Crisis en Asia

Yunus pide el final de la violencia tras aterrizar en Bangladés para ejercer como primer ministro

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¿Qué está pasando en Bangladés?

El Nobel de la Paz Mohamed Yunus hace una comparecencia al llegar al aeropuerto de Daca para tomar posesión como primer ministro del país, el 8 de agosto de 2024.

El Nobel de la Paz Mohamed Yunus hace una comparecencia al llegar al aeropuerto de Daca para tomar posesión como primer ministro del país, el 8 de agosto de 2024. / Al-emrun Garjon / AP

Adrián Foncillas

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Se le acumula la faena a Muhammad Yunus en su primer día en la oficina. El Nobel de la Paz ha aterrizado a mediodía del jueves en Daca con la misión de reconstruir Bangladés y ordenar el caos que ha dejado la caída de la primera ministra, Sheikh Hasina. El júbilo popular se mezcla estos días con saqueos y venganzas que sugieren un camino complejo.

"Disciplina", ha pedido Yunus al regresar a su país tras su exilio parisino. "Tenemos trabajo duro y hay que completarlo. Han llegado nuevas oportunidades", ha continuado mientras avanzaba por el aeropuerto internacional Hazrat Shahjalal. Había sido recibido por el general Waker-Uz-Zaman, jefe de las Fuerzas Armadas, y otros altos cargos castrenses. También acudieron representantes del movimiento estudiantil que echó a Hasina tras semanas de fragorosas protestas. Está previsto que el presidente, Mohammed Shahabuddin, una figura ornamental en Bangladés, tome juramento a Yunus y su nuevo Gabinete por la noche. Será un "bonito proceso democrático", ha pronosticado Zaman.

 Urge ahora evitar la anarquía durante la euforia. "La violencia es nuestro enemigo. No hagamos más enemigos. Tranquilizaos y preparaos para levantar el país", había pedido Yunus antes de embarcar. Mensajes similares se han escuchado desde diferentes frentes. "Sin destrucción ni venganza", ha aconsejado Khaleda Zia, presidenta del Partido Nacionalista de Bangladés y némesis de Haneda durante décadas.

Opositora, liberada

Zia, condenada por unos gaseosos cargos de corrupción, fue liberada de su arresto domiciliario tan pronto la exprimera ministra escapó del país. También un tribunal capitalino había anulado el día anterior la condena de seis meses de cárcel por presuntas violaciones de la ley laboral que pesaba sobre Yunus. Las organizaciones de derechos humanos han denunciado el uso torticero de la justicia durante el mandato de Haneda.

 Muchos bangladesíes vuelcan estos días su ira sedimentada durante décadas contra los defensores de Hasina, los líderes de su partido y, en general, todo lo vinculado al viejo régimen. También abundan los ataques contra hindúes, una minoría en el país musulmán, considerados cercanos a la exprimera ministra. No fue un logro irrelevante de Hasina que controlara el integrismo islámico en particular y el país en general.

 Entre su huida y la consolidación del nuevo Ejecutivo existe un vacío de poder considerable. Los vecinos patrullan las calles con palos, barras de hierro y cuchillos para proteger sus viviendas del pillaje. Muchos centros comerciales aún no se han atrevido a reabrir. La seguridad ciudadana es competencia policial pero las comisarías siguen vacías. Algunas decenas entre los 300 muertos que dejaron las protestas eran policías y renunciaron si no se les aseguraba la protección. El contexto actual, con noticias de saqueos de arsenales, no les tranquiliza. Ausente la policía, la misión recae en el Ejército, apenas 200.000 soldados en un país con 170 millones de habitantes.

Deberes económicos

Entre los deberes de Yunus y sus ministros también figura la economía, castigada por las costosas importaciones, la inflación y un paro juvenil desbordado. A los universitarios se les agotó la paciencia con la ley que reservaba un cupo del empleo público a familiares de los que pelearon en la guerra de independencia. Ahí nacieron unas protestas que lograron tumbar a la odiada primera ministra pero que están lejos de solucionar los problemas de fondo.