El 'Corredor del fuet' (3) | Viaje a la Catalunya que necesita y rechaza la inmigración

Olot, bienvenido a trabajar, pero no a alquilar: "Cuando notan que eres inmigrante te cuelgan el teléfono"

Trabajadores de las cárnicas explican su difícil acceso a una vivienda por los prejuicios de inmobiliarias y arrendadores

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El corredor del fuet | Olot, bienvenido a trabajar pero no a alquilar

El corredor del fuet | Olot, bienvenido a trabajar pero no a alquilar / EL PERIÓDICO

Elisenda Colell

Elisenda Colell

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A las dos de la tarde, una marabunta de trabajadores sale en orden inaudito de las principales empresas cárnicas de el polígono industrial que separa Olot y Sant Joan les Fonts, en La Garrotxa. Gambianos, nigerianos, marroquís, paquistanís, indios... Apenas se ven personas de piel blanca. Morr y Samba corretean por la acera. “Tenemos que ir al ayuntamiento a ver si nos van a empadronar, vivir aquí es muy difícil”, advierten. La Garrotxa, una de las joyas paisajísticas de Catalunya, no es para todos. “Si notan que eres inmigrante te cuelgan el teléfono, es imposible alquilar”, añaden estos trabajadores de la industria cárnica. Algunas de las empresas, como Noel, tratan de resolver el problema. En 10 años, Olot ha duplicado la tasa de población extranjera y, a la vez, ha rebajado el paro. Pero el discurso ha calado. “Basta ya, tenemos demasiados inmigrantes”, defiende Sergi Marc, un restaurador de la zona que acusa los extranjeros de haber hecho aumentar la delincuencia en la comarca.

Olot, a vista de dron.

Olot, a vista de dron. / EL PERIÓDICO

Son las dos de la tarde y la temperatura en el polígono de la Garrotxa supera los 30ºC. Sin embargo, Morr y Samba llevan jersey. “Allí dentro te mueres de frío”, explica Morr. Recién llegados a Olot, hace dos meses que trabajan en la fábrica de embutidos Noel a través de la ETT Grup Català. Antes lo habían hecho en los invernaderos de Murcia y Málaga. “Aquí pagan mejor”, responde Samba, que ha empezado su jornada a las cinco de la madrugada. “El problema es la gente. No sé por qué, pero no dan casa a los inmigrantes. Yo puedo pagar un alquiler, trabajo aquí… pero es imposible. Nos obligan a malvivir en habitaciones”, añade Morr. Se van pitando hacia el autobús, que se va llenando de trabajadores como ellos. “A ver si conseguimos empadronarnos, si no, lo tenemos mal”, se despide Morr.

Mural que da la bienvenida en Olot en varios idiomas.

Mural que da la bienvenida en Olot en varios idiomas. / zowy voeten

Enoch Mensah, gambiano que llegó a Euskadi de pequeño, espera a un amigo que ha venido a hacer una entrevista en la misma fábrica. Él ya trabajó tres meses allí y no quiere volver. “Decían que me ascenderían a oficial de segunda y no lo hicieron. La gente piensa que este trabajo es fácil. Pero no, es muy duro: tienes que ir rápido a cortar la carne, que está congelada, todo el rato de pie, apenas puedes descansar… solo pedía 1.700 euros al mes”, añade.

Sin viviendas para los empleados

Mensah explica que llegó a Olot porque sabía que había más trabajo que en el País Vasco. “Lo que no me esperaba es este racismo. Hay gente que no quiere inmigrantes y no te alquilan pisos. Creo que no confían en nosotros porque no nos conocen bien. Si llamas y escuchan tu voz... nunca tienen pisos para los que no somos de aquí. Pero cuando llama un catalán le dicen: '¿Cuándo lo quieres visitar?'”. Su particular lista de agravios es larga. “En la cárnica a veces te dicen : ‘Vete a tu país’. Te enfadas pero no puedes hacer nada. Eres inmigrante, no tienes nada que decir. Igual que la policía”. “Te hablan mal, no te respetan…”, se queja el gambiano.

Enoch Mensah, extrabajador de Noel, frente a una de las fábricas de esta empresa de embutidos de La Garrotxa.

Enoch Mensah, extrabajador de Noel, frente a una de las fábricas de esta empresa de embutidos de La Garrotxa. / zowy voeten

Noel, una de las cárnicas más importantes de la zona, es consciente del problema. “Es un tema que nos preocupa. En la comarca hay 54.000 habitantes. Hay gente que viene de Vic o Girona a trabajar, pero cada vez nos costará más encontrar quien quiera hacer este trayecto de 40 minutos. Necesitamos viviendas para nuestros empleados”, sostiene Jordi Port, director de sostenibilidad y comunicación. En 2021 se aliaron con la Inmobiliaria Cobus para avalar a sus empleados y encontrarles un sitio donde vivir. “Es nuestra forma de ayudar a generar confianza, que no se cuestione a estas personas”, añade Port. La immobiliaria ha declinado participar en este reportaje debido a "la sensibilidad del tema".

Anssa Mimouni Loukili, presidente de la junta de la mezquita de Vic, saluda a uno de los fieles antes de la oración vespertina.

Anssa Mimouni Loukili, presidente de la junta de la mezquita de Vic, saluda a uno de los fieles antes de la oración vespertina. / zowy voeten

Pero el problema no es solo de la Garrotxa. “Muchos inmigrantes ocupan pisos porque no les alquilan. Pueden pagarlo, pero la gente no les quiere”, afirma Anssa Momouni, presidente de la junta de la mezquita de Vic (Osona). “A mí me pasó. Me dijeron: ‘¿Te llamas Youssef? No hace falta que insistas’. Otras veces ocurre cuando ven el hiyab de las chicas. Es algo que tienes que asumir”, explica Youssef, un joven de 20 años nacido en Vic de padres magrebís. Momouni ya se ha acostumbrado a las llamadas de los servicios sociales del municipio. “Nos piden que ayudemos a la gente que no tiene donde vivir, pero cuesta mucho”.

Agravios de los empleados

La vivienda es uno de los agravios de los trabajadores de las cárnicas. Pero hay más. “A los negros no nos tratan como a los blancos: nos tocan los sitios más difíciles y, en lugar de hablarnos, nos gritan”, cuenta una empleada nigeriana en inglés a las puertas de un matadero de Vic a las cuatro de la madrugada. “Es lo que hay, no tenemos otra opción”, asegura otro empleado que, de forma anónima, explica que no tiene papeles y trabaja con los de otra persona. 

“Los españoles solo están en los despachos, merecemos cobrar más”, dicen otros. Todos asumen que las condiciones actuales son mejores que hace siete años, cuando reinaban los falsos autónomos. “Sabías cuando entrabas, pero no cuando salías, aquello era un infierno: hacías 12 , 14, 16 horas seguidas. Ahora sé que haré ocho horas y cuánto cobraré”, asegura Baby, otra empleada de Nigeria que trabaja en la sala de pulir. “Es duro, pero no hay otra opción”, resume.

Montserrat Castanyé, extrabajadora de la indústria cárnica y líder sindical del colectivo Càrnies en Lluita.

Montserrat Castanyé, extrabajadora de la indústria cárnica y líder sindical del colectivo Càrnies en Lluita. / zowy voeten

Montserrat Castanyer fue una de las empleadas del sector que promovió la protestas que lograron erradicar estas prácticas desde el colectivo Càrnies en Lluita. “Las condiciones eran de esclavismo, conseguimos que les hicieran contrato, que cada dos horas rotaran para evitar lesiones. Pero a menudo se abusa de esta gente porque no conocen sus derechos: no pueden ir al baño, tienen sueldos de mierda, les dicen de todo menos guapo… El tema de fondo es que hacen el trabajo que los de aquí no queremos y, aun así, parece que molestan”, insiste la sindicalista, que dejó el sector tras 30 años de experiencia.

Dolor de huesos

“Con el tiempo te acostumbras al trabajo duro, es lo que hay”, resume Balde, otro empleado de un matadero de Vic. “¿Sabes por qué no hay catalanes aquí? Porque los inmigrantes somos los únicos a los que no nos queda otra que aguantar”, insiste Samba. “Yo quiero cambiar de trabajo pero no encuentro nada. Aquí te rompes los huesos”, se queja Youssef antes de entrar en el matadero. Los sanitarios de Vic explican que ven muchos dolores musculares debido a los movimientos repetitivos de cortar y cargar carne. “Pero las mutuas no lo asumen, sin ellos la comarca entera se hunde”, explica Marta Serrarols, directora del CAP Vic Sud.

Empleados de Noel salen de la fábrica durante el cambio de turno.

Empleados de Noel salen de la fábrica durante el cambio de turno. / zowy voeten

Auge de la xenofobia

En las últimas elecciones catalanas, el partido xenófobo Aliança Catalana superó el umbral del 10% de los votos en 16 de los 21 municipios de la Garrotxa. En Montagut y Oix se elevó hasta el 25% y obtuvo el 18% de apoyos en Santa Pau. Los resultados han alarmado a la asesoría social Resilence Earth, ubicada en la comarca, que trabaja en proyectos de adaptación a la realidad social, climática y migratoria. “Es una llamada de atención que se junta con la precariedad en el mundo rural y la frustración del ‘procés’… Vemos un cambio en la percepción de la inmigración en la comarca”, apuntan desde de la cooperativa. Opinan que urge poner en marcha proyectos para comprender qué ocurre y dar una respuesta. “Necesitamos más iniciativas de participación”, proponen.

En Noel explican que, a pesar de todo, intentan remar a favor de sus empleados inmigrantes. Además del convenio inmobiliario, han ayudado a reabrir el club de críquet de Olot para que sus trabajadores sij puedan entrenar en unas nuevas instalaciones y así competir en la liga catalana. “Queremos que se sientan de aquí, que nuestros trabajadores estén bien”, insiste Port. Pero en la comarca hay quien no lo ve con buenos ojos.

Sergi Marc recoge una mesa de su bar, en las afueras de Olot.

Sergi Marc recoge una mesa de su bar, en las afueras de Olot. / zowy voeten

“Tenemos demasiados inmigrantes: viven del cuento y roban. No les queremos aquí”, se queja el restaurador Sergi Marc. Cuenta que por Facebook le llegan a diario los robos que cometen lo inmigrantes en el casco histórico de Olot. Tampoco le gustan los políticos. “Los traen aquí e incluso les pagan hoteles", acusa. En resumen, añora los tiempos pasados, especialmente su infancia. “La Garrotxa ha cambiado mucho: cuando yo era pequeño la gente hablaba catalán, todo era muy tranquilo, no había problemas. Y ahora esta inmigración causa inseguridad, no se puede salir con los niños por Olot”, añade este padre de dos niños: “Antes de que llegaran tantos inmigrantes estábamos mejor”.

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