Un reportaje de
Elisenda Colell y Zowy Voerten

“Si mis antepasados vinieran ahora a Manlleu no lo reconocerían. Desde que empezó a llegar esta gente, mi pueblo es invivible. Hay que echarles”

Quim, obrero jubilado.
MANLLEU

“Mis padres vinieron a hacer el trabajo que nadie quiere. Yo, que he nacido aquí, solo seré catalana si renuncio a mis orígenes”

Butayna Attou, estudiante.
RIPOLL

Quim, un obrero jubilado de 67 años de Manlleu, añora los tiempos en que en el interior de Catalunya la inmigración era residual. El malestar xenófobo irrumpió en las pasadas elecciones de la mano del partido Aliança Catalana.

Como él, al 10% de votantes de Manlleu (Osona), al 33% de electores en Ripoll (Ripollès), el 15% en Olot (Garrotxa) y el 12% en Alcarràs (Segrià) les molesta tener vecinos como Butayna, una joven estudiante nacida en Ripoll de padres magrebís que siente que debe renunciar a sus orígenes para integrarse. Una herida en la convivencia recorre Catalunya. Unos rechazan a los otros, a pesar de necesitarles.

En Gran Bretaña, la violencia contra los migrantes ya ha estallado en las calles. En Francia, las recientes elecciones legislativas demostraron cómo el país se ha partido en dos entre detractores y defensores de la inmigración. ¿Qué puede pasar en nuestro país? ¿De dónde y por qué surge el odio? ¿Qué se está haciendo mal en la integración de los inmigrantes?

Quim, un obrero jubilado de 67 años de Manlleu, añora los tiempos en que en el interior de Catalunya la inmigración era residual. El malestar xenófobo irrumpió en las pasadas elecciones de la mano del partido Aliança Catalana.

Como él, al 10% de votantes de Manlleu (Osona), al 33% de electores en Ripoll (Ripollès), el 15% en Olot (Garrotxa) y el 12% en Alcarràs (Segrià) les molesta tener vecinos como Butayna, una joven estudiante nacida en Ripoll de padres magrebís que siente que debe renunciar a sus orígenes para integrarse. Una herida en la convivencia recorre Catalunya. Unos rechazan a los otros, a pesar de necesitarles.

En Gran Bretaña, la violencia contra los migrantes ya ha estallado en las calles. En Francia, las recientes elecciones legislativas demostraron cómo el país se ha partido en dos entre detractores y defensores de la inmigración. ¿Qué puede pasar en nuestro país? ¿De dónde y por qué surge el odio? ¿Qué se está haciendo mal en la integración de los inmigrantes?

Butayna y Quim tienen poco en común, salvo vivir en el territorio que este diario ha bautizado como el ‘Corredor del fuet’. Una diagonal que traza Catalunya de este a oeste, desde Figueres (Girona) hasta Alcarràs (Lleida), y donde la demografía, la economía y la política se entrecruzan para explicar el sentir de un país.


EL PERIÓDICO se adentra en el conflicto migratorio de la Catalunya interior, laboratorio de la ultraderecha catalana, donde cada día cosecha más seguidores. A diferencia de lo que ocurre en el área metropolitana, el choque estalla en la puerta de casa, en la plaza, en el aula.


En paralelo al Eix Transversal se ha erguido una potente industria cárnica sustentada en el sector porcino que es una gran demandante de mano de obra, motor de la economía local y que exporta con éxito carne y embutidos a medio mundo.

Y es en esta diagonal donde en mayo de 2024 se contaron la mayoría de votos de Aliança Catalana, el partido independentista xenófobo que reivindica un catalanismo ‘ultra’ desde la pureza de la identidad catalana. Se constata que los pueblos con más cabezas de ganado en Catalunya, fundamentalmente cerdos, coinciden con el caladero de votos de Aliança Catalana. ¿Por qué?

El epicentro de Aliança Catalana. Cosechó un 33% de votantes en un municipio con un 14% de inmigración.

Los trabajadores de las cárnicas denuncian racismo en el mercado del alquiler. Hay un 30% de extranjeros y un 15% de votos a Aliança.

El modelo escolar antisegregación vislumbra su límite. El 24% de vecinos son inmigrantes. Aliança Catalana sumó aquí un 10% de votos.

Las escuelas piden más recursos para evitar las divisiones entre alumnado. Hay un 15% de inmigrantes y la opción xenófoba sumó un 14% de votos.

Vic, una ciudad dividida en guetos. El 28% de vecinos son extranjeros y Aliança sumó un 8,6% de apoyos.

El municipio de la plena ocupación revela que la convivencia es posible. El 53% de sus vecinos son extranjeros. Aliança logró un 6% de votos.

Los inmigrantes son imprescindibles durante la campaña frutícola, pero al terminar muchos vecinos quieren que se vayan. Un 30% de inmigrantes convive en el pueblo, donde el 12,4% votó Aliança.

Una potencia cárnica

En este ‘corredor del fuet’ es donde, históricamente, se ha ubicado la industria cárnica catalana: granjas, mataderos, salas de despiece y de elaboración de embutidos y demás productos. “Nos hemos convertido en el primer motor exportador de Europa, y ocupamos el tercer puesto del mundo. Hemos crecido una barbaridad, con plantas más potentes, con ciclos integrados de producción… pero estamos donde siempre hemos estado: el sector está muy concentrado en los mismos municipios”, se enorgullece Ignasi Pons, secretario general de la Federación Empresarial de Carnes e Industrias Cárnicas (FECIC).ECIC

En los últimos veinte años, las exportaciones de la industria cárnica catalana se han multiplicado por siete, superando la barrera de los 5.200 millones de euros en ventas al exterior. El sector generó un volumen de negocio de más de 12.600 millones en 2023 y su ocupación ha crecido un 60% desde 2000, con más de 35.000 trabajadores.

A las cuatro de la madrugada, hora del cambio de turno en los mataderos, no cabe la menor duda: la práctica mayoría de los empleados son inmigrantes. Muchas empresas han ido a buscarles en su país de origen. Otras han optado por contratar a los que ya residían aquí. “Lo que necesitamos es talento, venga de donde venga”, afirma Ignasi Pons. “Con el modelo de integración de todo el ciclo de producción, las pequeñas explotaciones familiares han perdido peso en favor de las grandes corporaciones. Significa mucho más trabajo: mano de obra muy intensiva, con bajo valor añadido y poco cualificada, lo que ha provocado una llegada de inmigración, primero del Magreb y después del África Subsahariana. El modelo cárnico catalán genera porcentajes de inmigración cada vez mayores”, describe Pere Puig, regidor de Educación en el Ayuntamiento de Manlleu.

El salario más bajo del convenio de las cárnicas, un peón, es de 19.667 euros brutos al año, y el más alto, técnico titulado superior, de 29.799 euros. La nómina de la decena de trabajadores encuestados por este diario oscila entre los 1.400 y 1.300 euros al mes. “Yo no entiendo por qué la gente nacida aquí busca empleo en otros sectores. ¿Por qué no quieren un salario de 20.430 euros brutos al año? Si lo comparas con el de otros sectores está bien posicionado, y, además, les capacitamos para que puedan ascender: hacemos todo lo que está en nuestra mano para ofrecer una buena oferta laboral”, dice Jordi Port, director de Sostenibilidad y Comunicación de Noel. La mitad de su plantilla está formada por extranjeros. El 43% de África, América y Asia.

“Es evidente que estos trabajos no los harán los catalanes porque están mal pagados. Mientras haya mano de obra barata, los salarios no subirán, y es un problema”, señala la líder de Aliança Catalana, Sílvia Orriols, que culpa a estas empresas de traer un "alud" de inmigrantes a este territorio.

El cambio del paisaje humano

Este crecimento del sector cárnico ha cambiado, inevitablemente, el paisaje humano de los pueblos catalanes. En Osona, la tasa personas extranjeras se ha multiplicado por 4 desde 2000. En la Garrotxa y en el Ripollès, por cinco. En la Segarra, por siete y en el Segrià, por 10. Pero las cifras de paro, inferiores a la media catalana, no se han incrementado. Más bien al contrario. Prácticamente todos están por debajo de la media catalana.

Cuando aún oscurece y todo el mundo duerme, los extranjeros se enfundan en uniformes reflectantes, montan en patinetes, bicis o furgonetas abarrotadas y se van a trabajar.

Desde los CAP, las escuelas, los ayuntamientos o las propias cárnicas comparten la misma opinión: la industria y su comarca han crecido gracias a los inmigrantes dispuestos a trabajar en ella.

Los datos son claros. Sin los inmigrantes, Ripoll, Torelló y Alcarràs estarían perdiendo vecinos año tras año. En cambio, ahora, ganan entre 10 y 20 personas por cada mil habitantes. Olot, Vic, Manlleu y Guissona se quedarían en un crecimiento irrisorio: de dos personas nuevas por cada mil habitantes, muy lejos de las hasta 35 personas que ganan al año por cada mil vecinos.

La fractura social

“Yo no quiero trabajar de lo que trabajó mi padre. No quiero agachar la cabeza como tuvo que hacer él y todo el sufrimiento que pasó”

Youssef
Estudiante en Vic

“Tienes que estar de pie, apenas puedes descansar. La carne llega muy fría, casi no la puedes ni agarrar. Y tienes que ir muy rápido, porque hay muchos cerdos para cortar. Yo, en la cinta, solo he visto africanos"

Enoch Mensah
Extrabajador de Noel

“¿Quién quiere matarse a trabajar en un matadero? Tenemos a los inmigrantes para trabajar y abusar de ellos. Una vez han hecho el trabajo que los de aquí rechazamos, queremos que vuelvan a su país, nos molestan”

Montserrat Castanyé
Extrabajadora de la industria cárnica que lideró el colectivo sindical Càrniques en Lluita

“Yo no quiero trabajar de lo que trabajó mi padre. No quiero agachar la cabeza como tuvo que hacer él y todo el sufrimiento que pasó”

Youssef
Estudiante en Vic

“Tienes que estar de pie, apenas puedes descansar. La carne llega muy fría, casi no la puedes ni agarrar. Y tienes que ir muy rápido, porque hay muchos cerdos para cortar. Yo, en la cinta, solo he visto africanos"

Enoch Mensah
Extrabajador de Noel

“¿Quién quiere matarse a trabajar en un matadero? Tenemos a los inmigrantes para trabajar y abusar de ellos. Una vez han hecho el trabajo que los de aquí rechazamos, queremos que vuelvan a su país, nos molestan”

Montserrat Castanyé
Extrabajadora de la industria cárnica que lideró el colectivo sindical Càrniques en Lluita

“Si trabajan no me molestan, pero es que vienen a que les mantengamos, a invadirnos y a cambiar nuestra cultura”

Jordi.
Carnicero en Ripoll

“Nos molesta si salen a la calle, si tienen hijos, si van a la escuela, si van al médico, si rezan… Si queremos trabajadores tendremos que soportar sus vidas, ¿no?”

Omar Elabdali
Estudiante magrebí en Ripoll y cofundador de la Associació Marroquina Juvenil del Ripollès

“Que vengan a trabajar vale, pero que bajen un poco la cabecita y no se flipen, que solo hacen que liarla”

Alba
Estudiante en Torelló

“Si no trabajas en el matadero no puedes hacer nada, los españoles solo trabajan de encargados, ellos se quedan los trabajos suaves, se aprovechan de nosotros... es que yo no conozco mis derechos”,

Maxwell Wiredu
Trabajador gambiano que destripa cerdos en Vic. Cobra 1.200 euros al mes

“Las segundas generaciones pueden tener mejores oportunidades laborales y esto no termina de encajar para muchas personas. Recibes comentarios de que no quieren que les atiendas”

Sanaa Boujdadi
Integradora social de Manlleu

“Nos molesta si salen a la calle, si tienen hijos, si van a la escuela, si van al médico, si rezan… Si queremos trabajadores tendremos que soportar sus vidas, ¿no?”

Omar Elabdali
Estudiante magrebí en Ripoll y cofundador de la Associació Marroquina Juvenil del Ripollès

“Que vengan a trabajar vale, pero que bajen un poco la cabecita y no se flipen, que solo hacen que liarla”

Alba
Estudiante en Torelló

“Si no trabajas en el matadero no puedes hacer nada, los españoles solo trabajan de encargados, ellos se quedan los trabajos suaves, se aprovechan de nosotros... es que yo no conozco mis derechos”,

Maxwell Wiredu
Trabajador gambiano que destripa cerdos en Vic. Cobra 1.200 euros al mes.

“Las segundas generaciones pueden tener mejores oportunidades laborales y esto no termina de encajar para muchas personas. Recibes comentarios de que no quieren que les atiendas”

Sanaa Boujdadi
Integradora social de Manlleu

Las cárnicas asumen que tienen cierta responsabilidad en ello. "No lo entendemos de otra forma. Debemos implicarnos en el territorio donde estamos", responde Xavier Moreno, director de Recursos Humanos de Bon Àrea. “Estamos remando contra la despoblación: nuestros empleados consumen en los pueblos, generan actividad económica. Si los queremos fuera… ¿Qué haríamos? Tendríamos un problema”, señala Ignasi Pons, de FECIC.

El reto político

¿Por qué se da este rechazo? ¿Qué se ha hecho mal en la integración de estas personas? La gestión de algunos ayuntamientos, como el de Guissona, muestran que la utopía de la convivencia y la integración es posible. Otros consistorios, como el de Ripoll, reflejan que la fractura es una realidad. Y muchos, al límite y sin medios, no saben cómo afrontar el problema y piden ayuda.

"Necesitamos políticas valientes, transversales e imaginativas. No podemos esconder la cabeza, hay que asumir este reto", pide David Moya, coordinador del Máster Interuniversitario UAB-UB sobre Migraciones Contemporáneas. "Ha habido mucha retórica sin recursos adecuados ni gestión de las diferencias culturales. La política ha sido errática en este ámbito", insiste Silvia Carrasco, antropóloga social y coordinadora del grupo de investigación Emigra de la UAB. Ambos alertan que si no se hace nada al respecto, se allana el camino hacia los disturbios ultra de Gran Bretaña o hacia la fractura de la sociedad francesa.


Un reportaje de El Periódico

Textos: Elisenda Colell
Fotos: Zowy Voeten
Diseño: Andrea Hermida-Carro
Coordinación: Ricard Gràcia