Neurociencias

La IA tiene menos consciencia que un gusano con 300 neuronas

Debido a las limitaciones de su hardware, jamás podrá alcanzar la consciencia humana, según un prestigioso neurocientífico

La consciencia de la IA es inferior a la de un gusano con 300 neuronas.

La consciencia de la IA es inferior a la de un gusano con 300 neuronas. / Generador de imágenes de la IA de BING para T21/Prensa Ibérica, desarrollada con tecnología de DALL·E.

Eduardo Martínez de la Fe

Eduardo Martínez de la Fe

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La Inteligencia Artificial solo tiene un nivel mínimo de consciencia, mucho menor que el de un gusano con 300 neuronas. A medida que obtiene más información y realiza tareas más complejas, se vuelve cada vez más sofisticada. Pero no puede alcanzar ni siquiera simular la consciencia a nivel humano, asegura el neurocientífico Cristof Koch.

En su libro "Then I Am Myself the World", Christof Koch, neurocientífico del Instituto Allen y de la Tiny Blue Dot Foundation, expresidente del Instituto Allen de Ciencias del Cerebro y exprofesor del Instituto Tecnológico de California, explora la complejidad de la consciencia humana y desafía algunas concepciones comunes sobre cómo surge en el cerebro.

El cerebro humano, con sus 86 mil millones de neuronas y 100 billones de conexiones, es el integrador de información más complejo conocido en el universo. Esta complejidad es lo que nos proporciona experiencias subjetivas ricas y la capacidad de libre albedrío, características centrales de nuestra consciencia, pero todavía no tenemos una idea clara de cómo surge y se estructura la consciencia en el cerebro.

Estructura de la consciencia

Koch critica la idea de que el cerebro es como una computadora, en la que la consciencia es un software programado en el hardware de nuestras neuronas.

Esta analogía, popular en la industria tecnológica y en la cultura popular, reduce la consciencia a una función mecánica, una visión que Koch rechaza.

En lugar de ver la consciencia como un software separado del hardware, argumenta que el cerebro es la estructura misma de la consciencia.

Información integrada

Para apoyar su argumento, Koch se basa en la teoría de la información integrada (IIT), propuesta por el neurocientífico Giulio Tononi, a la que ya nos hemos referido en otro artículo. Según esta teoría, la consciencia surge de la integración de información sensorial, emocional y cognitiva por parte de los sistemas neuronales del cerebro.

Un concepto clave en la IIT es el "poder causal", que sugiere que la actividad electroquímica de las redes neuronales puede influir en las experiencias conscientes y viceversa.

Ejemplos determinantes

Christof Koch utiliza varios ejemplos para ilustrar la IIT de la consciencia. Uno de los ejemplos más destacados es la comparación entre el cerebro humano y las computadoras.

Koch argumenta que, aunque las computadoras pueden simular procesos complejos, como el clima, nunca experimentan propiedades físicas como la "humedad". Esto ilustra la idea de que, aunque se pueda simular el comportamiento de un sistema consciente, no se puede replicar la experiencia consciente misma.

Otro ejemplo que utiliza Koch es el del gusano redondo Caenorhabditis elegans, que tiene solo 302 células nerviosas. A pesar de su simplicidad, calcular el valor de Phi (una medida de la cantidad de información integrada en un sistema) para este organismo es extremadamente complejo.

Esto subraya la dificultad de medir la consciencia incluso en sistemas simples y la necesidad de desarrollar algoritmos que puedan calcular Phi de manera más eficiente.

No solo humana

Koch también plantea que la consciencia no es una experiencia exclusivamente humana. Otros animales, e incluso computadoras, pueden tener el potencial de ser conscientes.

Según su razonamiento, la interconectividad de las neuronas determina el poder causal y, por tanto, el nivel de consciencia de un organismo.

Por ejemplo, un perro puede experimentar estados de dolor y alegría, lo que indica que es consciente, aunque su noción de sí mismo no esté tan desarrollada como la de un humano.

Potencial consciente

Una conclusión provocadora de Koch es que cualquier sistema que integre información, como una computadora, tiene también el potencial de ser consciente. Sin embargo, argumenta que las computadoras, como el ChatGPT, solo tienen un nivel mínimo de consciencia, mucho menor que el de un gusano con 300 neuronas.

Aunque una inteligencia artificial puede aprender y realizar tareas complejas, Koch estima que no puede alcanzar ni simular la consciencia humana debido a las limitaciones de su hardware.

Señala que los transistores en una computadora no tienen el poder causal necesario para generar consciencia a nivel humano, ya que cada transistor se conecta solo a unos pocos otros, mientras que una neurona puede interactuar con miles.

Consciencia práctica

A pesar de que gran parte del libro aborda aspectos abstractos y filosóficos de la consciencia, Koch subraya su valor práctico en el mundo real.

Por ejemplo, detectar niveles básicos de consciencia en personas en coma podría ayudar a los médicos y familiares a decidir el tratamiento adecuado.

En última instancia, Koch sostiene que las experiencias subjetivas que nos hacen conscientes son lo que nos transforma y nos da valor como individuos. Estas experiencias son reales y preciosas porque "nos importamos a nosotros mismos".

Bernardo Kastrup, director ejecutivo de la Fundación Essentia, destaca lo primero que le llamó la atención del libro de Koch: “la primacía corresponde a la consciencia, no al mundo objetivo… Todo lo demás se desprende de ahí, incluida la suposición realista de la existencia de objetos, «ahí fuera», independientemente de mi experiencia con ellos”.

El misterio de la consciencia sigue sin resolver para la ciencia.