Cata Menor
Un canelón, un corpinnat y la reivindicación del Penedès, por Pau Arenós
¿Por qué el Penedès, siendo un destino enoturístico de primera y a pocos kilómetros de una metrópoli, no recibe las visitas y el entusiasmo de lugares equiparables?
El cava con ADN: 23 generaciones y 600 años de historia
Sangre de xarel·lo: una visita subterránea al Penedès
Pau Arenós
Coordinador del canal Cata Mayor
Periodista y escritor, con 18 libros publicados, entre ellos, novelas y cuentos, y media docena de premios, como el Nacional de Gastronomía. Ha estado al cargo de las revistas 'Dominical' y 'On Barcelona' y ha dirigido series de vídeorecetas y 'vídeopodcast'. El último libro es 'Las pequeñas alegrías'.
De nuevo en Sant Sadurní, esta vez, en las cavas de Recaredo, y la repetición de la sorpresa. Existe un anverso y un reverso de la población: la de la superficie y la subterránea.
Los edificios, arriba, y las torres de cristal, debajo.
Sant Sadurní tiene los pies de vidrio y burbujas.
En compañía de Josep Mata, tercera generación de Recaredo, bajamos las escaleras que llevan a las galerías, donde duermen los espumosos.
Junto a otras casas con historia como Gramona o Torelló fundaron Corpinnat, en busca de la excelencia del cava con altos criterios de cultivo, selección y adherencia al territorio y sus variedades.
Corpinnat, pues, neologismo que tiene que convertirse en sustantivo.
Una copa de corpinnat, una botella de corpinnat.
Fueron los abuelos, a veces, con pico, quienes perforaron en una tarea de topos cuyo resultado sale a la luz de una forma brillante.
Las manos son los instrumentos de esta familia: se vendimia a mano, se remueven las botellas en los pupitres a mano, se degüella a mano. Y, por eso, un xarel·lo como Turó d’en Mota tiene todos los requisitos para ser excepcional. “Somos xarel·listas”, dijo Josep.
Esa fue la última botella, un 2008, que se sirvió la noche de la cena que Julià Bernet, del restaurante Vilagut, ofreció en la bodega de Recaredo, como parte del tercer Festival Gastronòmic Corpinnat.
Estuve en Vilagut, en el emplazamiento original, en Vilafranca del Penedès, ahora, en otra dirección en la misma ciudad.
Me gustó entonces que Julià se ocupara, en una reivindicación de la artesanía, de amasar pastas y hojaldres, invirtiendo horas en procedimientos que la industria facilita.
Trabajo, también, de manos, que repitió con el 'brioche' de tomate/queso/gelatina de hierbas o el canelón de pularda de Cal Nadal. Atención al cabrito con escalivada y salsa de corpinnat.
En otra carta ya abordé el asunto: ¿por qué el Penedès, siendo un destino enoturístico de primera y a pocos kilómetros de una metrópoli, no recibe las visitas y el entusiasmo de lugares equiparables? Sin duda, le faltan artilugios culturales: películas, series, novelas...
¿Alguien se lanza con una novela negra y un cadáver degollado entre las botellas en una húmeda galería?
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