Neurociencias

Los recuerdos imborrables se adhieren a algunas neuronas

Un “pegamento molecular” ayuda a garantizar la formación y estabilización de la memoria

Los recuerdos se almacenan mediante la interacción de dos proteínas: KIBRA (en verde) y Mzeta (en rojo), en el marco de una comunicación química que perpetúa la memoria.

Los recuerdos se almacenan mediante la interacción de dos proteínas: KIBRA (en verde) y Mzeta (en rojo), en el marco de una comunicación química que perpetúa la memoria. / Crédito: Changchi Hsieh.

Pablo Javier Piacente

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Los científicos han descubierto una explicación biológica para los recuerdos a largo plazo, esos que acompañan a una persona prácticamente durante toda la vida. Revelaron que una molécula, KIBRA, sirve como “pegamento” para otras moléculas, consolidando así la formación de la memoria al activar y mantener una etiqueta sináptica persistente, que queda adherida a un grupo determinado de neuronas y otras células cerebrales.

Un equipo internacional de investigadores liderado por la Universidad de Nueva York, en Estados Unidos, concluye en un nuevo estudio publicado recientemente en la revista Science Advances que existe un mecanismo de interacciones moleculares que determina la persistencia en el tiempo de algunos recuerdos, propiciando y preservando las sinapsis que hacen posible la memoria a largo plazo. De esta manera, los recuerdos quedan “adheridos” a algunas neuronas y otras células en el cerebro.

Recuerdos que perduran para siempre

Se sabe que las neuronas almacenan información en la memoria siguiendo un patrón de sinapsis fuertes y débiles, lo que determina la conectividad y el funcionamiento de las redes neuronales. Sin embargo, las moléculas que conforman estas sinapsis son inestables, se mueven en forma permanente, se desgastan y reemplazan en cuestión de horas o días. Frente a esto, los científicos se han preguntado cómo algunos recuerdos pueden permanecer durante tanto tiempo en nuestra memoria, hasta ser prácticamente imborrables.

Como se explica en un artículo publicado en Live Science, los recuerdos se forman cuando un conjunto de neuronas en una región del cerebro denominada hipocampo se activa en respuesta a una experiencia particular. En cada ocasión que recordamos esa experiencia, se activa el mismo conjunto de células.

Cuando estas interacciones se repiten de manera reiterada, la conexión entre esas neuronas se fortalece. Con el paso del tiempo, este proceso en el hipocampo, junto con la actividad relacionada en otras regiones del cerebro, transforma una memoria de corto plazo en una memoria de largo plazo: por eso algunos recuerdos nos acompañan desde los primeros años de nuestra vida.

El mecanismo químico que sustenta la memoria a largo plazo

Ahora, los especialistas se centraron en la nueva investigación en las interacciones entre la proteína KIBRA con otras moléculas cruciales para la formación de la memoria, principalmente la proteína quinasa Mzeta (PKMzeta). Esta enzima es la molécula más importante para fortalecer las sinapsis en los mamíferos, pero se degrada después de unos días.

Los experimentos con roedores revelaron que KIBRA es el “eslabón perdido” en la memoria a largo plazo: actúa como una etiqueta sináptica persistente o “pegamento molecular” que se adhiere a las sinapsis fuertes y a PKMzeta, evitando al mismo tiempo las sinapsis débiles. La persistencia de este mecanismo preserva las redes neuronales que mantienen vivos a los recuerdos más lejanos en el tiempo.

Al mismo tiempo, los investigadores observaron que algunos fármacos pueden romper estas conexiones y reducir la memoria a largo plazo, en tanto que otros logran potenciar la integración química. “El mecanismo de etiquetado sináptico persistente explica por primera vez estos resultados, que son clínicamente relevantes para los trastornos neurológicos y psiquiátricos de la memoria”, concluyó en una nota de prensa el científico André Fenton, autor principal del nuevo estudio.

Referencia

KIBRA anchoring the action of PKMζ maintains the persistence of memory. André Fenton, Panayiotis Tsokas et al. Science Advances (2024). DOI:https://doi.org/10.1126/sciadv.adl0030