Turismo

Hacer pagar no es la solución: Las tasas en destinos vulnerables o saturados no disuaden al turista

En parajes naturales y espacios que se pueden acotar, la fórmula que mejor funciona es la del aforo restringido

Barcelona quiere elevar el recargo de la tasa turística hasta los cuatro euros

Multitud de turistas extranjeros llenan la plaza de San Marcos en Venecia durante unas vacaciones de Semana Santa.

Multitud de turistas extranjeros llenan la plaza de San Marcos en Venecia durante unas vacaciones de Semana Santa. / ANDREA MEROLA / EFE

María Jesús Ibáñez

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Fueron concebidas como un sistema de compensación, como un impuesto que pagarían los turistas y que luego sería reinvertido "para mejorar la infraestructura turística, contribuir a la sostenibilidad ambiental y promover el turismo responsable". En muchos países, se le llama incluso ecotasa, porque su principal finalidad es la de restituir el territorio que pueda quedar afectado por el impacto de los visitantes. "Pero se está viendo que el efecto de la tasa turística en este ámbito es prácticamente nulo y no acaba de repercutir en la conservación del medio ambiente", admite Pedro Aznar, profesor del departamento de Economía, Finanzas y Contabilidad de Esade. Tampoco sirve para reducir el flujo de viajeros.

"Es un mecanismo que aplican un número creciente de ciudades y que no está mal visto por los ciudadanos, que lo suelen aceptar de buen grado, pero que no está ayudando a moderar las llegadas de visitantes", prosigue Aznar, que es autor de diversos estudios sobre este tema. Se está viendo, por ejemplo, en Venecia, donde los turistas que visitan la ciudad durante un solo día y que no pernoctan en ella han de pagar una tasa de cinco euros por persona desde la pasada Semana Santa. Solo en lo primeros ocho días de puesta en marcha de la medida se recaudaron 723.000 euros, la cifra que se había previsto ingresar durante los tres primeros meses.

La tasa turística, eso sí, "genera ingresos relevantes para quienes la administran, que la reinvierten en limpieza, en infraestructuras y en compensar otros efectos negativos del turismo sobre el residente, pero que no está funcionando en la mejora de la sostenibilidad", observa el profesor de la escuela de negocios, que ha estudiado diversos casos de ciudades que aplican este impuesto. El último de ellos, el de Manchester, la primera ciudad británica que hace pagar una tasa a los viajeros (de una libra por noche), "pero que tampoco lo ha notado en la reducción de la afluencia de visitas".

Aforos restringidos

"Sí son efectivas, en cambio, otras medidas como las limitaciones de aforo, en aquellos lugares, claro, donde es posible acotar o establecer límites físicos", prosigue Aznar. Este es el caso del Machu Pichu, en Perú, o de la Alhambra de Granada, que restringen la entrada diaria de visitantes en pro de su conservación. "Pueden reducir la demanda los destinos turísticos que tienen un sustituto... Por ejemplo, si Menorca pusiera una tasa, es posible que la gente se fuera entonces a Formentera. Pero hay lugares, como Barcelona, que no tienen ese equivalente o alternativa y a los que los viajeros siguen yendo", constata.

Unos informadores comunican el corte las de carreteras acceso al Parc Natural del Montseny, después de que los aparcamientos de la zona hayan quedado completos.

Unos informadores comunican el corte las de carreteras acceso al Parc Natural del Montseny, después de que los aparcamientos de la zona hayan quedado completos. / Anna Mas Talens

En Catalunya, la fórmula por la que han optado algunos espacios naturales pasa, por ejemplo, por la prohibición de acceder en vehículos particulares del Parc Nacional d'Aigüestrortes i Estany de Sant Maurici, que solo es transitable a pie o mediante los vehículos autorizados que transportan a viajeros desde Espot (Pallars Sobirà) o desde Boí (Alta Ribagorça). Con todo, este espacio pirenaico de alto valor ambiental recibió en 2023 la visita de 628.000 personas, una cifra que casi cuadriplica a la cifra de viajeros que el parque recibió el año 2000, cuando apenas rozó los 190.000.

Otra tipología cada vez más habitual es la restricción de zonas de aparcamiento como que se aplica durante los meses de verano en la Pica d'Estats, que obliga a los visitantes a hacer una reserva y pagar cinco euros al día por su uso. Estas medidas permiten, entre otras cosas, llevar también cierto control del número de turistas y evitar, así, la sobresaturación de estos parajes muy vulnerables ante la presión humana.

En algunos lugares, como el Parc Natural del Cap de Creus, en el Alt Empordà, la Generalitat llega incluso a prohibir el paso a vehículos de motor entre el 1 de junio y el 30 de septiembre, además de los fines de semana de octubre, por motivos, en este caso, de prevención antiincendios. En esos periodos solo es posible transitar por ese espacio protegido a pie o en bicicleta. Aun así, son cada vez más numerosas la voces que reclaman que se estudien nuevas limitaciones y, sobre todo, que se analice hasta dónde puede llegar la presión humana sobre estos entornos frágiles.

Actuar contra la saturación

En un verano en el que España espera llegar a recibir a unos 41 millones de turistas, crecen los movimientos ciudadanos exigiendo que se apliquen medidas para evitar la saturación, lo que los expertos denominan el sobreturismo, en los destinos más demandados. Es el caso, por ejemplo, de Barcelona que ya ha anunciado que elevará el recargo de la tasa turística hasta los cuatro euros y que extinguirá sus 10.000 pisos turísticos en 2028. O de las Canarias, donde han surgido demandas para proteger los lugares más presionados y plantear soluciones que incluirían una moratoria de plazas turísticas, la regulación del alquiler vacacional o la implantación de una tasa.

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