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De Mali a Mallorca, la dura historia de Alí: "Atacaron mi aldea de noche y mataron a mis padres"

El joven maliense Alí Nantoume llegó a Canarias en patera siendo un menor no acompañado tras cruzar Argelia y Marruecos en autobús y a pie

Alí Nantoume, de 22 años y natural de Mali, lleva un año viviendo en Mallorca.

Alí Nantoume, de 22 años y natural de Mali, lleva un año viviendo en Mallorca. / Manu Mielniezuk

B. Palau

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La vida de Alí es digna de un guion de película. Con 16 años, un grupo terrorista atacó de noche su aldea en Mali. Asesinaron a su padre, su madre desapareció, y él huyó entre el fuego con su hermano de nueve años a una zona arbolada. Ambos emprendieron un tortuoso viaje a la capital, Bamako, donde fueron acogidos por una familia a la que no conocían. Aún era adolescente cuando se marchó solo a Argelia y de allí caminó durante varios días por las montañas hasta cruzar la frontera con Marruecos con una bolsa de galletas en sus bolsillos. Se dirigió a la costa, hacia El Aaiún, donde trabajó en una granja de camellos y meses después se embarcó en una patera rumbo a Canarias. No sabía nadar. La travesía fue muy dura. Superó un fuerte temporal hasta ser rescatado y trasladado a Fuerteventura. Era un menor no acompañado. 

Una vez alcanzó la mayoría de edad y ser beneficiario de asilo, trabajó de temporero en Huelva recogiendo fresas y también en Galicia en una granja de vacas. Desde hace un año, vive en Mallorca. Se ha formado como cocinero y hace las prácticas en un hotel de Palma. Pero la historia de Alí no ha acabado. Su instinto de superación personal no tiene límites. Su sueño aún no se ha cumplido. Con 22 años quiere reagrupar a su familia, a la única persona cercana que le queda. Ha solicitado que su hermano pequeño, Ussman, de 15 años, venga a la isla. Así, podrá cumplir el deseo de su padre, quien antes de morir asesinado le rogó a gritos que le protegiera. "Solo me queda un hermano de familia, nació en 2009 y vive en Mali", explica Alí. "Yo llevo un año en Mallorca", añade el joven.

Fuego en la aldea

"Al principio de todo, yo vivía en una aldea en Mali con mi madre, mi padre y mi hermano. Pero mis padres murieron hace cinco años. Les mataron un grupo de rebeldes, de terroristas. Yo entonces tenía 16 o 17 años. Atacaron la aldea de noche, estábamos durmiendo. De repente, oímos ruidos y vimos fuego. Algunas casas estaban en llamas. Mis padres salieron a ver qué pasaba y ya no regresaron", recuerda Alí Nantoume.

"Yo estuve con mi hermano pequeño todo el tiempo y lo único que me preocupaba era él porque esto es lo que me dijo mi padre, que le protegiera. Nos escondimos en una zona con árboles para que nadie nos pudiera ver. Con la oscuridad, salimos al lado de una carretera. Yo vi un remolque que se acercaba. El conductor nos llevó a la capital, a Bamako", detalla.

"Fueron unas ocho horas de camino hasta la ciudad. Fuimos todo el rato dentro del remolque mi hermano y yo. Cuando llegué allí, no conocía a nadie", explica. "Nos pusimos a buscar ayuda. Un señor mayor se acercó. Nos vio que estábamos un poco sucios y que teníamos cara de hambre y llorábamos. Nos llevó a su casa con su familia. Lo primero que le dijo a su mujer es que nos teníamos que duchar y luego comer, beber y dormir. Él nos recogió y protegió", dice Alí.

"Para mí, este señor ha sido un segundo padre porque nos salvó la vida. Le estoy muy agradecido. De hecho, mi hermano pequeño sigue con él y yo le llamo papá. Él trabaja en una fábrica. Nos acogió en su casa sin reparos. Nunca le pregunté por qué nos protegió, creo que lo hizo porque es muy buena persona", asegura el muchacho, que es aficionado al boxeo.

"En Bamako, me puse a buscar trabajo, pero no encontraba. En todos los sitios me decían que era muy joven. Así, hasta que un día yo dije ¿por qué no puedo ir a buscar mi futuro en otro sitio? Entonces, le pedí a mi segundo padre si me podía ayudar. A final de mes me dio dinero y así pude salir de mi país e ir a Argelia y de allí a Marruecos. Cogí un bus en Bamako hasta Argelia. Tenía 17 años. Una vez llegué a Argelia, no conocía a nadie allí. Tengo buenos y malos recuerdos. Por ejemplo, había gente que me ayudaba y me daba comida. Pero también algunos niños te veían en la calle con la cara sucia y te tiraban piedras. Yo dormía en la calle", admite el maliense.

A pie hasta Marruecos

"Fui a pie hasta Marruecos. Fueron tres días caminando. Por la noche también andábamos mucho. No iba solo. En total éramos tres jóvenes. Fue un trayecto complicado, teníamos que subir y bajar montañas hasta finalmente llegar a Marruecos. Teníamos que ir con mucho cuidado de no encontrarnos con los militares que están en la frontera que no te dejan pasar. .

Al llegar a Marruecos, los tres jóvenes tomaron un bus hacia la costa, hasta El Aaiún. "Allí, estuvimos trabajando en una granja de camellos. Trabajábamos días sueltos. Luego, encontré a otro chico de Marruecos que nos pidió 1.500 euros para poder ir a Europa en patera. Durante este tiempo, ya no teníamos dinero", apunta. "Mientras tanto, yo por las mañanas salía a buscar trabajo. Dormía en la calle, como siempre, porque no tenía una casa.  Pasaron los meses y finalmente mi segundo padre me mandó el dinero ", explica.

"Pudimos embarcar, éramos chicos de Argelia, Marruecos, estábamos mezclados, yo era el único de Mali. No recuerdo exactamente cuántos nos subimos a la patera. Nuestra barca era para unas 25 personas. En aquel tiempo no sabía nadar. No me dio miedo embarcarme, no lo pensé. El Atlántico es muy grande y movido. Estuvimos creo que todo un día de navegación hasta que Salvamento Marítimo nos localizó a las cuatro de la tarde. Tuvimos una travesía muy mala, con muy mal tiempo. Ahí sí que pasé miedo. Había muchas olas altas y un viento fuerte. Se movía mucho la barca. Ellos tenían un cubo para ir achicando el agua que entraba en la patera", comenta Nantoume.

"Salvamento Marítimo nos rescató y nos llevó a tierra, a El Matorral, en Fuerteventura. Yo todavía era menor, tenía 17 años. Estuve en un centro de la Cruz Roja . No pude hacer nada allí porque coincidió con la pandemia y no podíamos salir. El idioma lo aprendí cuando llegué aquí. Aún voy a clase", indica.

Temporero en Huelva

"Después, me fui a Andalucía. Ya era mayor, ya había cumplido los 18 años. Era beneficiario de asilo. Me fui a Huelva con un paisano mío que trabaja en el campo. Hice de temporero durante cuatro meses. Trabajé en la recogida de la fresa y la frambuesa", añade. "Luego, me marché a Galicia, donde trabajé más de un año en una granja de vacas con leche. De Galicia ya decidí venir a Mallorca para ganar más dinero porque en la granja de vacas me pagaban solo 900 euros al mes y trabajaba diez horas al día. Era un trabajo muy duro y el sueldo, bajo", puntualiza.

"En Mallorca no conocía a nadie. Antes de viajar, busqué un centro para dormir y encontré Es Refugi. Llamé, me dijeron que sí y desde entonces vivo allí en Ca l'Ardiaca, en Palma", subraya. "Ahora, ya llevo un año aquí. Lo primero que hice fue fregar platos. Me dijeron que podía formarme. Entonces, aproveché la oportunidad y elegí estudiar cocina. Hice un curso de cocina con Esment y también estudio castellano. Ahora, hago prácticas. Ya tengo el título de ayudante de cocina y estoy con el curso de cocinero. Las prácticas las hago en el hotel Meliá Bellver, en Palma. Estoy muy contento", admite.

"Yo tenía la idea de traerme a mi hermano desde hace muchísimo tiempo. En Palma, contacté con una abogada, Beatriz, que me remitió a la Cruz Roja. Así,conocí a Elizabeth, la responsable del programa de reagrupación familiar", recalca Alí. "En la Cruz Roja me dijeron que sí se podía hacer, que podía traer a mi hermano. No me lo creeré hasta que mi hermano esté aquí conmigo en Mallorca, frente a frente. Hace mucho tiempo que no lo veo, desde que salí de mi país, hace cinco años", recuerda.

"El proceso de reagrupación lo iniciamos en abril de este año, es muy reciente. Estamos trabajando con la abogada y dando todos los pasos para que se pueda llevar a cabo esperemos que de cara al año que viene", informa Elizabeth Gutiérrez, de Cruz Roja.

"Son verdaderos dramas familiares los casos de reagrupación"

Cruz Roja tiene desde sus orígenes un programa de reagrupación familiar e integración, que se enmarca en el servicio de restablecimiento de contacto familiar. "Los objetivos principales del proyecto son preservar la unidad familiar y reagrupar aquellas familias que se han visto separadas por su propia situación en el país de origen, o sea, por conflictos bélicos, guerras civiles, persecuciones políticas, religiosas o persecución sexual o bien por catástrofes naturales", detalla Elizabeth Gutiérrez, responsable del programa de reagrupación familiar de Cruz Roja en Baleares. 

"Yo llevo desde el 2015, que empecé en la entidad, haciendo reagrupaciones familiares. Hay que destacar que son verdaderos dramas familiares los que nosotros hemos trabajado durante todo este tiempo. La persona que inicia ese periplo, llega a España y, una vez que se regulariza, decide traer a su familia; cuando estudiamos los casos, son realmente complejos y la situación que se vive en origen es todavía peor. Es decir, son verdaderos supervivientes y entonces para mí es muy importante valorar el esfuerzo que hace la familia por volver a empezar de cero, por volver a iniciar su vida, por volver a sentirse integrada dentro de una sociedad que es totalmente distinta y ajena a la suya, con una cultura distinta", asegura Gutiérrez.

En Mallorca, el programa de reagrupación tiene bastante demanda. "Es un proceso largo, de más de un año, debido a los trámites burocráticos. No todo el mundo puede acceder. Existen unos requisitos como tener la situación regularizada en España de al menos un año o más residiendo en el país. Y o bien ser beneficiario de asilo o protección internacional subsidiaria", detalla la técnica.

El perfil con el que trabajan es el de una persona vulnerable. "Hemos realizado varias reagrupaciones desde Afganistán, Mali o Siria", indica Gutiérrez. No siempre las reagrupaciones acaban con éxito. El proceso no es fácil y a veces el solicitante se viene abajo y desiste. Cruz Roja insiste y si, al final, se consigue, la gratitud es total.

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