Entender más

Los 40 grados ya no son anecdóticos y pasarán a ser habituales

La primera quincena de agosto fue la tercera más cálida desde 1997

Adelaida, el espejo climático de Barcelona

Ola de calor en Barcelona el pasado 31 de julio.

Ola de calor en Barcelona el pasado 31 de julio. / Elisenda Pons

Neus Suñer (Verificat)

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La liturgia veraniega siempre tiene algo de cíclico. Las mismas vacaciones en el mismo lugar, la misma comida anual en el restaurante de siempre y la misma conversación sobre el calor. Este año, sin embargo, los parroquianos del tema se han dividido en dos bandos: los que piensan que este verano ha sido más fresco de lo habitual y los que opinan que calor ha hecho siempre, y que 40 grados los hemos tenido toda la vida.

A través de los datos recopilados tanto por las estaciones de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) en los últimos 40 años como los registrados en las del Servei Meteorològic de Catalunya (Meteocat) se ve una tendencia clara: los 40 grados fueron anecdóticos hasta principios de los 2000, se hicieron frecuentes entonces y desde la última década no hemos pasado un año sin llegar a esta temperatura, o superarla.

De hecho, desde 2015, tanto los datos de Aemet – centrados en 9 estaciones significativas de Catalunya, con desde 1980 – como los de la Red de Estaciones Meteorológicas Automáticas de Meteocat – con 185 medidores por todo el territorio — muestran que no ha habido ningún año donde no se registrara alguna jornada por encima de los 40 grados.

Desde ambos servicios meteorológicos coinciden en señalar que los episodios con temperaturas elevadas, que se concentran en las olas de calor, sufren una tendencia al alza desde la década de los 90. Es decir, hay más olas de calor, más largas y de mayor intensidad —esto es, con valores de temperatura más elevados—, lo que significa, en palabras del portavoz de la Delegación territorial de la Aemet en Catalunya, Ramon Pascual, que “la probabilidad de que en el período junio-julio-agosto se superen los 40 °C de máxima aumenta también”.

El jefe del equipo de control de la calidad de los datos de Meteocat, Aleix Serra, apunta en esta línea y pone un ejemplo: “En Lleida, la media anual de días en que se superaban los 35 °C era de 12 (1961-1990), mientras que en el período 2001-2023, este número se ha duplicado hasta los 24”.

El calentamiento global

La causa, coinciden ambos expertos, es el calentamiento global derivado de la acción humana. Además, inciden, coincidiendo con un informe reciente del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), que el Mediterráneo es uno de los puntos más sensibles a este aumento de las temperaturas, lo que se manifiesta con “extremos de temperatura cálida cada vez más frecuentes, intensos y duraderos”, en palabras de Serra.

Los valores elevados no son ni serán solo cosa de temperaturas máximas. Los modelos predictivos indican que, en el peor de los escenarios de emisiones, en la fachada litoral catalana se prevé un incremento para 2050 de más de 25 días en el número de noches tropicales, es decir, en aquellas donde la temperatura mínima no baja de los 20º.

La necesidad de adaptación a las altas temperaturas

Los riesgos para la salud humana son una de las consecuencias del aumento de las altas temperaturas. De hecho, el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) ha liderado un estudio donde se concluye que, en 2023, 47.690 muertes en Europa son atribuibles al calor. España figura como cuarto país con mayor tasa de mortalidad por esta causa, con 175 muertes por millón.

Uno de los autores del estudio, Marcos Quijal, explica que “el calor no es una causa de mortalidad en sí” sino que lo que se calcula “son muertes prematuras que ocurren en personas con patologías previas, y donde el estrés del calor hace que se superan unos límites que causan una muerte prematura”.

Actuar en la prevención y en la adaptación es clave para poder evitar los efectos del calor en la salud. De hecho, este mismo estudio establece que, si el calor del año pasado se hubiera dado con las condiciones socioeconómicas y de adaptación de 2003, se hubieran producido un 80% más de muertes. Quijal desarrolla esta conclusión e incide en que ahora somos menos vulnerables al calor y “más conscientes”, ya que se toman medidas no solo de adaptación, sino también de prevención, como los avisos.  

“Hay que trabajar para una adaptación a las temperaturas más altas”, insiste. “Si somos capaces de reducir suficientemente la vulnerabilidad, podemos llegar a reducir el total de muertes”. Las medidas a tomar van desde la adopción de más espacios verdes urbanos, hasta la regulación para prevenir y responder mejor a los episodios extremos, pero tanto los expertos consultados por Verificat como la investigación académica, coinciden en apuntar que la adaptación de las urbes europeas dista mucho, por ahora, del ideal.

Suscríbete para seguir leyendo