Tú y yo somos tres

La crítica de Monegal: ‘Tú, con la música, vuelas’ le dijo Mastroianni una vez

Lluís Llach, en ‘Café d’idees’ (TVE).

Lluís Llach, en ‘Café d’idees’ (TVE).

Ferran Monegal

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Ha recibido esta semana Lluís Llach un repunte de atención televisiva por haber conseguido finalmente ser presidente de la ANC (Assemblea Nacional Catalana). Primero, en ‘Està passant’ (TV3), comentaron la noticia con mucho pitorreo. Señalaban que para obtener el cargo había tenido que abonar las cuotas que no pagaba desde hacía 10 años por lo menos.

Y luego se desternillaban más porque no había salido elegido ni en la primera votación, ni la segunda, ni la tercera... Tuvo que esperar hasta la sexta. Es lo que tiene el humor de trinchera. Por la noche fue entrevistado en ‘Més 324’ por Xavier Graset. Allí lo más iridiscente a mi juicio fue el aviso que lanzó a los líderes ‘indepes’: si es verdad lo que decís, que tenéis a Sánchez cogido por no sé qué zona por debajo de la mesa, ¡apretad fuerte! O sea, no aflojéis, que le tenéis pillado por donde más duele. A la mañana siguiente se sentó con Gemma Nierga en el ‘Café d’idees’ (TVE). Para mí, esta entrevista fue la mejor. Gemma supo sacar de él chispazos de cuando era un gran artista, un gran cantautor, que es lo que debería seguir siendo.

Es verdad que habló del barro de la política («Quedé muy tocado, incluso psicológicamente (...) Me daba vergüenza salir a la calle, porque no habíamos conseguido lo que queríamos hacer (...) Hay que salvar a ERC de Junqueras. He sido el primero en pedir su dimisión (...) Puigdemont tiene que volver como president»), pero en este magma doméstico, tribal, tan lleno de miserias, de pronto Gemma le preguntó si se ha sentido político alguna vez. Respondió: «Nunca. No sirvo. Los partidos se han transformado en empresas». Y la conversación comenzó a rular entonces por una zona mucho más interesante e intensa. Brotó el Llach de cuando llenaba el Olympia hasta la bandera. En un momento dado, por ejemplo, se puso a recordar aquella película de Christian de Chalonge, ‘Le voleur d’enfants’, a la que Llach puso la música, a finales de los años 80. Explicó que hablando un día con uno de los protagonistas, Marcello Mastroianni, este le dijo: «Tú haces un acorde, te emocionas, te elevas, ¡y vuelas! Los actores, al servicio de un texto, siempre acabamos en el suelo».

¡Ah! Llach volaba en el Olympia. Aterrizó dos años en el Parlament y tocó suelo. No sé qué busca ahora en la ANC. No hay música. Hay ruido. El piano ya no suena.

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