Violencia

Cuando se pierde en el fútbol, pierden las mujeres

Varios estudios a nivel mundial avalan que, cada vez que hay una competición deportiva importante, los episodios de violencia contra la mujer se disparan

Una mujer víctima de violencia machista, con su agresor

Una mujer víctima de violencia machista, con su agresor / Freepik

Diego G. Carballo

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El fútbol es un deporte de masas que mueve a cientos de millones de aficionados en todo el mundo, que despierta alegrías, une a pueblos y cumple los sueños de niños que buscan en el balón un futuro y un sueño. Sin embargo, existe un lado oscuro, una problemática que se acentúa cada vez que hay alguna competición importante: la relación entre la violencia de género y los partidos y, en especial las derrotas, de los equipos que juegan.

Durante la pasada Eurocopa volvió a hacerse viral una campaña que el Centro Nacional para la Violencia Doméstica (NCDV) del Reino Unido hizo durante el torneo de 2021, en la cual denunciaban unos datos muy preocupantes: durante los partidos de la selección inglesa, las agresiones violentas contra la pareja aumentaban un 26%, número que se disparaba hasta el 38% si perdían. En el mundial de Sudáfrica, en 2010, hubo aumentos de agresiones a la pareja en el país.

Por su lado, la agencia Republica Havas en Perú y Amnistía Internacional hicieron una campaña de concienciación en la que, según sus datos, la violencia contra las mujeres aumentaba un 25% de media en todo el mundo (con picos del 34%) cada vez que un equipo perdía. Aunque este tipo de estudios son escasos en España, para los expertos está claro que hay elementos que diferencian al fútbol del resto de deportes en lo relativo a la exaltación de la violencia.

Agresividad colectiva

El catedrático de Psicología por la Universidad de Santiago de Compostela (USC) Jorge Sobral asegura que el problema con la agresividad en el fútbol se extiende a todo tipo de violencias además de la machista: “Hay estudios que muestran que se incrementan el número de peleas en las calles, agresiones... todos aquellos delitos que tienen que ver con el contacto personal en el que juegan un papel importante las emociones”.

Sobral afirma que existe un grupo de valores asociados al deporte de competición, y en especial al fútbol, “de carácter muy patriarcal y machista, asociados siempre a cosa de hombres, tipos duros, energía, fuerza, poderío”. A esto se añade una fuerte activación emocional por parte de los aficionados del equipo en cuestión, llamado en psicología arousal, un nivel de alerta psicofisiológica del organismo. “Cuando se produce una fuerte activación emocional cualquier respuesta o comportamiento que dependa del control de tus emociones va a cambiar, y el autocontrol se dificulta”, asegura. En caso de que el equipo gane, esas emociones se trasladan a euforia, alegría o celebración, pero cuando pierde, se canalizan a través de la tristeza, el enfado, la cólera o la incomprensión, lo que aumenta la posibilidad de que se produzcan conductas agresivas. Si a esto se le añade el consumo de alcohol en cantidades excesivas, que actúa como agente desinhibidor, “tenemos el cóctel perfecto para explicar este tipo de comportamientos”, remata el catedrático.

El fenómeno grupal también es un detonante para este tipo de actitudes, y puede funcionar como efecto amplificador: “Se produce un efecto de disolución de la responsabilidad dentro del grupo. Como estamos juntos, la culpa, las ideas, las acciones... se comparten, entonces eso te hace sentir más validado porque hay un reparto de culpa”, añade Sobral.

Fernando González Truque, sociólogo y presidente de la asociación y taller de servicios sociales Alar Galicia, que colabora en proyectos de sensibilización y prevención de temas como la violencia de género, el suicidio o las adicciones, añade que en la sociedad existe un “clima de machismo por todos los sitios, en el deporte, la música y otros entornos”, que al final acaba añadiendo leña al fuego.

La violencia en el deporte parece estar centrada principalmente en el fútbol, y no en otras disciplinas. Aunque no se puede dudar de que el simple hecho de que es el deporte más seguido con diferencia y, por lo tanto, siempre va a haber más episodios de violencia comparados con otros deportes, hay algo inherente a esta disciplina deportiva que concentra tales niveles de violencia.

Sobral y González Truque coinciden en que esta violencia en el fútbol tiene, en mayor o menor medida, sus inicios entre los aficionados ingleses y el fenómeno del hooliganismo: “Yo recuerdo cuando el fútbol inglés era motivo de preocupación en los países a los que iban a jugar. La sociedad inglesa siempre ha tenido una relación con la violencia distinta de las sociedades latinas o mediterráneas”. González Truque señala que el arraigo del consumo de alcohol en el país británico ayuda a esta reputación violenta.

La importancia de la educación

Está claro que los casos de violencia machista relacionados con el fútbol no son provocados por el deporte en sí, sino que existen problemas de violencia y control de la ira que, con el contexto antes mencionado, forman el cóctel perfecto para que se desaten las agresiones. Para evitar esto, es necesario hacer un cambio desde la base de la educación de los pequeños, tanto en ámbitos deportivos como en otros. González Truque afirma que existen unos valores enterrados en la sociedad que alimentan todo esto y que es necesario un cambio en la manera de educar para conseguir resultados: “Hay un machismo soterrado en la sociedad, en todos los ámbitos, que nos está preocupando mucho. En Alar Galicia llevamos desde el año 2001 trabajando, y desde hace un tiempo venimos detectando un incremento grave de casos de violencia de género entre jóvenes”. El sociólogo cree que el uso del alcohol, las nuevas tecnologías, el abuso de la pornografía –que, según él, hace que tengan una interpretación de dominio y cosificación dentro de la pareja–, de las redes sociales y hasta de la música han calado en la sociedad y fomentado esta “aura” de agresión hacia la mujer.

“Nosotros trabajamos con la Xunta de Galicia a través del programa Fénix, con el que hacemos prevención de conductas machistas entre los jóvenes, y tenemos gente internada en centros de menores con causas penales por violencia machista. Yo creo que, si en algún momento se consigue superar esta lacra social, va a ser a través del trabajo con los más jóvenes”, afirma el director de Alar Galicia, que asegura que es fundamental el papel de los padres. “Se está perdiendo la educación en valores, en la adquisición de destrezas, de motivación, de habilidades sociales y de respeto. Los menores crecen en un ámbito solitario, con sus progenitores fuera de casa, y el único motor de comunicación es a través de las redes sociales”, explica González Truque, en lo que define como factores destructivos de la socialización primaria.

Desde Alar abogan por dotar a las familias de los instrumentos necesarios para que los padres eduquen a sus hijos en valores y respeto, y que el resto de la sociedad acompañe a los menores para que tengan un buen futuro. “No podemos situarnos en un plan en el que el chaval crezca como una planta, solo, y que todo valga. Hay que prestar atención y controlar el acceso a los teléfonos móviles, que nos lleva a un error en la interpretación de las relaciones sociales”, afirma González Truque.

El abuso en los estadios

Una de las grandes fuentes de agresión y violencia son los estadios de fútbol, donde los insultos racistas, machistas o xenófobos hacia jugadores, entrenadores y árbitros están a la orden del día. Iago López Roel, psicólogo deportivo, cree que hay una grave falta de cultura educativa en las gradas de los estadios: “Es necesario potenciar la educación y los valores en las gradas. Se ven insultos de todo tipo, incluso en el deporte base, los chiquillos se educan con eso y empiezan a verlo como algo normal”.

“La liberación de testosterona que se produce en los campos de fútbol es brutal”, añade González Truque, “incluso entre padres que acuden a los entrenamientos de sus hijos, de niños pequeños, que van para insultar y menospreciar a los árbitros delante de sus hijos. Están transmitiendo una comunicación agresiva, una intolerancia hacia aquellas personas con las que no comparten decisiones”.

La solución, además de medidas a tomar contra los hinchas más violentos, pasa por la educación y el dar buenos ejemplos a los jóvenes desde el fútbol base: “Primero debes ser tú el ejemplo. Si eres un entrenador con un vocabulario agresivo, luego no puedes pedir que los niños no lo sean”, comenta López Roel. “Somos conscientes de que hay un problema, pero no se trabaja lo suficiente en ello. Se prioriza sólo el rendimiento. Si los padres y responsables refuerzan este tipo de conductas, el niño va a hacer aquello que se le refuerza”.

González Truque cree que es muy importante trabajar en la frustración con los niños: “Hay que romper un mito, y es que un niño que se frustra no es un problema, es lo normal. Detrás de la frustración no hay un fracaso, hay una forma de darse cuenta de que no todo vale, de que no pueden tener todo cuando y como quieren. Decirle que no a un niño no es malo, es sano”, remarca. Y es que, especialmente en las edades de desarrollo de los más pequeños, en las que absorben todo lo que hay a su alrededor, se vuelve más imperante que nunca proporcionar una educación en el respeto y el rechazo a la violencia, para prevenir que en un futuro las situaciones escalen a niveles mucho más graves.

“Después de la primera torta viene la segunda, y la tercera”

Si alguna persona se encuentra en una situación de violencia machista, es muy importante tomar los pasos necesarios para salir de ella. “Hay que denunciar siempre. Sin una denuncia los cuerpos y fuerzas de seguridad no pueden actuar”, comenta González Truque. En Alar Galicia cuentan con un cuerpo de psicólogas que atienden a víctimas de violencia de género, y existen organismos de la administración que protegen a las mujeres. A disposición de las víctimas se encuentra también el número de teléfono 016, que es gratuito, confidencial y no deja rastro en la factura.

“Si la propia mujer no se atreve es el entorno el que tiene que aunar esfuerzos para denunciar y apartar al agresor cuanto antes. Porque detrás de la primera torta viene la segunda, y la tercera, cada vez más fuerte. Y lamentablemente, en muchos casos, tenemos un final trágico de muerte”, advierte el sociólogo.