Crisis de la vivienda

Otro bloque de L’Hospitalet denuncia que no le renuevan el alquiler: “Llevo 38 años aquí y no me dan alternativa”

La nueva propiedad busca dejar el edificio vacío en 2026, cuando vencen todos los contratos, para reformar el inmueble sin especificar con que finalidad

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Marta Ruiz, en su piso de la calle Holanda 36, en el barrio de la Torrassa de L'Hospitalet de Llobregat.

Marta Ruiz, en su piso de la calle Holanda 36, en el barrio de la Torrassa de L'Hospitalet de Llobregat. / Manu Mitru

Àlex Rebollo

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“Yo solo quiero quedarme donde he vivido durante los últimos 38 años”. Una cuerda une las terceras plantas de dos bloques de pisos de la calle Holanda, en el barrio de la Torrassa de L’Hospitalet de Llobregat (Barcelonès). Del cordel cuelgan un par de pancartas visibles desde la calle en las que se leen mensajes contra la proliferación de los pisos turísticos y que reclaman a inversores inmobiliarios poder “seguir viviendo en mi barrio”.

Tanto la cita inicial como las telas pertenecen a Marta Ruiz, vecina de L’Hospitalet de toda la vida que, tras casi cuatro décadas residiendo en el mismo sitio, ahora ve que la nueva propiedad del edificio no tiene intención de renovar su contrato de alquiler y que le exige que abandone la que durante todo este tiempo ha sido su casa. 

La cuerda que une el piso de Marta con el de enfrente no es un accidente derivado de esta situación. Ella misma explica que conoce a los vecinos de delante de toda la vida y que tienen “muy buena relación”. Así, han mantenido un cordel uniendo ambos balcones desde la pandemia del covid-19, cuando colgaban en el mensajes positivos o dibujos para animar a los vecinos del barrio durante el confinamiento. Un hilo que, desde entonces, han mantenido y al que han seguido dando uso, por ejemplo, para poner unas luces de Navidad cuando se acercan los últimos días del año.

Marta Ruiz, desde la ventana de su piso en la calle Holanda, 36, en el barrio de la Torrassa de L'Hospitalet.

Marta Ruiz, desde la ventana de su piso en la calle Holanda, 36, en el barrio de la Torrassa de L'Hospitalet. / Manu Mitru

Los vecinos del número 36 de la calle Holanda recibieron un burofax el pasado 29 de febrero en el que se les comunicaba que una empresa, Bastida Pancarana SLU, había comprado el edificio y donde ya se alertaba de que no tenían intención de renovar o prorrogar los contratos de alquiler a medida que estos fueran venciendo. Aunque la nueva propiedad no lo ha comunicado oficialmente, los vecinos están convencidos de que el objetivo detrás de la inversión es vaciar el inmueble para reformarlo y destinarlo a algún tipo de negocio vinculado al turismo o al alquiler de temporada.

Un caso que les recuerda al de un bloque en la calle Occident, frente al mercado de Collblanc de L’Hospitalet, donde las propietarias dejaron de renovar contratos a los vecinos para pasarse al alquiler de habitaciones, con precios que superan los 600 euros al mes por el derecho a compartir una estancia. Sin embargo, un portavoz de Bastida Pancarana asegura en declaraciones a este diario que “en ningún caso” se ha hablado de alquiler de temporada, aunque sí que reconoce que la empresa “no está abierta a renovaciones” y que prevén que el edificio, de 15 pisos, quede completamente vacío en 2026, cuando finaliza el último arrendamiento vigente.

Reformas

El mismo portavoz asevera que la empresa ha comprado un edificio entero sin tener en mente una “finalidad” concreta. “Una vez el edificio esté vacío se verá qué se mueve en el mercado”, añade. Así, comenta que, aunque solo han podido ver alrededor del 20% de los pisos del inmueble, han detectado “problemas [en la estructura] que podrían ser serios”, aunque admite también que estos no suponen un “riesgo potencial actualmente”.

“A mí no me puedes decir que este bloque no ha tenido reformas porque sí que las ha tenido”, sostiene por su parte Marta Ruiz, quien recuerda que hace años, cuando el vecino de arriba se duchaba a ella le caía agua hasta que cayó un trozo de techo. Dice que entonces vieron una viga y que, “como la anterior administradora pasaba de todo”, pidió una inspección al Ayuntamiento que detectó deficiencias y obligó a reformarlo, así como otros pisos del bloque donde también se hallaron problemas.

El portavoz de Bastida Pancarana apunta que las reformas que prevén realizar en el edificio “no se pueden hacer con los vecinos dentro”. “La idea es dejar el edificio desnudo [en el interior] y hacer una nueva estructura”, así como poner ascensor o tirar paredes: “A lo mejor luego hay menos viviendas, no sé cuántos pisos saldrán”.

'Alternativas'

A su vez, la empresa propietaria afirma que están abiertos a “negociar una salida digna [para los inquilinos], pero dentro de unos parámetros”. Joan Ginesta, vecino de la calle Holanda 36 desde hace siete años, es otro de los arrendatarios a los que primero les termina el contrato, en julio de este 2024. Explica que, cuando se les comunicó que no se les renovarían contratos, ni tan siquiera pagando más de las cuantías actuales, los nuevos propietarios llegaron con “grandes promesas y grandes disponibilidades”. 

Joan Ginesta, en la ventana de su piso en la calle Holanda, 36, en el barrio de la Torrassa de L'Hospitalet de Llobregat.

Joan Ginesta, en la ventana de su piso en la calle Holanda, 36, en el barrio de la Torrassa de L'Hospitalet de Llobregat. / Manu Mitru

Sin embargo, se remite al caso de Marta para poner en duda esa ayuda y comenta cómo después de 38 años en el bloque la alternativa que le dieron fue una prórroga de tres meses, hasta finales de julio, y que, por cada día después de este tiempo que no se fuera del piso les tendría que pagar 100 euros: “Pues muy agradecidos…”. “El caso de Marta es complicado, pero tiene hijos que, digo yo, le pueden echar un cable”, manifiesta por su parte el portavoz de Bastida Pancarana.

El contrato de Joan también caduca en julio de este año. Comenta que si el piso fuera de un matrimonio o un particular y le dicen que lo necesitan “recojo las cosas y me voy”, pero que al ser una empresa que busca hacer negocio ha decidido aguantar, como también prevén hacer, de momento, otros vecinos.

La transformación del barrio

Marta Ruiz explica que cuando sus suegros fallecieron les dejaron una casita en un pueblo de la provincia de Granada, pero que, a sus 60 años, no puede imaginarse yendo allí a vivir después de haber residido toda su vida en L’Hospitalet, primero en Santa Eulàlia y después en la Torrassa. “Yo soy de aquí, he nacido aquí, he vivido siempre aquí, tengo a mis hijos aquí, a mis nietos, mi madre… no entiendo por qué lo hacen”, añade Marta, que explica que hace un tiempo tuvo que dejar de trabajar para cuidar de su padre y su hermano, que enfermaron, y que pagan el alquiler gracias a los trabajos que va haciendo su marido.

La cuestión es que, pese a haber tenido que renovar contrato cada cinco o tres años desde hace décadas, actualmente su alquiler asciende a poco más de 400 euros y que aunque ha contemplado la opción de buscar otro piso, con los precios actuales de los alquileres —en L’Hospitalet han crecido sin parar desde 2014 y ya alcanzan los 800 euros de media— no encuentra nada que se pueda permitir. También dice que ha acudido a Habitatge para ver si podía optar a un piso, pero que la lista de espera es demasiado larga como para contemplar una solución real antes de que venza el plazo.

Jofré Rojas, presidente de la Asociación de Vecinos Collblanc-la Torrassa, explica, más allá de los casos de Holanda y Occident, como hace años que en la zona, fronteriza con Barcelona y bien conectada con el metro, han ido creciendo los pisos turísticos y de habitaciones. Los datos del Ayuntamiento reflejan que, en estos momentos, hay 452 viviendas turísticas legales en la ciudad. De estas, 230, más de la mitad, están entre Collblanc y Santa Eulàlia. Sin embargo, vecinos alertan que cada vez hay más pisos que funcionan sin los permisos requeridos.

Rojas mantiene que los pisos turísticos son una parte del problema, pero que también han ido subiendo los precios de los alquileres en general: "Hay gente que viene a vivir porque piensan que será más barato y a los dos o tres años se van porque los precios ya son demasiado altos. “Estamos en la frontera entre los muy ricos y pobres”, dice Rojas, quien añade que la alta concentración de pisos y gente implica que aún haya “más especulación”.

Alquileres de temporada y regulación

Marta y otros vecinos han buscado apoyo también en el Sindicat de Lloguer de la ciudad, asociación que también denunció públicamente el caso de Occident 14, en el barrio contiguo a la Torrassa. En ese otro caso, los vecinos sí que han visto como la propiedad se pasaba al alquiler de temporada en los pisos en los que iba venciendo el contrato y tampoco renueva a los inquilinos actuales.

Carme Arcarazo, portavoz del Sindicat de Llogateres, apunta que, tras la pandemia, muchos propietarios, principalmente empresas, empezaron a pasarse al alquiler de temporada. “Fue entonces cuando se hizo evidente este agujero legal con el que puedes hacer fuera a la gente o subir el alquiler con frecuencia”, explica Arcarazo, quien señala también que los propietarios pueden cambiar al alquiler de temporada sin penalización y donde el precio es libre. 

Por ello, después de que el Parlament tumbara hace unas semanas una regulación para este tipo de contratos, reclama a las administraciones que pongan también coto a este modelo porque “si no se regula creas incentivos para que se lo salte. Es muy importante que el precio máximo afecte también al alquiler de temporada”.