Negocio histórico

Adiós a la histórica ferretería Tormo de L’Hospitalet: “Las vamos a echar mucho de menos”

A sus 86 años, Rosa Rovira Tormo encara ahora su jubilación tras más de siete décadas dedicadas a la ferretería, al menaje y a la atención a sus clientes

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Rosa Rovira Tormo, junto al escaparate de la Ferretería Menaje Tormo.

Rosa Rovira Tormo, junto al escaparate de la Ferretería Menaje Tormo. / Jordi Otix

Àlex Rebollo

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Como si acabara de cumplir 20 años, Rosa Rovira Tormo, propietaria de la Ferretería Menaje Tormo, se mueve grácil de lado a lado de la tienda. Interactúa con casi cada cliente. Les aconseja o les cobra o ambas. Conoce todo el catálogo, también los materiales con los que están hechos y la mejor solución para, casi, cualquier necesidad que le planteen. Si no fuera por su pelo blanco y el dibujo que ya dejan algunas arrugas en su rostro, costaría creer que este 2024 ha cumplido 86 años.

“Mi madre, con 90 años, siempre ha comprado aquí, donde antes ya había comprado mi abuela. Las echaremos mucho de menos”, explica Lidia Pujol, clienta fiel del local que acude desde Montcada i Reixach junto a su marido Hassan Tahmaz para, además de visitar a su madre, pasar a despedirse de Rosa y de sus dependientas más fieles: Ana y Prisca

El motivo es que, tras casi 100 años de funcionamiento —el local abrió sus puertas en 1929—, Ferretería Menaje Tormo bajará su persiana definitivamente a finales de este mes de agosto. Tanto Ana como Prisca van a jubilarse, motivo por el que Rosa ha decidido, tras más de 70 años en activo y sin la posibilidad de que sus hijas continúen con el negocio, tomarse también un descanso y traspasar el local, por el que todavía, dice, está negociando. 

Prisca, Rosa y Ana, tras el escaparate de la histórica tienda Tormo del barrio de Collblanc de L'Hospitalet.

Prisca, Rosa y Ana, tras el escaparate de la histórica tienda Tormo del barrio de Collblanc de L'Hospitalet. / Jordi Otix

Podría haberla vendido hace años, como vecinos y ella misma recuerdan, pero entonces Prisca, Ana y Josefina, otra empleada que se jubiló hace un año, se quedaban en la calle en un “muy mal momento”, por lo que mantuvo el negocio. Ahora, la noticia ha causado cierta conmoción en el barrio de Collblanc de L’Hospitalet de Llobregat, donde se ubica el negocio, y vecinos y clientes habituales tratan de asimilar el adiós de las icónicas letras blancas y rojas que imperan en el pasaje Costa, a escasos metros del Mercado de Collblanc.

Conmoción local

Hay quien, sin embargo, no ha digerido bien el cierre de la Tormo. Un cartel pegado por una vecina de Collblanc en el escaparate de la tienda de menaje deja prueba de ello: “Los clientes pedimos que no nos dejen sin nuestra ferretería de confianza […]. Nos gustaría que, a pesar del cierre, la actividad se mantuviera, ya que la consideramos como nuestra”.

La misma Rosa explica que el texto corresponde a una vecina del barrio que “se enfadó muchísimo” cuando le dijeron que iban a cerrar. “Llegó a repartir octavillas para que no cerráramos y decía que iría al Ayuntamiento”, comenta Ana Rosa García, quien ha trabajado en el negocio desde que tenía 14 años. 

Más allá de este caso, la respuesta de los compradores asiduos ha sido, en general, positiva. Es el caso de Hassan, quien aprovecha la visita al local para rememorar cuando él y su mujer hicieron la lista de bodas, hace ya 34 años, en la misma tienda. Tanto ha marcado Tormo y Rosa en la vida de los vecinos que algunos incluso aseguran que han interrumpido sus vacaciones y han cogido el coche rumbo a L’Hospitalet después de enterarse de la noticia con el único objetivo de volver al barrio a tiempo para despedirse de Rosa y su equipo.

Rosa Rovira Tormo atiende a los clientes de la ferretería Tormo de L'Hospitalet a sus 86 años.

Rosa Rovira Tormo atiende a los clientes de la ferretería Tormo de L'Hospitalet a sus 86 años. / Jordi Otix

La Tormo y Collblanc

Durante más de nueve décadas, la Tormo se ha transformado a la par que el mismo barrio de Collblanc, del que se ha convertido en uno de sus símbolos comerciales. “Da mucha pena que lo quiten después de tantos años”, lamenta a sus 67 años Carmen Bustamante, residente en Collblanc durante toda su vida. “Vendían de todo, no tenías que ir a Barcelona para nada. Ellos lo tenían todo. Y hay personas mayores que no tenemos ganas de ir a Barcelona a buscar cosas”, añade.

Durante sus primeros años, el negocio coexistía con las barracas instaladas en las inmediaciones de la vecina Riera Blanca, por entonces un riachuelo que en muchas ocasiones funcionaba más como una cloaca al aire libre y que, como bien recuerda Rosa Rovira, llegaron a pervivir durante unos pocos años con el Camp Nou ya construido. “Entonces vendíamos mucho cartón-cuero, porque, cuando llovía, a las barracas les entraba agua”, dice Rosa, quien lamenta también como “a más de un crío se lo llevó la riera”, que crecía con las lluvias. Además, durante años, Tormo se mantuvo muy vinculada a las fábricas que reinaban en la ciudad, por lo que "teníamos mucha ferretería industrial". Sin embargo, este marco de negocio disminuyó cuando las factorías se desplazaron más hacia el interior.

Carmen Bustamante explica cómo el comercio en la zona se ha transformado en los últimos años y cómo desaparecen los negocios de toda la vida. Lo misma opina Jesús, de 75 años de edad y vecino de toda la vida, quien, tras detenerse a leer sobre el cierre del local en el escaparate explica que “van cerrando muchos establecimientos” en el barrio. Jesús apunta además que los pisos turísticos y los negocios para turistas han ido proliferando en el barrio, contiguo a Barcelona y ubicado a pocos minutos a pie del estadio del Barça: “Es un problema que tenemos todos los vecinos”. Una situación contra la que varias asociaciones vecinales del barrio y la ciudad han levantado la voz para reclamar soluciones en los últimos meses.

Más de un siglo de tradición

Aunque el local de Collblanc tiene 95 años de historia, la tradición ferretera de la familia de Rosa encuentra sus raíces unos años más atrás. En una fecha indeterminada, pero que coincide con una época donde la gente todavía “no se quería instalar la corriente eléctrica porque decía que era cosa de brujería”. Fueron sus bisabuelos quienes empezaron con un taller de rateras y a adentrarse ya en el mundo de la ferretería. 

Explica Rosa que sus abuelos siguieron a sus predecesores. Entonces tenían un local en la carretera de Sants, en la esquina con la avenida Madrid, pero que “firmaron algo que no deberían haber firmado” con un ferretero y les sacaron ahí. Tras ello, se trasladaron a Collblanc, donde abrieron la ferretería –el negocio del menaje llegó años más tarde–, sin embargo, pocos años después, estalló la Guerra Civil española y el negocio se detuvo.

Rosa Rovira Tormo aconseja a una clienta.

Rosa Rovira Tormo aconseja a una clienta. / Jordi Otix

“A mi familia le impusieron a una persona en la caja, no sé de qué partido. Durante el día, mis abuelos y los trabajadores despachaban y, por la noche, esta persona se llevaba la recaudación. Hasta que no quedó nada”, relata la dueña del histórico local. Tras las consecuencias de la guerra, la familia cerró y se trasladó a Vallirana, donde tenían una casa alquilada y donde nació la misma Rosa en el 37. Acabada la guerra, la familia de Rosa logró abrir el local de nuevo gracias al dinero que ganaba el padre de Rosa en el banco. Fue entonces cuando Pepita Tormo Amat, la madre de Rosa, cogió las riendas del negocio. “La ferretera de verdad aquí era mi madre. Mi padre llevaba la administración, pero el día a día y la ferretería eran cosa de ella”, destaca Rosa. “Se iba a las fábricas del País Vasco a ver cómo se hacían los tornillos, se montaban los cuchillos… y luego venía para explicarnos”, recuerda por su parte Prisca Velázquez.

No había otra ferretera y comercial como ella en toda España. Dicho por los propios representantes y las fábricas. Se conocía todo el género y los descuentos de cada fabricante. Todo de memoria”, reivindica Rosa en memoria de su madre, a quien clientes y empleadas atribuyen la misma atención y dedicación que aún hoy desprende Rosa, quien agradece el trabajo de su madre, pero también el de sus empleadas y el de los clientes: "Si no fuera por ellos, ¿qué haríamos?".

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