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Las figuras de Vladimir Putin y Xi Jinping en una céntrica calle de Moscú

Las figuras de Vladimir Putin y Xi Jinping en una céntrica calle de Moscú / Àlex Bustos

Àlex Bustos

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Cuando Occidente empezó a hacer el vacío a Rusia, se despidieron los partidos de la Champions, apenas se celebran eventos de música flamenca y se fueron la mayor parte de empresas estadounidenses. Eso no achantó a Moscú, que mira al resto de países del planeta para seguir conectada con el mundo. Muchos turistas que vienen actualmente a la capital rusa no hablan ni francés, ni alemán, sino árabe y chino. Los eventos que ahora se celebran en el corazón de Rusia tienen un foco muy marcado hacia al llamado Sur Global, desde eventos de música y gastronomía hasta proyecciones de películas extranjeras.

A lo largo del mes de agosto, Moscú ha acogido diferentes eventos al aire libre que aprovechan el corto verano ruso. Algunos de los parques de la ciudad sintieron los intensos platos de la cocina tailandesa o bailaron al son de la música latina en eventos como el Thai Fest y el Latina Fest . “Eso para mí significa muchísimo visto que siempre me importaba que la mayor cantidad de gente del mundo y sobre todo de mi patria tenga mente abierta y sea tolerante” comenta Irina respecto al evento. Sobre la relación actual entre su país y los países asiáticos, latinoamericanos y africanos explica que cree que "ahora las relaciones con el Sur Global incluso van mejorando porque tanto el Ministerio de Cultura como la población comprenden que es necesario hacerle caso a esta parte del mundo”. Este festival invitó a diferentes músicos, artistas y cocineros de países como Chile, Perú, México o Colombia durante dos días durante los cuales los moscovitas pudieron conocer más allá de estereotipos a diferentes países americanos.

Aunque el inglés sigue siendo uno de los idiomas preferidos, ha crecido el interés de los rusos para aprender chino. Es el caso de Antón, un joven que aunque sigue en la escuela en sus ratos libres aprende la lengua del gigante asiático. “Claro que es difícil, pero creo que es la lengua del futuro. Mis padres me apoyan a pesar de que no pueden ayudarme en el estudio” explica. En la biblioteca Inostranka (Extranjera en ruso) se refleja este interés en aprender otros idiomas. Aunque mantienen sus cursos, clases y eventos de inglés, alemán y francés, también prima la presencia de clases básicas de chino y árabe para aquellos que quieran empezar. Según datos del propio estado ruso actualmente 90.000 de sus ciudadanos estudian la lengua de Confucio. Además de estas clases también hay eventos donde se muestran bailes o literatura de países africanos y latinoamericanos.

Otro de los eventos del verano en la capital rusa fue la proyección de filmes extranjeros subtitulados al ruso de diferentes países en el marco de la Moscow Film Week. Aunque hay algo de cine independiente occidental, la mayor parte de las películas que participan en este evento a finales de verano son de países latinoamericanos como Perú y Cuba; de India, China y Tailandia, además de unos pocos que provienen de países muy familiares a los rusos como Uzbekistán y Kazajistán. Estos últimos formaron parte de la URSS. Uno de los asistentes al evento, Boris aprecia los intentos de acercar otras culturas a los moscovitas. “Está bien contar con algo diferente, ni ruso, ni propaganda estadounidense” opina.

Los vendedores cambian de idioma

A la inversa la dinámica también funciona de la misma manera. Los vendedores de 'souvenirs', que antaño debían manejar bien inglés y otros idiomas europeos, ahora intentan, con mejor o peor suerte, hablar árabe o chino. La mayor parte de los turistas parecen provenir de provincias de Rusia, de India, China y de países árabes. Así lo señala Ahmed, un vendedor de comida en el mercado de Izmailovo. Él mismo viene de Oriente Próximo aunque se muestra reacio a concretar de donde. “Como árabe, ahora vemos como vienen más personas del mundo árabe que antes, suelo hablar con ellos en nuestro idioma”. Aunque no son la mayoría ni mucho menos, suelen llamar algo la atención algunas familias de esta región por lo tapadas que suelen ir las mujeres, algo muy poco habitual entre los musulmanes de Rusia.

En otro punto clave del turismo ruso, en la calle peatonal de Arbat, también se percibe esta sensación. En una de las tiendas dos figuras de Putin y Xi Jinping, uno de los dúos más importantes de la política internacional están en pie para que cualquiera que lo desee se tome una foto con ellos. No muy lejos del tándem, un grupo de chinos pasea tranquilamente y ríen de la ocurrencia de los vendedores de souvenirs de usar a su líder como reclamo.

Los vendedores de esta avenida también apuntan que ahora hay muchos menos turistas que antes. “En 2019 venían muchos occidentales que compraban souvenirs caros. Ahora vienen muy pocos de Europa, pero sí vienen de países árabes y China” apunta Said, un vendedor. El gobierno ruso, consciente de ello, trabaja para aumentar el tráfico tanto de turistas rusos como de otras nacionalidades de países amistosos. Por ejemplo las autoridades rusas celebraron que el turismo chino superara el millón en 2023 y confían en duplicar la cifra para finales de 2024

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