograra finalmente conservar su servicio. Sin embargo, fue un espejismo fugaz, el preludio engañoso de un set gobernado de cabo a rabo por Djokovic. Incontestable con su saque y muy sólido al resto, el número dos mundial pasó por encima de un Nadal impreciso, al que le iba carcomiendo la frustración.

6-1 en el primer set

Dos 'breaks' y dos servicios en blanco elevaron el marcador al 5-0 a favor de un Djokovic académico, que no asumía riesgo y esperaba pacientemente el fallo de su rival. El balear ganó su tercer servicio para eliminar el rosco del marcador, con algún brote verde en su juego, pero no pudo evitar que Djokovic se apropiaba del set de apertura en apenas 39 minutos.

La segunda manga amaneció con Nadal defendiendo su saque con bravura, pero de nuevo perdiéndolo en favor de un Djokovic que fue pasando páginas al calendario del partido. Un juego tras otro, poco importaba que fuera al servicio o al resto, hasta que un 4-0 que permitía adivinar un desenlace tan cruel como inmediato.

La reacción de Nadal

Y, de repente, llegó la heroica reacción. Nadal fue afinando su derecha, inventando golpes mucho más contundentes e incisivos, que conseguían forzar errores de Djokovic por primera vez en todo el partido. Desprovisto sin verlo venir de la iniciativa, el español ganó cuatro juegos consecutivos (4-4), lo que despertó del luto a la Chatrier y permitió soñar a España con un desenlace diferente.

La manera en la que rompió el servicio de Djokovic en el octavo fue especialmente memorable, un instante que levantó al público de sus gradas. Fue, en cierta manera, un último regalo de Nadal a su parroquia, resarcido porque ahora sí, aunque fuera inevitable, la derrota sí iba a ser digna de su trayectoria.

Ahora sí, ahora ya sí, Nadal podía perder. Y lo acabó haciendo igualmente, con Djokovic ganando los dos siguientes juegos y cerrando el partido con un implacable 'ace'. El reto para Nadal es ahora anímico, recuperar su espíritu para buscar la medalla en el dobles junto a Carlos Alcaraz. Como el calendario olímpico no perdona, este martes tendrá que volver a Philippe Chatrier para pelear por la gloria de España.