Tú y yo somos tres
La crítica de Monegal: Un oso envenenado, un koala llora
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
Se cumplen ahora cuatro años de la muerte del oso Cachou, encontrado envenenado con líquido anticongelante en el bosque de Soberpera, término municipal de Les. El realizador David Fontseca y el periodista Josep Maria Flores han dedicado a este caso un documental para TV3 (‘Qui va matar Cachou?’). Es un trabajo con un enfoque televisivo original.
La trama del suceso arroja en primera lectura la problemática de la reintroducción del oso en el hábitat pirenaico. Un asunto peliagudo. Muchos ganaderos, apicultores y granjeros consideran que las depredaciones del oso no son asumibles. Muchos otros colectivos, con los animalistas a la cabeza, consideran lo contrario: la reintroducción del oso es un imperativo ecologista. Este debate, aunque hoy más soterrado, sigue.
Pero la originalidad televisiva, como antes les decía, es que este caso se ha diseccionado al estilo de ‘true crime’, ‘La huella del crimen’ o ‘Crims’, producciones televisivas clásicas sobre asesinatos y homicidios. La singularidad narrativa es atractiva: aquí no se trata de la muerte de ningún ser humano, pero se trata de la muerte de un ser vivo. No hay homicidio, pero hay delito. Y desde hace cuatro años se busca a quien, o quienes, lo han cometido. Está por ver si acabará habiendo juicio, con acusados en el banquillo. No ha podido ver el compañero periodista Josep María Flores la plasmación televisiva de su documental. Falleció el pasado mes de noviembre. Pero queda su impecable huella en este trabajo, que con tanto acierto ha conducido.
KOALA TRISTE .– Dos días antes del documental del oso envenenado, Iker Jiménez en ‘Cuarto milenio’ (Cuatro) se sobrecogía ante otras criaturas de la zoología. Nos enseñó un breve video, que se ha hecho viral, de dos koalas, uno muerto, y otro vivo. El vivo acariciaba el cuerpo sin vida del otro, un koala hembra. Estampa sorprendente. De vez en cuando el koala vivo levantaba la cabeza, miraba al cielo y gemía. Y a pesar de que sus ojos, pequeñitos, no se veían nítidos en la secuencia grabada con un móvil, parecían acuosos. Húmedos. ¡Ahh! Quizá los koalas lloran así. Se preguntaba Iker si un koala sabe lo que es la muerte. Probablemente no. Los humanos tampoco sabemos nada de lo que es morirse. Pero lo que es seguro es que aquel koala estaba triste.
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