Adiós a La Casita Blanca

MÒNICA TUDELA

No hay constancia gráfica porque la propietaria, apenada, no quiso que se inmortalizase el acto. No tenía pensado volver al que durante años fue su hogar y sustento. Así que habrá que imaginarse la entrega de las llaves como una especie de reproducción de la Rendición de Breda, el cuadro de Velázquez, aunque cabría nombrarlo por su otro nombre, más apropiado para lo que fue la Casita Blanca: Las lanzas. Lo cierto es que ayer, el establecimiento, el conjunto de paredes en Barcelona que más secretos inconfesables guarda, pasó a ser propiedad municipal. Poco después, unos operarios procedieron a tapiar las entradas. En unos días empezará el derribo del edificio. En unos meses nacerá una zona verde en el contexto de la ambiciosa mejora del eje de la avenida de Vallcarca que el distrito de Gràcia lleva a cabo desde hace cuatro años. La Casita Blanca engrosó así el panteón de la pequeña historia de Barcelona. Allí permanecerá en la memoria junto a los chiringuitos de la Barceloneta y los almacenes Sepu de la Rambla.