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Premio Empresario del Año Banco Sabadell: Alfonso Jiménez, presidente de Cascajares

Texto: Redacción

Resurgir de las cenizas para seguir creciendo

Alfonso Jiménez, fundador de Cascajares, conversa con el rey Felipe VI, junto a Alfonso Fernández Mañueco, en la inauguración de la nueva planta.

Alfonso Jiménez, presidente de Cascajares, comparte el relato del devastador incendio que acabó con su empresa en Dueñas para lanzar un mensaje de optimismo y esperanza, señas de identidad de la marca de platos preparados.

Normalmente, un empresario tiene guardada en su memoria la fecha en la que puso en marcha su negocio. En el caso de Alfonso Jiménez, fundador de Cascajares, nunca olvidará aquel 26 de enero de 2023, cuando, casi tres décadas después de iniciar este maravilloso sueño con su amigo y socio, Francisco Iglesias, veía cómo las llamas devoraban la fábrica en Dueñas (Palencia).

Conocida como productora de platos preparados tan emblemáticos como el capón de Cascajares, la pularda trufada, el pavo asado o el cochinillo, las imágenes del fuego dieron la vuelta al mundo y permanecieron en la retina de Jiménez durante mucho tiempo. Pero ello no le impidió ponerse inmediatamente manos a la obra para volver a levantar ese pequeño gran imperio que con tanta ilusión había levantado.

«Cuando se quemó la fábrica, estábamos en nuestro mejor momento. 2022 había sido un buen año para Cascajares, con doce millones de euros de facturación. A pesar del precio de la energía y del incremento de costes de las materias primas, vivíamos un momento histórico. Y 2023 iba ser un gran año también, si tenemos en cuenta los contratos firmados. Ya recuperados de la crisis del COVID, teníamos previsto alcanzar los 20 millones de facturación», resume Jiménez, natural de la localidad zamorana de Villardeciervos. «El incendio fue una gran cura de humildad, de esas que llegan cuando te empiezas a creer alguien», considera.

La planta de Cascajares, devorada por las llamas.
La planta de Cascajares, devorada por las llamas.

Echando la vista atrás, reconoce que no es la primera vez que Cascajares se enfrenta a una situación complicada. «Somos una empresa valiente y muy resiliente, acostumbrada a sacar partido de las dificultades desde sus orígenes», apunta. Y es que nació en 1994, en medio de una gran crisis económica, sin nada que perder, con veinte años y 160.000 pesetas cada uno de los dos socios en sus bolsillos. Su ahínco hizo que aquella pequeña empresa de cría de capones creciera y convenciera al banco para concederles un crédito de treinta millones de pesetas, con el que levantaron su primera fábrica en Villamuriel del Cerrato. «Poco a poco, los beneficios empezaron a superar a los gastos y comenzamos a vender por toda España», señala.

Llegó 2008 y Cascajares no fue ajeno a la crisis financiera, que provocó una caída muy importante de los platos preparados. «A nosotros nos cogió en muy mal momento, porque estábamos abriendo Canadá, donde necesitaban recursos que aquí no estábamos generando. Apoyándonos en la marca y la gente, conseguimos salir de aquel «siniestro», porque nosotros así lo consideramos», asegura.

En 2019 las cosas parecían ir viento en popa, con diez millones de facturación, siendo en España un referente en platos preparados. «Pero llegó el COVID y lo perdimos todo», sentencia. Ventas negativas en marzo de 2020. «No es que no vendiéramos, es que los clientes nos devolvían los pedidos y los teníamos que aceptar, incluso productos que habíamos hecho a medida, conscientes de que no se iban a poder utilizar», lamenta.

«Cuando se quemó la fábrica, era nuestro mejor momento, con doce millones de facturación»

Volvieron a rearmarse y cerrar 2022 con un 30% de beneficios más que en ese 2019, pero el fuego arrasó esa subida. Por eso, Jiménez tiene claro que «todo es cíclico, nada es para toda la vida, ni lo bueno, ni lo malo», pensamiento de un empresario atípico, que se guía por el corazón. «Soy muy pasional. Lo era antes y, tras el fuego, lo soy mucho más. Lo estoy haciendo todo desde el corazón», aseguraba durante los momentos más duros de esa última crisis, donde su mayor obsesión era no perder a su equipo. De hecho, estando en ERTE renovó el contrato a personas que trabajaban en la fábrica como eventuales y confeccionó una lista de difusión de WhatsApp con todos sus empleados para enviarles mensajes cada día y seguir en contacto. «Quería mantener vivo el sentimiento de pertenencia, para que nadie se sintiera solo u olvidado y se fuera a otros proyectos», justifica.

No es la primera vez que el presidente de Cascajares cuenta la historia de este incendio que le cambió la vida y le ayudó a rehacerse y avanzar. «Necesitaba contarle al mundo lo que había pasado, mi relato de superación tenía que llegar a la sociedad», considera. De hecho, ha realizado numerosas charlas en colegios «para que los niños entiendan lo que es la superación de la frustración y la gestión de la adversidad», también en universidades y empresas «para que la gente entienda que ante un gran fracaso hay una gran solución. Y quiero que nuestra historia de superación llegue también a toda la sociedad a través de un producto que hemos llamado El Ave Fénix de Cascajares», una pularda -el producto más vendido de la marca- con la que transmiten su historia de superación, «el relato de un grupo humano de 74 personas que, de repente, lo pierde todo y durante unos minutos se queda noqueado en el suelo. Pero es un equipo resiliente, capaz de levantarse y seguir vendiendo y generando negocio», valora.

Ese «Ave Fénix» se ha convertido también en un producto solidario, pensando en otros colectivos que han sufrido las consecuencias del fuego y que además, le toca muy de cerca, puesto que es natural de la zona. Se trata de los vecinos de la Sierra de la Culebra. «En Cascajares conocemos bien las heridas que infringe el fuego y queremos contribuir a que esa zona recupere su diversidad. Y nuestros producto será el vehículo para ello, porque se destinarán tres euros de cada venta para replantar treinta hectáreas de la Sierra de la Culebra con encinas, robles, castaños, pinos y cerezos, para que ese espacio de biodiversidad vuelva a dar alimento y cobijo a la fauna de la zona», anunciaba cuando presentó ese proyecto.

Alfonso Jiménez Rodríguez Vila.
Alfonso Jiménez Rodríguez Vila.

El primer año vendieron 20.000 ejemplares y la previsión del siguiente ascendía a las 40.000 unidades. «Queremos que las familias que comen ese producto durante la cena puedan ver un vídeo de lo que pasó y de cómo nuestra empresa ha luchado por resurgir entre las cenizas, y sepan que gracias a ellos crecerá un nuevo árbol en la Sierra de la Culebra», ansiaba. Este proyecto solidario, además, cuenta con el apadrinamiento del chef José Andrés, quien ya apoyó el desembarco del pavo de Cascajares en Estados Unidos. «La solidaridad de José Andrés es de todos conocida. Allí donde hay un problema, está él con su cocina. De hecho, en los incendios de La Culebra estuvo dando de comer a los bomberos que luchaban contra las llamas», agradece.

Entre las lecciones aprendidas tras superar el duro bache, el presidente de Cascajares destaca algunas tan prácticas como la revisión de las pólizas de seguro cada cierto tiempo o disponer de la información de la empresa en la nube, así como contar con una gabinete de crisis. «Las empresa deberían tener decidido quiénes deben formar parte de ellos en caso de incendio, de alerta alimentaria u otras circunstancias, y quién tiene que hacer qué», considera. Una buena relación con los medios, confiar en la gente y en su capacidad de hacer o tomar decisiones rápidas también ayudan en el largo proceso de recuperación. Y, en un plano más personal, Jiménez apuesta por mantenerse humilde, trabajar para ser una marca y empresa querida, y devolver a la sociedad todo lo que le da.

Se basa en lecciones aprendidas que, generosamente, comparte con otros compañeros empresarios para que tengan una guía en cualquier situación de crisis.