Turismo

Los brotes de enfermedades aumentan el temor de los viajeros con TOC

La circulación de patologías como la mpox o el virus del Oropouche condiciona a las personas afectadas por este desorden a la hora de coger un avión

El psicólogo Leocadio Martín.

El psicólogo Leocadio Martín. / José Carlos Guerra

Y. Martín

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Los brotes de enfermedades como el virus del Oropouche o la mpox aumentan el temor de los pacientes aquejados de algún tipo de trastorno obsesivo compulsivo (TOC) a la hora de viajar. Así lo pone de manifiesto el psicólogo Leocadio Martín. "Estas personas siempre intentan tener todo bajo control, por lo que estas circunstancias son terribles para ellas. Ahora bien, en realidad, cualquier paciente que sufra alguna patología mental activa puede verse afectado por el pánico", explica el experto. 

No obstante, a juicio del especialista, la pandemia de SARS-CoV-2 ha contribuido a agudizar el miedo de la población en general cada vez que se conocen noticias vinculadas a la circulación de enfermedades. "La pandemia nos cambió la vida porque vivimos unos años muy duros. Ahora mismo, lo más aconsejable es seguir las recomendaciones de las autoridades sanitarias, recurrir siempre a fuentes fiables para conocer los modos de transmisión de los virus y huir de la sobreinformación", anota. 

Y es que estas situaciones suelen tener un gran impacto en la percepción de riesgo de los viajeros, sobre todo si los protagonistas son patógenos que tienen una alta capacidad de propagación. "La mayoría de las personas viajamos, como mucho, dos veces al año, por lo que tratamos de ir a destinos diferentes. Es normal que estos escenarios asusten cuando acontecen esta clase de circunstancias, pero en ningún caso se debe cancelar un viaje al extranjero salvo que el Ministerio de Asuntos Exteriores recomiende lo contrario", apostilla el psicólogo.

Pero, ¿qué estrategias pueden emplear las personas para manejar la ansiedad o el temor relacionado con la posibilidad de un contagio durante un viaje? Según Leocadio Martín, lo fundamental es no dejarse condicionar, utilizar las medidas de protección que indiquen los epidemiólogos y adoptar las precauciones necesarias. "Si viajamos a países en los que existe riesgo de contraer enfermedades a través de la ingesta de agua, por ejemplo, debemos asegurarnos de que esté siempre embotellada. Además, ya tenemos experiencia con el uso de mascarillas y con el mantenimiento de la distancia de seguridad para evitar contraer enfermedades que se contagian de persona a persona", apunta. 

Más allá de todo esto, es frecuente que durante el período estival muchas personas experimenten el síndrome del estrés vacacional. Se trata de un desorden que a menudo está asociado con las altas expectativas que se crean en torno a las vacaciones. "Muchas veces queremos que todo salga a pedir de boca y nos pasamos mucho tiempo organizando los viajes, las visitas que queremos realizar y todas las actividades que nos gustaría hacer. Todo esto puede provocar la manifestación de un cuadro de estrés que se acentúa si las cosas no salen como esperamos", detalla el profesional.

Otras veces, el estrés está vinculado a la imposibilidad de desconectar de las obligaciones laborales. Un conflicto que, en palabras de Leocadio Martín, "ha ido en aumento con el paso de los años". Tanto es así, que ya es habitual incluir los móviles de empresa en el equipaje. "Esto es algo muy común entre las personas autónomas que regentan pequeños negocios y entre aquellas que priorizan el trabajo ante cualquier cosa. A estos sujetos les gusta estar operativos por si surge una emergencia. Si esto sucede, lo mejor es saber desconectar cuando ya se ha solucionado el problema y dedicar nuestro tiempo a las personas que están con nosotros en ese momento", asevera la misma fuente. 

Síndrome posvacacional

Otro de los conflictos que irrumpe en esta época del año es el denominado síndrome posvacacional, que se puede definir como un estado que aparece a la hora de regresar al trabajo y retomar las obligaciones propias del día a día. "Cuando volvemos al entorno laboral, lo normal es que nos acostumbremos a la rutina al cabo de una semana, siempre y cuando dependa de nosotros. En el caso de las personas que trabajan en entornos tóxicos, en cambio, la situación cambia, y deben contar con herramientas para manejar el conflicto". 

La vuelta a la rutina también provoca efectos en los niños, pues, después de un largo período de descanso. se ven obligados a retomar los patrones de sueño, recuperar los horarios de las comidas y a hacer frente a un nuevo curso escolar. "Es muy normal que les cueste adaptarse, pero suelen acostumbrarse antes que los adultos. Cuando único deben preocuparse los progenitores es cuando los menores manifiestan miedo o algún tipo de rechazo hacia la escuela, ya que podrían ser víctimas del acoso escolar", apostilla Leocadio Martín. 

De hecho, suele ser a principios del nuevo curso cuando se detectan episodios de bullying que no habían sido apreciados en el curso anterior. "Esto ocurre por dos causas: porque el niño no lo cuenta, o bien, porque el acoso comenzó poco antes de las vacaciones de verano", aclara el psicólogo.

Entre las señales de alarma más frecuentes que manifiestan los afectados, el profesional destaca, además del temor, la aparición de problemas estomacales, nerviosismo e insomnio. "Es muy importante prestar atención a los cambios de conducta y, por supuesto, solicitar la ayuda de los psicólogos infantiles cuando sea necesario", concluye el especialista.

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