Verde que te quiero verde

Las mejores terrazas de Madrid para rodearse de naturaleza (y comer bien)

No todo es asfalto: aquí se puede comer y cenar con vistas a jardines, olivos, parques...

Las mejores terrazas de restaurantes para disfrutar de una buena comida en Barcelona

Terrazas de buen comer: estas son las 10 mejores de Madrid

La terraza de Iván Saez en el Club de Campo (Madrid).

La terraza de Iván Saez en el Club de Campo (Madrid). / Club de Campo

Javier Sánchez

Javier Sánchez

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En julio y agosto el asfalto madrileño hace de las suyas y se transforma en una sartén al fuego, abrasando todo lo que se posa sobre él. Es cuando toca buscar refugio en lo verde. Para los que no tengan la posibilidad de escapar de la urbe, hay espacios más amables en muchos de los cuales, además, espera buena gastronomía. Puntos de fuga que se salen del cemento: aquí van siete opciones para comer y cenar alejados (momentáneamente) de tubos de escape y sonido de cláxones.

Terraza Club de Campo

Iván Sáez se trasladó el año pasado a esta ubicación que, aunque dentro del Club de Campo (carretera de Castilla, kilómetro 2), funciona no solo para socios sino también para visitantes. Entre campos de golf y encinas, en un espacio verde cinco veces mayor que el Retiro, Sáez ofrece lo mejor de su cocina con platos vestidos de corto como el pez limón en escabeche fresco de hierbas o el bonito con liliáceas terminado en mesa con una infusión de flores. Destacan también los arroces, como el de lomo de vaca con tuétano, o los principales de carne como el pato en dos servicios, con la pechuga asada y los muslos estofados e introducidos en ‘raviolis’. Se puede optar por la carta o por un menú degustación. Excelente selección de vinos para redondear. 

Villa Verbena, en la Casa de Campo (Madrid).

Villa Verbena, en la Casa de Campo (Madrid). / Villa Verbena

Villa Verbena

Parece increíble como, en tan solo un lustro, el panorama gastronómico de la Casa de Campo madrileña ha cambiado tanto. Entre los restaurantes que han abierto en este tiempo destaca Villa Verbena (paseo de Maria Teresa, 3), la aventura conjunta de Grupo Triciclo y The Hat que ofrece gastronomía de solvencia al pie del lago. Aquí se puede empezar comiendo unas ostras, para luego pasar a verduras a la brasa, como los puerros con ‘coppa’ Joselito y salsa romesco o el aguacate con maíz y escabeche de zanahoria. Entre los principales, que también pasan por parrilla, encontramos sardinas, 'sapito' (rape) o lubina salvaje. También hay carnes de las que tirar, como el lomo bajo o la chuleta. Esto sí es una buena verbena.

La terraza de Filandón (Madrid).

La terraza de Filandón (Madrid). / Filandón

Filandón

El restaurante de Pescaderías Coruñesas sigue siendo una referencia absoluta del buen comer en la capital, situado además en el monte de El Pardo (carretera Fuencarral-El Pardo, M - 612, km. 1,9), un bosque mediterráneo que abraza al restaurante. Es el entorno perfecto para una cocina basada en el fuego, al que se asoma el mejor producto del mercado, especialmente en lo que toca al mar. Rodaballo, lenguado 'Evaristo' -desescamado y sazonado con sal fina- o besugo se hacen a la parrilla y se terminan con ajo y guindilla. También hay carnes y hay que dejar sitio para los postres: una tarta de queso templada al estilo del añorado Zuberoa y las clásicas filloas de la casa.

Olivar de Castillejo

Sorprendente lo de este remanso de paz entre olivos (Menéndez Pidal, 3) que está a tiro de piedra de la ruidosísima calle de Alberto Alcocer. Más de un centenar de estos árboles rodean el espacio, que cuenta con una animada oferta cultural centrada en la música clásica. Para acompañar, una carta aseada de picoteo con algunas ideas que suenan bien como la torta de Inés Rosales con salmón ahumado y aguacate o el tataki de buey en su jugo con patatas. No se reserva y el acceso es bajo riguroso orden de llegada bajo pago previo de 15 euros de donativo a la fundación Olivar de Castillejo.

El Jardín de la Máquina (Madrid).

El Jardín de la Máquina (Madrid). / El Jardín de la Máquina

El Jardín de la Máquina

Aunque el primero de los restaurantes de La Máquina abrió en Madrid hace más de 40 años, la sucursal más fresca que, como su propio nombre indica está rodeado de jardines (y de un lago), lo hizo más recientemente: en 2016 (avenida de la Victoria, s/n, Moncloa - Aravaca). La fórmula es, eso sí, la misma que ha hecho de La Máquina un referente capaz de sobrevivir en la jungla (que no jardín) de Madrid durante tantos años. Aquí la fabada nunca falla, igual que los pescados, donde uno se topa desde rape del Cantábrico a virrey. Entre las especialidades cárnicas, las mollejitas de ternera crujientes a la brasa o las chuletas de cordero lechal concuerdan con ese ambiente a pícnic ‘chic' que se deja notar en el ambiente.

Cabaña Marconi

Una casita de estilo sueco en medio de una urbanización, llena de zonas verdes a las afueras de Madrid. Eso es Cabaña Marconi (camino del Cura, 233, Encinar de los Reyes), uno de esos espacios singulares que reflejan la personalidad de su ideólogo, Marcos Olazábal Janson, que ofrece en este espacio acristalado con vistas a un amplio jardín, una cocina tan nórdica como mediterránea. Arenques y tosta de gambas -la tradicional del mercado de Estocolmo- comparten espacio con la butifarra del Valle de Arán o las costillas de cerdo ibérico deshuesadas. No faltan las famosas hamburguesas suecas.

Uno de los platos de la carta de Arpillera (Madrid).

Uno de los platos de la carta de Arpillera (Madrid). / Arpillera

Arpillera

No está entre las zonas verdes más conocidas de Madrid el parque forestal de Valdebernardo, que tiene el tamaño del Retiro y se ubica en el este de la capital. Allí se encuentra el restaurante Arpillera (avenida de la Democracia, s/n), con unas vistas de escándalo para no perderse detalle de los atardeceres sobre el estanque. La carta no tiene pretensiones pero cumple si se elige bien: no hay que liarse y empezar por una gilda o una ensalada de burrata con pico de gallo y vinagreta de pesto antes de lanzarse a por las hamburguesas, la estrella del local. Aquí se viene a comer, sí, pero también a darse un respiro.