tú y yo somos tres
Repensar la TV pública
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
FERRAN MONEGAL
El juicio aBaltasar Garzón, y la desproporcionada sentencia a la que ha sido condenado, está provocando en la tele interesantes programas acerca de lo que este juez -hoy ya exjuez- intentaba. Por ejemplo elBanda ampla(TV-3) de esta semana, sobre la memoria histórica, sobre la guerra de las dos Españas, vencedores y vencidos, hermano contra hermano, a veces incluso hijos contra padres. Hemos escuchado en el programa que conduceLídia Herediaopiniones valiosas como la de la religiosa teresianaMaría Victoria Molins(«Soy partidaria del perdón; el perdón reconforta a la persona que perdona. Y soy partidaria de la justicia, pero no de la venganza»), o como la de mi muy querido compañeroDaniel Arasa(«Si no se conoce la verdad no se puede perdonar. O sea, que tiene que haber justicia, pero también perdón»). Y hemos descubierto también a personas anónimas que por primera vez se han enfrentado públicamente a su drama personal, a la tragedia que la guerra civil causó en sus vidas, como el caso de la septuagenariaEncarnació, que con gran valentía, y enorme tristeza, confesó que lleva toda su vida odiando la memoria de su padre porque era republicano («Pot ser fins i tot comunista») y causó «molt de mal» a ella y a su madre, pero que a pesar de este sentimiento quisiera conocer qué hizo su padre, y no vivir en el silencio y la ignorancia.
Este ha sido un buenBanda ampla, que nos llega precisamente con la noticia de que este programa ha sido decapitado. O sea, la crisis, los recortes, acaban con el único debate coral, de análisis, de foro ciudadano, que existía en TV-3. Hombre, es lamentable. Si algo debería ser la esencia de una tele pública, ya sea autonómica, local, o municipal, es precisamente la reflexión, el debate, la palestra crítica sobre la actualidad que afecta al ciudadano. Pero aquí lo que está pasando con los tijeretazos, lo que se está fomentando, es una colosal hipocresía y una planificación descerebrada. Habrá que comenzar a exigir a los responsables de las televisiones públicas una programación distinta en algunos aspectos. El poder político manda recortes, pero son los profesionales los que deben adecuarlos. Hay que preguntarse si una TV pública hoy puede permitirse seguir comprando carísimas comedias -series y culebrones incluidos- mientras se cierran espacios que singularizan y dan sentido a lo que es una TV pública. Es decir, lo que las diferencia de las privadas.
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