Industria alimentaria

“Diarrea regulatoria”, un mundo a bloques y precios que no volverán a ser lo que eran: esto es lo que temen las empresas que llenan las estanterías de tu súper

El sector del gran consumo augura que la situación geopolítica seguirá redundando en el encarecimiento de la vida y denuncia que el exceso de regulación les hace menos competitivos en este combate

El consumidor español encara la primavera con optimismo económico, pero sin atreverse a dar aún rienda suelta al gasto

Miquel Lladó (IESE), junto a los representantes de AECOC, Ecoembes, ASEDAS y FIAB

Miquel Lladó (IESE), junto a los representantes de AECOC, Ecoembes, ASEDAS y FIAB / IESE

Paula Clemente

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Cuando, hace un año, Ana Aguilar se dirigía a una audiencia parecida a la que tiene enfrente este jueves, lo que más preocupaba entonces al sector era la gran incertidumbre que reinaba en el mercado y la amplísima sensación de vulnerabilidad. “La incertidumbre ha empezado a reducirse –celebra la directora económica de Deloitte España–, pero vemos que surgen nuevas fuentes de incertidumbre asociadas al nuevo tablero geopolítico”. Esta directiva es la encargada de estrenar, junto al profesor Mike Rosenberg, el escenario del 27º IESE Food & Beverage Industry Meeting, y, como tal, será quien empiece a conformar una lista nada menor de cuestiones que preocupan (o deberían preocupar) a las compañías que se dedican a la producción, elaboración o distribución de productos de gran consumo.

“Estamos viendo cambios muy significativos en el flujo del comercio y en la inversión, que están llevando a la regionalización del comercio, lo que impulsa iniciativas de ‘friend-shoring’, es decir, una inclinación por promover el comercio con países afines a nivel geopolítico”, ha explicado Aguilar. A esto, que divide el mundo en bloques y complica la llegada de según qué bienes, se suma la mayor exposición a los riesgos climáticos o que el dinero, en general, seguirá siendo mucho más caro de lo que lo era antes del covid.

Y, claro, la consecuencia es que el precio de la vida seguirá al alza, por poco que suba. “Todos estos elementos van a hacer que haya más presiones inflacionistas de las que teníamos durante la década anterior”, ha confirmado la directiva de Deloitte España, que ha contrarrestado este augurio con varios mensajes positivos: las empresas están mucho menos endeudadas que hace unos años, existe una receta secreta del éxito que es anticiparse todo lo posible a los riesgos macroeconómicos y geopolíticos y todo apunta a que el consumidor seguirá gastando aunque la cosa se complique ligeramente. “Si hay valor añadido, si hay una marca importante… si le das valor a los consumidores, pagarán”, sintetiza Rosenberg.

Claro que quedaban otros varios problemas por aparecer en escena. La consejera delegada de Eroski, Rosa Carabel; la directora general de Frit Ravich, Judith Viader; y la directora corporativa de desarrollo y gestión de personas de Vall Companys, Carmina Chia, han puesto el foco en la falta de profesionales en todos los estamentos de las empresas, en la ausencia de capacidades concretas, en la baja satisfacción, en general, de los trabajadores y en la poca fidelización. “Nos enfrentamos a un problema que es de primer nivel”, ha asegurado la primera ejecutiva del supermercado vasco.

Burocracia como freno a la competitividad

Pero por lo contundentes que han sido luego cuatro altos cargos de algunas de las asociaciones de empresas más representativas del sector, la grandísima inquietud de esta industria sigue siendo la burocracia y la excesiva regulación. Según el discurso del director general de FIAB, Mauricio García de Quevedo, si bien la Unión Europa (UE) es consciente “de la diarrea regulatoria que ha puesto en marcha”, no está variando “ni un ápice” una política normativa que “tiene voluntarismo detrás, pero carece de eficiencia y eficacia”. “Los objetivos que persiguen están muy lejos de poder ser alcanzados”, ha añadido este exdirectivo de Kellogg’s, que ha cifrado en 5.000 millones de euros los costes del impuesto al plástico, por ejemplo, y ha citado normas como el reglamento de envases o la directiva de información al consumidor.

El secretario general de ASEDAS, Felipe Medina, ha sustituido “diarrea regulatoria” por “tsunami regulatorio”, pero ha articulado su discurso en una línea similar: un comercio cualquiera en España tiene que enfrentarse a 3.000 normas cada año. Sin ir más lejos, en el próximo mandato de la Comisión Europea está previsto que se aprueben 600 actos delegados. “Y eso hay que sobreponerlo a las normativas estatales, autonómicas y locales”, ha denunciado la directora de comunicación, relaciones institucionales y asuntos públicos de AECOC, Nuria de Pedraza.

Esta experta ha asegurado que a los directivos del sector les preocupa mucho más este marco regulatorio, que además supone una desventaja competitiva con el resto del mundo, que cuestiones como la geopolítica o la ciberseguridad; y que su consejo es estar al caso y anticiparse, sin querer ser los primeros de Europa en asumir todo cambio regulatorio por riesgo a perder competitividad en el camino. “Hoy quizás podemos ser sostenibles sin competitividad, pero en el futuro seguro que no”, ha concluido el vicepresidente de Ecoembes, Javier Solans. Ambas cosas, ha rematado, “tienen que ir completamente en paralelo, no nos queda otra”. 

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