NOVEDAD EDITORIAL

Juan Tallón: "Es terrible ser siempre el mismo escritor"

En 'El mejor del mundo', el autor gallego cuenta la historia de Antonio Hitler, un empresario que, al volver de un viaje de trabajo, encuentra su mundo cambiado

Juan Tallón: "'Obra maestra' es como una película de Hitchcock y un homenaje a mi paciencia"

El escritor Juan Tallón, fotografiado en su casa de Ourense durante la entrevista.

El escritor Juan Tallón, fotografiado en su casa de Ourense durante la entrevista. / IÑAKI OSORIO

Inés Martín Rodrigo

Inés Martín Rodrigo

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Hace 20 años, cuando la vida le "parecía maravillosa", Juan Tallón (Vilardevós, Ourense, 1975) se compró un piso y se fue a vivir solo. Una noche, tuvo una pesadilla: regresa a casa un día y, al abrir la puerta, se encuentra con dos personas a las que no conoce, pero que resultan ser su mujer y su hija.

Entonces, el escritor, que hoy tiene pareja y es padre, estaba soltero. Aquel sueño, con el tiempo, fue tan recurrente que terminó convertido en obsesión literaria. Y de él parte, de ese escenario inviable, su nuevo libro, 'El mejor del mundo' (Anagrama), una novela que estuvo a punto de titularse Hitler.

Es, ese, el apellido del protagonista, un tipo llamado Antonio, sin escrúpulos, obsesionado con prosperar, que dirige una funeraria y, tras volver de un viaje de trabajo al otro lado del Atlántico, empieza a advertir que su mundo, la realidad que antes habitaba, ha cambiado, nadie es quien era, ni siquiera él mismo, que se ve viviendo otra vida, alternativa, distinta, y no le gusta, nada.

Esa experiencia de extrañeza, sumada al cuestionamiento de la identidad, de su naturaleza inamovible, son los motores narrativos de una historia con la que el autor, cuya dirección, en Ourense, es la misma que la del personaje principal, o a la inversa, como muchos de los escenarios, compartidos, intercambiables, sigue mirando al mundo de una forma extraordinaria.

A los escritores les gusta meterse en líos. Esta novela lo prueba.

Claro, porque si resulta demasiado sencillo quizás tenga menos mérito y sea menos estimulante para tu creatividad.

En los agradecimientos del libro menciona el autoengaño.

Es que esta es una profesión de gente que se autoengaña continuamente. Pero está bien, engañarte con que será sencillo y, después, tú ya sospechabas que no podía ser sencillo algo que arranca así, con un escenario que remite más a la literatura fantástica que al realismo.

Sencillo o complicado, la escritura es siempre un juego, ¿no?

Sí, es un juego, pero se puede volver muy serio. Entramos a participar de él, pero queremos que ese juego, cuando un lector lo comparte, lo lea como algo en lo que descubre cierta verdad. Es un juego, pero quiere ser la vida.

Verdad, esa palabra es…

Me refiero a auténtico. Cuando lees una ficción, al margen de que sabes que es una ficción, hay autores que te hacen entrar en la historia y no te cuestionas que eso no pasó. A menudo, la ficción sirve para entender una parte de la realidad en un sentido muy íntimo, aunque lo que cuenta sea pura fantasía.

"A menudo, la ficción sirve para entender una parte de la realidad en un sentido muy íntimo, aunque lo que cuenta sea pura fantasía"

En esta novela, de nuevo, ficción y realidad se mezclan, los escenarios son reales, pero la historia es inventada y, por momentos, delirante. ¿Cómo entiende el diálogo entre esas dos dimensiones?

Yo creo en la mezcla indivisible de las dos partes. Tampoco tengo mucho interés en dejar claros cuáles son los límites, en mi literatura siempre se están confundiendo, la reacción del lector puede ser la de estar continuamente en el cuestionamiento, en la duda. Mis novelas siempre transcurren entre fogonazos históricos, en mitad de una gran ficción, que pueden hacer dudar al lector de si realmente eso pasó. 

Al final, el protagonista del libro se da cuenta de que su destino es el cambio, que «la naturaleza de todos los hombres es no ser durante mucho tiempo el mismo». ¿Les pasa lo mismo a los escritores?

Yo creo que si no les pasa lo mismo debería pasarles. Es muy difícil ser siempre el mismo escritor.

O muy fácil.

Sí, pero es terrible ser siempre el mismo escritor. Yo entiendo que, en un momento dado, cuando un escritor cree haber dado con una fórmula que seduce a los lectores, puede ser tentador intentar seguir trabajando con ella. Y seguro que hay autores que no quieren moverse de esa fórmula porque están cómodos, porque, al margen de que tengan o no aprobación, éxito, dominan la fórmula y eso les permite seguir trabajando. Pero hay un momento a partir del cual empieza a tener poco mérito eso, ¿no?

Juan Tallón, autor de 'El mejor del mundo'.

Juan Tallón, autor de 'El mejor del mundo'. / IÑAKI OSORIO

Sobre todo, para uno mismo.

Incluso, también, a lo mejor, para los demás. El autor tiene que evolucionar y, quizás, tiene que estar evolucionando siempre. No digo que no tengas una voz y cultives tu voz, o no tanto la voz como la mirada. Lo que más identifica a un autor como tal es el modo en que mira al mundo y le da traslado. La mirada no cambia, si la tienes, pero, después, todo lo demás cambia y es bueno que cambie.

Le cito: "A casi todo el mundo, en algún momento de su vida, le disgusta ser uno mismo, ser el que es". ¿Alguna vez le ha sucedido eso al Juan Tallón novelista, ha querido ser otro escritor?

Sin duda. Cuando empiezas a interesarte por la escritura es porque, quizás, has tenido unos referentes, como escritor, muy impactantes antes de eso y el mero efecto de la admiración te lleva a la imitación. Yo he tenido épocas en las que he querido escribir como otros escritores, no muchos, y yo creo que es natural que quieras escribir como aquellos a los que admiras. Pero, después, te vas dando cuenta de que eso no conduce a ninguna parte, forma parte de un proceso de aprendizaje. Y hay un momento, cuando asumes eso, que lo que quieres es descubrir que puedes escribir como tú.

"El autor tiene que evolucionar. La mirada no cambia, si la tienes, pero, después, todo lo demás cambia y es bueno que cambie"

Dice que esos escritores no han sido muchos. Dígame alguno.

Yo he tenido épocas de arrebato total con Quim Monzó, con Sergi Pàmies, con Francisco Umbral, con Vila-Matas…

Y gracias a ellos, tal vez, ha terminado siendo usted mismo.

Sí, seguro que gracias a ellos y a otras muchas lecturas. Uno no sabe de qué aleaciones está hecho, es imposible de calibrar, pero seguro que nada de lo que has leído ha caído en vano y se ha mezclado de una manera única. Nadie lee como otros, todos leemos como nosotros mismos, y las mezclas de autores, de corrientes, que vamos haciendo a lo largo del tiempo son únicas. En ese sentido, cada escritor está formado de una bibliografía intransferible, inimitable.

El protagonista padece lo que usted denomina "rencor de estirpe", "una versión más malvada que el rencor de clase, que provoca que cada nuevo miembro de una familia deba aborrecer a su progenitor". Llevémoslo a la literatura, ¿cómo crece y se hace un novelista?

Supongo que no hay una forma o un molde, pero yo creo que, en todas partes, los escritores se hacen en base a escritores anteriores a los que leyeron. Y, después, fuera del molde, cada uno busca algo diferente en su escritura. Habrá algunos que buscarán el éxito a toda costa; otros no buscan el éxito, si entendemos como éxito vender; otros ni siquiera piensan qué va a ser de su libro una vez llegue a una librería… Hay muchas formas de ser escritor.

No hay duda que deseo la aprobación. Todos queremos, puestos a pedir, que lo que escribimos merezca el aplauso de la masa crítica

¿Y usted qué busca?

Yo creo que no hay duda que deseo la aprobación. Es un escenario generalmente deseado el de poder vivir de las cosas que escribes, porque eso te va a permitir centrarte más. Todos queremos, puestos a pedir, que lo que escribimos merezca el aplauso de la masa crítica. Pero yo escribo al margen de eso, en el sentido de que, cuando estoy trabajando, sólo pienso en el puro juego.

¿Ni siquiera en el lector?

El lector es el último en el que pienso, el lector no existe en esa parte del proceso. Cuando el libro está en la calle, amo al lector, pero, cuando yo estoy escribiendo, el lector me importa un pito. Escribo lo que quiero escribir, lo que creo que funciona narrativamente, pero no calculando que esa propuesta narrativa va a seducir a más personas que si opero con otros mecanismos. Quizás no puedo responder a por qué escribo, en general, pero lo que estoy haciendo es lo que quiero hacer y no pienso en terceros.

Llevo muchos años leyéndole y el apellido del protagonista, Hitler, es una evidencia más de que le gusta pasárselo bien mientras escribe y, también, provocar al lector.

He reflexionado qué había de provocación en una elección así y he llegado a la conclusión de que no es la provocación lo que me llevó a utilizar este apellido. Yo estaba trabajando sobre la experiencia de la extrañeza y, en la experiencia de la extrañeza, el nombre que al final decidí que llevaría el personaje añadía una capa más. Pocas cosas soy capaz de imaginar que sean más extrañas que apellidarse Hitler, a día de hoy. Cuando lo vi en el papel escrito por primera vez, enseguida pensé que a la capa de extrañeza se sumaba el elemento de la intriga. Automáticamente, ese apellido genera preguntas en el lector, el lector se llena de desconcierto, entra en una necesidad de avanzar, necesita explicaciones.

"Cuando el libro está en la calle, amo al lector, pero, cuando yo estoy escribiendo, el lector me importa un pito"

Hay un momento en el que el narrador se cuestiona si es más fácil sobrevivir al éxito o al fracaso. ¿También pasa en la literatura?

Claro, a veces nos convertimos en juguetes rotos.

Usted viene de una novela como 'Obra maestra', con la que consiguió el aplauso de la crítica. ¿Le ha costado alejarse de su larga sombra?

Sí, porque he estado casi dos años y medio no hablando de otra cosa. Me alegro que me haya sucedido, pero, cuando entrego el libro, para mí, desde el punto de vista de la creación, ya es un libro muerto. Sí, ahora tendré que desdoblarme y pasar de escritor a comercial o a conferenciante, y está bien, y me gusta, aunque te pueda generar un poco de cansancio estar defendiendo continuamente lo que has escrito. Pero, en tu cabeza, ya está funcionando un libro vivo, que todavía no existe. Aunque tú no seas del todo consciente, hay una expectativa.

Usted es consciente.

Claro, el "¿y ahora qué vas a hacer?". Lo ideal hubiese sido escribir un libro de poesía, rompe la vigilancia, cambias el género de una manera tan salvaje que ya no se pueden seguir sus pasos, pero no escribo poesía.

A tenor de lo sucedido en los últimos años, ¿cree que el cuerpo se acostumbra a los golpes de irrealidad, como le pasa a Antonio Hitler?

Convivimos constantemente con los golpes de irrealidad. Somos profundamente adaptables, nos acostumbramos a la pérdida, a las ausencias, a todo. No digo que nos olvidemos de las cosas que hemos perdido, no olvidamos, pero…

Aprendemos a vivir sin ellas.

Claro, no aprendemos a no tenerlas en cuenta. Nos acostumbramos a todo, a los golpes terribles, también. Nos caemos y nos levantamos, cada uno se levanta a su manera y no digo que no cojee, pero, en general, estamos hechos para soportar golpes y asimilar frustraciones y adversidades. Y yo creo que las ficciones y la realidad son casi imprescindibles para desarrollar facetas. La esperanza, es complicado vivir sin ella, pero es una ficción.

Encontrar la importancia es la tarea de máxima dificultad que enfrentamos todos. Nos pasamos la vida dando importancia a las cosas equivocadas

Su protagonista no sabe quién es. ¿Es ese el sentimiento más extraño que uno puede tener?

Realmente, el creer saber quién eras y descubrir que ya no eres así es terrible. Es un juego de paroxismo en la novela, también sobre la identidad. A menudo, estamos dispuestos a creer que la identidad es una esencia inmutable, que hay algo en nosotros que es sólido, nunca va a cambiar y nos diferencia a unos de otros. La novela trata de cuestionar eso. La identidad es lo más mutable que existe y el cambio es la esencia de la vida y afecta, también, a tu forma de ser, de pensar, de posicionarte en un contexto. La identidad es una ficción. Decidimos creer que somos así porque venimos de aquí o de allí, pero eso el tiempo se encarga de desmontarlo. Yo soy así hoy y, dentro de un tiempo, voy a ser de otra manera. Cambian los caracteres, la forma de pensar, de vestir, todo cambia, tú también, nadie es él mismo. A veces, porque también es complicado vivir sin operar con ficciones, con mentiras, nos comportamos como otro, nos cuesta reconocernos en ese comportamiento.

En la novela, el narrador plantea que, quizás, el mundo siga siendo el mismo, pero con las piezas cambiadas de sitio. ¿La literatura ayuda a ordenar esas piezas, es una herramienta de ordenamiento?

Yo diría que sí. La literatura sirve para intentar poner orden donde quizás no lo hay, y también para ordenarte a ti. A veces, la única forma de descubrir qué piensas de las cosas es escribiendo sobre ellas. La literatura sirve para sistematizar un sistema de pensamiento, para disponer un universo emocional, para encontrar la importancia. Encontrar la importancia es la tarea de máxima dificultad que enfrentamos todos. Nos pasamos la vida dando importancia a las cosas equivocadas. Manejar el arte de asignar importancia sería el gran superpoder del ser humano. Nos estamos equivocando continuamente, dando importancia a cosas que no la tienen.

'El mejor del mundo'

Autor: Juan Tallón

Editorial: Anagrama

288 páginas. 18,90 euros

A la venta el 4 de septiembre