Deterioro acelerado

El último Informe sobre el Estado del Océano apela a la política y la gestión

El informe considera vital la vigilancia del océano y la restauración de los ecosistemas ante la aceleración de su calentamiento, el cambio en su composición química, la pérdida del ecosistema y la subida del nivel del mar

La Declaración de Barcelona reclama acciones urgentes para frenar la contaminación del océano

El investigador del CEAB-CSIC, Miguel Ángel Mateo, realizando una observación de campo en una pradera de posidonia.

El investigador del CEAB-CSIC, Miguel Ángel Mateo, realizando una observación de campo en una pradera de posidonia. / CEAB-CSIS

Glòria Ayuso

Glòria Ayuso

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El último Informe sobre el Estado del Océano 2024 de la Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la Unesco alerta sobre el estado actual y el ritmo de aceleración del deterioro del océano y de su capacidad para garantizar el equilibrio de los ecosistemas y el planeta. Más que un estudio científico, el informe, claro en sus conclusiones, se dirige a responsables en la toma de decisiones para que identifiquen las prioridades políticas y de gestión, así como las áreas de enfoque para la investigación, en línea con la Agenda 2030. 

El documento destaca el importante papel de las áreas marinas protegidas, la protección costera y una adecuada planificación espacial. Asimismo, incide en que debe establecerse una verdadera colaboración entre todos los tipos de poseedores de conocimiento, investigadores, gobiernos y sector privado

Aumento de la temperatura

También alerta de que la tasa de calentamiento del océano, que absorbe el 90% del exceso de calor liberado en la atmósfera, se ha duplicado en 20 años, siendo 2023 uno de los años con mayor aumento desde la década de 1950. Las temperaturas oceánicas ya han aumentado en promedio 1,45 °C sobre los niveles preindustriales, con puntos críticos por encima de 2 °C en el Mediterráneo, el Atlántico Tropical y los Océanos del Sur.

Las temperaturas oceánicas representan el 40% del aumento global del nivel del mar, ya que a medida que el agua se calienta, se dilata. La tasa de aumento se ha duplicado en los últimos 30 años, hasta los 9 centímetros. Asimismo, desde la década de 1960, el océano ha perdido un 2% de su oxígeno debido al aumento de temperatura y los contaminantes, gran parte procedentes de la actividad tierra adentro, incluidos las aguas residuales y los escurrimientos agrícolas. Las especies costeras son las más afectadas. El informe identifica unas 500 zonas ya casi sin vida debido a un oxígeno menguante.

Aumento de la acidez

El exceso de CO₂ en el océano, que ha absorbido hasta un 30% de las emisiones de combustibles fósiles, está cambiando su composición química. Su acidez, que ha aumentado un 30% desde tiempos preindustriales, alcanzará un 170% para 2100, según cifra el informe. Mientras que las aguas de alta mar están volviéndose más ácidas de forma progresiva, los cambios de acidez bruscos en aguas costeras provoca la muerte masiva de especies.

Plantación de posidonia.

Plantación de posidonia. / EP

El informe pone el foco en posibles soluciones. Los bosques marinos, incluidos los manglares y las praderas de posidonias, pueden absorber hasta cinco veces más carbono que los bosques terrestres, lo que los hace muy valiosos en la lucha contra el calentamiento global. Sin embargo, el Informe sobre el Estado del Océano revela que casi el 60% de los países aún no incluyen la restauración y conservación de bosques marinos en sus planes de acción para mitigar el cambio climático (NDC).

Restaurar zonas degradadas

Nuevos datos evidencian que cuanto mayor es el nivel de regulación en una área marina protegida, más efectiva es en proteger los ecosistemas locales. “Hay que restaurar las zonas ya degradadas y, sobre todo, evitar que mueran las que aún existen, ya que con su descomposición liberan el CO₂ que tienen acumulado”, lo que empeora la situación, advierte a EL PERIÓDICO el director del Centro Oceanográfico de Gijón (IEO-CSIC) y uno de los coordinadores del informe, Rafael González–Quirós.

El informe abre la puerta a estudiar la aplicación de ingeniería y técnicas para incrementar la capacidad del océano de capturar carbono para mitigar el cambio climático. Si bien la comunidad científica siempre se había mostrado contraria a abordar esta posibilidad por el peligro de alterar el equilibrio del ecosistema marino, actualmente, y ante la emergencia climática, se muestra más abierta a contemplarla. “Estamos obligados a hacerlo, a tomarlo como alternativa y estudiarla para ver si es viable o no, hay que saber cuáles son las consecuencias sobre el ecosistema”, conviene Rafael González–Quirós.

El documento subraya que para encontrar y poner en práctica soluciones es imprescindible construir una infraestructura y red de observación oceánica a nivel global, que es “crítica para gestionar el riesgo y satisfacer las futuras demandas de industrias oceánicas sostenibles”. Para González–Quirós, “tanto para gestionar el grave problema que tenemos como las oportunidades, necesitamos conocer bien el medio, saber cómo funciona”. La Comisión Europea estudia introducir una directiva de observación del océano. Mientras tanto, cada país la lleva a cabo según su voluntad, cuando el reto se encuentra en lograr una estandarización de las mediciones, de los aspectos más críticos y series temporales que permitan determinar tendencias.