Naufragio

La catástrofe del 'Argos Georgia' se agravó por el caos en la evacuación: "Fue un cristo"

Las autoridades británicas abren la investigación del accidente

Tripulantes del “Argos Georgia” trabajando en la zona de popa.

Tripulantes del “Argos Georgia” trabajando en la zona de popa. / FDV

Lara Graña

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Los ejercicios prácticos son determinantes no solo para conocer los medios de que se disponen en una situación de emergencia, sino también para fijar cómo ha de ser el protocoloquién queda al cargo y cómo ha de abordarse la crisis. En los buques de pesca estas pruebas han de constar en el diario de navegación, verificadas y notificadas después –en el caso de España– a la Dirección General de la Marina Mercante (Capitanía Marítima). La trascendencia de los simulacros quedó patente, por ejemplo, en el colapso del Villa de Pitanxo: el informe pericial encargado por la Audiencia Nacional concluyó que el hecho de que en el buque no se realizaran estas prácticas –extremo que su armadora desmiente– contribuyó a elevar la cifra de víctimas. Nadie sabía qué había que hacer, los trajes de supervivencia no eran nominales y la mar terminaría por engullir 21 de las 24 vidas que iban a bordo.

Los primeros testimonios de supervivientes tras el hundimiento del palangrero Argos Georgia, el pasado martes a unas 180 millas al este de Malvinas (Falkland Islands), apuntan ya a una caótica estampa una vez que el buque, construido en 2018, había perdido la estabilidad tras haber sufrido una vía masiva de agua por el costado derecho, como consecuencia de la rotura de la compuerta o mamparo por donde izaba la línea de palangre. “Eso fue un cristo”, constatan a FARO fuentes directas del relato de supervivientes: “A uno se le enganchó un cabo de la balsa, la que no usaron, en el pie. Los muertos fueron por frío, a un indonesio lo salvaron de milagro de la hipotermia. Un cristo”. Otras fuentes de alto nivel constatan este relato: “Fue caótica, una estampida”. De ahí el reparto tan desigual en la carga de las balsas, por ejemplo, teniendo en cuenta que en una fueron localizados 13 supervivientes, en una segunda una persona viva con siete cadáveres y la tercera quedó, hasta el final, unida a la pierna de un marinero gallego.

La señal de la radiobaliza, como han oficializado desde la Armada Argentina, se emitió a las 14.11 hora local del martes. La notificación fue transferida al Centro Coordinador de Búsqueda y Rescate (MRCC) de Usuhaia, al sur del país, que a continuación contactó con las autoridades malvinas y, después, con la agencia de representación de la armadora (Argos Froyanes). A menos que se hubiese activado de forma manual por algún tripulante, el Argos Georgia tenía que estar ya muy escorado para que se hubiese activado la radiobaliza por sí misma. Se trata de un dispositivo que contiene un mecanismo hidrostático que responde por la presión del agua: emite una señal vía satélite y permite localizar con exactitud la posición de un barco con problemas.

La orden de abandono del buque, no obstante, no se produjo hasta 132 minutos después. La dotación del pesquero trató de salvar el buque con bombas de achique, pero la pérdida del motor principal y el sistema eléctrico los dejó a merced del temporal. El Argos estaba fatalmente comprometido. En todo caso, no ha trascendido quién dio esa orden de abandono: si fue el capitán u otro mando a bordo.

Lo que sí apuntan las fuentes consultadas es que la evacuación se realizó de manera desordenada, sin el criterio imperante de un responsable; o, si lo hubo, no fue atendido por el conjunto de la tripulación. Quedó patente en el arriado de las balsas, por ejemplo. Una de ellas se desplegó pero no quedó atada al buque con un cabo, por eso al menos ocho de los embarcados se tiraron al agua para intentar subirse a ella.

Aun con los trajes de inmersión, las bajas temperaturas fueron fatales: fueron localizados “secos”, pero porque habían estado unas 10 horas esperando el rescate y habían fallecido por shock térmico. De esa balsa solo se salvó uno, “por los pelos”. “Hasta los atacaron los pájaros en la cara”, refiere una de estas fuentes sobre los cadáveres. En otra de las balsas, rescatada por la patrullera malvina Lilibet, iban 13 supervivientes en relativo buen estado; la última es la que se enganchó, y que presumiblemente fue la última en arriarse.

Señales

Las condiciones meteorológicas, inéditas en la zona en al menos tres décadas, según han apuntado desde Port Stanley, convirtieron el operativo en una misión casi quimérica. Se registraron vientos de hasta 70 nudos y olas de 10 metros; la sensación térmica era de unos 15 grados negativos. Testimonios de supervivientes inciden en que, aun en esas circunstancias, sí llegaron a avistar el Airbus A400 M desplegado por las autoridades del territorio británico.

La investigación –asumida por la Marine Accident Investigation Branch (MAIB)– tendrá que despejar una de las equis ya apuntadas por fuentes próximas al operativo de rescate: si las bengalas estaban correctamente localizadas en el interior de las balsas salvavidas y, si así fuera, si estaban en buen estado y no deterioradas. Estas fuentes exponen que, en óptimas condiciones y pese al fortísimo temporal, los medios aéreos sí tenían que haber visto las bengalas lanzadas desde el agua.

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