Ciclismo en los Juegos

Evenepoel destroza la carrera olímpica de ciclismo y se cuelga un segundo oro en París

El astro belga atacó a 40 kilómetros de la llegada, pinchó a 3 de la meta y celebró su segundo oro en los Juegos con los franceses Valentin Madouas y Christophe Laporte con las medallas de plata y bronce.

Mavi Garcia contra el imperio neerlandés de ciclismo.

Remco Evenepoel celebra la medalla de oro.

Remco Evenepoel celebra la medalla de oro. / UCI

Sergi López-Egea

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Ni un inoportuno pinchazo a tres kilómetros de la Torre Eiffel frenó a un Remco Evenepoel convertido en una de las estrellas de los Juegos. El chico mágico de Bélgica ya es tan y tan querido en su país que hasta se ha ganado el amor eterno de Wout van Aert, que parecía un enemigo irreconciliable y que en París se convirtió en su fiel escudero. Dos carreras ciclistas se han disputado en los Juegos y las dos las ha ganado Evenepoel, con clase, con potencia y con estilo. Ni Eddy Merckx, en sus años de gloria, hizo una proeza de tal calibre. No pasó de la 12ª posición, en 1964, con 19 años.

Evenepoel ganó en los Juegos como lo había hecho en el Mundial de 2022. O en sus dos triunfos en la Lieja-Bastoña-Lieja. O en tantas otras carreras con menos pedigrí. Atacó desde lejos, como se había hecho en la época divina de este deporte. O como hacen Tadej Pogacar y Jonas Vingegaard, ambos ausentes de los Juegos. Sin ellos, las carreras olímpicas se convirtieron en una autopista para el astro flamenco, con 24 años, digno sucesor en Bélgica del mito Eddy Merckx.

Ataque demoledor

A 40 kilómetros para la meta se fue hacia la medalla de oro. Lo hizo sin mirar atrás. Atacó a conciencia, sin miedo, después de que Mathieu van der Poel abrió la caja de los truenos en la primera de las tres subidas a Montmartre, donde no cabía un alma. Van der Poel atacó, pero Van Aert, convertido en el ángel de la guarda de Evenepoel, fue a por él y lo neutralizó para marcar el camino del ataque demoledor del astro de todos los belgas, sean flamencos o valones.

Remco Evenepoel, en la colina de Montmartre

Remco Evenepoel, en la colina de Montmartre / XAVI PAZ

Los últimos kilómetros se convirtieron en un concierto para solista de Evenepoel que corría a ciegas. Una cosa es prohibir los pinganillos, la comunicación entre el corredor y su director, y la otra es dejar a los ciclistas sin referencias, sin saber el daño que está haciendo o si hay rivales que están a punto de capturarlo.

España, discreta

A Evenepoel no lo capturaba ni la moto de la televisión francesa, a la que pedía tiempos mientras Valentin Madouas, uno más de los franceses que parecen competir contagiados por el espíritu olímpico de París, se enganchaba a su rueda para resistir como pudo hasta que quedaban 10 kilómetros para decidir las medallas. Sabía Madouas que todo lo que soportara detrás de Evenepoel era un impulso hacia la plata que consiguió en otro día de fiesta para los franceses. Christophe Laporte logró la medalla de bronce como el más rápido del primer grupo perseguidor, en una prueba que por detrás de Evenepoel se había convertido en un caos hasta para la realización televisiva.

Cuando pareció que ya tenía la victoria a su alcance llegó una escena para dar la vuelta al mundo. Pinchó la rueda trasera. Quedaban 3,8 kilómetros y no llegaba el coche del seleccionador belga. Evenepoel chillaba. Se desesperaba creyendo que podía perder la medalla de oro. Ni la avería lo iba a frenar. Casi tuvo medio kilómetro para celebrar la victoria, para levantar la bici en la misma línea de meta y para colgarse el segundo oro después de ganar la contrarreloj olímpica. Los españoles, discretos: Álex Aranburu (18º), Juan Ayuso (22º) y Oier Lazkano (35º).