Psicología / Antropología

Un desajuste evolutivo podría explicar gran parte de los problemas de la humanidad

La tecnología, el mercado o las grandes urbes, a pesar de los beneficios que conllevan, generarían al mismo tiempo un cóctel nocivo y extremadamente perjudicial para la vida humana

Un desajuste evolutivo podría ser la clave de los inconvenientes que atraviesan las sociedades humanas contemporáneas.

Un desajuste evolutivo podría ser la clave de los inconvenientes que atraviesan las sociedades humanas contemporáneas. / Crédito: Joe en Pixabay.

Pablo Javier Piacente

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La cultura humana podría estar cambiando demasiado rápido como para ir de la mano con nuestra evolución como especie, provocando un desajuste evolutivo: esto ocurre cuando una adaptación evolutiva, ya sea física o psicológica, se desalinea con el entorno. Fenómenos como el incremento de las patologías mentales y psicológicas o la mayor incidencia de enfermedades crónicas como la diabetes o la obesidad, entre otras, podrían estar originados en un estilo de vida demasiado acelerado y poco armónico.

A través del análisis de distintos estudios científicos y múltiples referencias, el Profesor de Psicología Jose Yong, investigador de la Universidad de Northumbria en Newcastle, en el Reino Unido, establece una teoría en un artículo publicado recientemente en The Conversation sobre las causas de la crisis civilizatoria que atraviesa la humanidad en su conjunto, y que puede apreciarse en el deterioro ambiental y cultural, el incremento de los conflictos psicológicos, los problemas socioeconómicos, la violencia creciente y el aumento en la incidencia de determinadas enfermedades.  

Mecanismos sin adaptación

Yong cree que estos síntomas que muestran las sociedades humanas modernas pueden explicarse mediante la noción de desajuste evolutivo, un concepto que trabaja a partir de una investigación publicada en 2017. En líneas generales, se sostiene que los mecanismos psicológicos humanos son adaptaciones que evolucionaron para procesar los aportes ambientales, convirtiéndolos en determinados hábitos y conductas que, en promedio, aumentan la supervivencia o las perspectivas reproductivas de la especie.

Sin embargo, los contextos contemporáneos difieren enormemente de los entornos que existieron a medida que evolucionaron los mecanismos psicológicos humanos. En otras palabras, aunque a lo largo de la historia humana siempre se registraron cambios socioculturales, la intensidad y rapidez de las modificaciones actuales llevarían a un desajuste evolutivo: el ser humano no puede adaptarse a ese vértigo y, en consecuencia, no logra asimilar los cambios e incorporarlos en su evolución. La manifestación de este desajuste sería la crisis individual y social que se atraviesa en la actualidad.

En su artículo, Yong menciona una gran cantidad de aspectos que evidencian estos conflictos. Indica que el mundo actual está repleto de cosas que hacen que nuestros instintos, que alguna vez fueron adaptativos, funcionen mal. Por ejemplo, los humanos evolucionaron para vivir en tribus nómadas basadas en parientes de aproximadamente 50 a 150 personas muy unidas. Hoy en día, el hacinamiento y la ruptura de lazos sociales y familiares en las grandes ciudades se opone claramente a esta premisa, a un nivel inexistente en períodos previos de la historia humana.

Crisis individual y social

En ese sentido, la innovación tecnológica permanente y vertiginosa, las presiones sociales que incentiva el mercado para avanzar en el estatus socioeconómico y exacerbar la competencia con nuestros semejantes, la intensa desigualdad hasta en las economías más avanzadas, la degradación de los ambientes urbanos y rurales o la falta de ética de la industria alimenticia, entre otros aspectos, confluyen para crear un ser humano más vulnerable psicológicamente, con niveles de ansiedad y estrés en aumento constante.

De esta forma, el desajuste evolutivo se deja ver finalmente en un incremento en las patologías psiquiátricas y psicológicas, como por ejemplo la depresión, pero también en un considerable aumento en la incidencia de enfermedades crónicas como la obesidad, la diabetes, la hipertensión y hasta el cáncer.

¿Hay posibilidades de cambiar? Según Yong, volver al contacto con la naturaleza, reducir el consumismo extremo, redoblar esfuerzos para crear sociedades más igualitarias o disminuir la exposición a las redes sociales y a los dispositivos tecnológicos puede ser un camino para recobrar la armonía que hemos perdido.