ADICCIONES OCULTAS

Depresión, alcohol y pastillas: el cóctel silencioso que deteriora a cada vez más mujeres de mediana edad

Ellas inician el consumo regular o problemático de alcohol a mayor edad que los hombres, según Proyecto Hombre que, en sus grupos, se encuentran a personas "dañadísimas"

El consumo de alcohol en mujeres mayores, invisibilizado.

El consumo de alcohol en mujeres mayores, invisibilizado. / Córdoba

Nieves Salinas

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Mujer, mediana edad, con una vida estructurada y un estatus socioeconómico medio, que abusa del alcohol y/o de los psicofármacos y lo hace de manera normalizada. Detrás, soledad, que lleva a la depresión y, también, mucho trastorno de ansiedad. Una espiral que no cesa. Lo advierte Ruth Martínez, psicóloga y directora de los programas de alcohol de Proyecto Hombre Castilla-La Mancha. Habla de un perfil muy determinado que cada vez ven con más frecuencia. El de mujeres mayores que consumen en silencio, casi de manera invisible y a las que se encuentran "dañadísimas". Que llevan años mezclando hipnosedantes y alcohol y a las que se les hace menos seguimiento que a las más jóvenes.

Las mujeres representaron el 16,7% del total de personas atendidas por la asociación en 2023, dos puntos menos que un año antes, pero 2,5 puntos más que en 2014, según el Informe del Observatorio Proyecto Hombre sobre el perfil de las personas con problemas de adicción en tratamiento presentado en junio, que desvela enormes diferencias por sexos. Sobre las mujeres ha puesto el foco la asociación.

Realizado con los datos de 4.041 usuarios, ese informe sigue mostrando un perfil eminentemente masculino, pero la asociación advierte: si ellas piden menos ayuda -y además lo hacen más tarde- es porque abusan más de dos sustancias legales, el alcohol y los hipnosedantes, que están completamente normalizadas en la sociedad.

La mella del alcohol

La edad media de las personas que llegan a los centros de la asociación ha ido aumentando con los años, pasando de 36,5 años en 2014 a 39,9 a 2023; pero ellas lo hacen con dos años más que ellos (41,6 frente a 39,6). Además, ellas tardan de media 18 años en buscar ayuda porque tienden a ocultar su consumo. 

La situación se complica cuando esa mujer se va haciendo mayor. Si no hay recursos públicos -los privados son intocables-, si no existe familia o allegados para acompañarle en ese nuevo tramo de su vida, las salidas son pocas, señala desde Castilla-La Mancha la psicóloga Ruth Martínez. Hay recursos si se trata de un problema salud mental, pero sin adicción. "Tendría que haber centros de día, casas, pisos, con supervisión y un seguimiento de la medicación, de hábitos saludables, de horarios... para estos casos", añade.

El límite de la edad

Porque lo que ellos tienen son comunidades terapéuticas para intentar acabar, entre otras, con la adicción al alcohol -una sustancia que hace una mella a nivel cognitivo "brutal", precisa Martínez- donde también hay límites para el tratamiento si se trata de edad. La psicóloga se explica. "Uno de los objetivos es la reducción del daño, pero el principal es hacer un proceso terapéutico personal y para eso necesitamos que haya unos requisitos mínimos a nivel cognitivo para que haya un proceso de introspección. Estamos viendo que podemos hacer un proceso de desintoxicación, pero si no existe ese proceso personal, salen de aquí y siguen bebiendo, lo tenemos comprobado".

Cuando se habla de alcohol, Ruth Martínez añade que sus grupos de autoayuda "van un poco a identificar conductas; al final el tema de consumo es lo último. Lo que hacemos es que entiendan de dónde viene esto; hay mucho emocional. Trabajamos mucho con el pasado para entender, por eso nos encontramos con perfiles más jóvenes a los que sí podemos dar una oportunidad. Pero hay gente que, a partir de determinada edad, no tiene conciencia alguna del alcohol. Nos encontramos con muchísimas dificultades y la parte asistencial no entra dentro del proyecto", reconoce.

Gran deterioro físico

Lo que sí ve Ruth Martínez a menudo es a cada vez más personas "sin diagnosticar" por su alcoholismo. Y, sobre todo, "perfiles de mujeres dañadísimas". Al ser más mayores ya cada vez cuentan con "menos seguimientos, menos apoyos. Porque, en la otra comunidad que tenemos, que es de jóvenes, los apoyos son los padres, pero es que aquí -en el centro para abordar el alcoholismo que tienen en Castilla-La Mancha- los que necesitan ese apoyo por su adicción, son los propios padres".

La psicóloga redunda en un perfil de mujer de mediana edad con un gran deterioro físico. "Es que parece que la cocaína, la heroína... es lo peor, pero el alcohol daña muchísimo". Y, lo más grave, aclara, a veces son personas con recursos, "con mucha cultura de bar", que cuando abandonan Proyecto Hombre "no saben dónde ir, cómo socializar. Ese es uno de los problemas de la reinserción".

En Proyecto Hombre, insiste, están incidiendo mucho en el género y creando grupos específicos de mujeres. "Amas de casa, con depresión asociada a la soledad y al consumo de alcohol. Que se toman benzodiacepinas y vino en casa. A solas. A veces se nos olvida, también, que detrás hay un problema de salud mental. Es gente que lleva consumiendo toda la vida y no se puede hacer un diagnóstico con un consumo activo. Vemos muchos síntomas y, sobre todo, de trastorno ansioso-depresivo, que está muy relacionado. Hay casos en los que usan el alcohol como ansiolítico", afirma.

La tendencia general es que las mujeres, concluye la entidad, inician el consumo regular o problemático de alcohol a mayor edad que los hombres. Pero sobre todo, zanjan, tienden a silenciar o a ocultar su consumo por la baja percepción del riesgo, el temor al estigma o priorizar el cuidado de los demás.