Sistema penitenciario tailandés

Violencia, suciedad y calor asfixiante: las cárceles de "alta peligrosidad" que aguardan a Daniel Sancho

Daniel Sancho condenado a cadena perpetua en Tailandia, en directo: reacciones y última hora de la sentencia

MULTIMEDIA | Los próximos capítulos del caso tras la condena a Daniel Sancho

La cárcel tailandesa conocida irónicamente como Hilton.

La cárcel tailandesa conocida irónicamente como Hilton. / Reuters

Adrián Foncillas

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Daniel Sancho se despedirá pesaroso de la que ha sido su casa durante un año. Esta mañana pedía al magistrado que le acababa de condenar a cadena perpetua por asesinato premeditado que no le moviera de la cárcel de Samui, un recinto con esculturas de delfines rosas en su jardín, que al visitante mal informado le podría confundir con una guardería. Ahí ha disfrutado de las celdas espaciosas del módulo hospitalario mientras practicaba yoga y muay thai. Su petición fue denegada. De ese presidio amable y esponjado, un spa en el panorama carcelario nacional, partirá en breve porque solo acepta a reos con condenas de 15 años o inferiores.

Su director, un tipo afable que soportaba con paciencia confuciana las entrevistas de la prensa española meses atrás, no ha recibido aún la orden de traslado de las autoridades judiciales, pero la espera. El trámite suele ser ágil: apenas unos días tras la sentencia bastaron para encontrarle un nuevo acomodo a Artur Segarra, precursor español de Sancho en el asesinato y descuartizamiento en el País de las Sonrisas. A Sancho se le abre un abanico de posibilidades sin más certeza que echará de menos su celda y rutinas.

Su destino más probable es la vecina cárcel provincial de Surat Thani mientras se resuelvan sus recursos frente al Tribunal de Apelaciones primero y el Supremo después. Está calificada de “alta peligrosidad”, decuplica los 500 internos de Samui, aloja a condenados a cadena perpetua o pena de muerte por delitos muy graves, restringe las visitas a familiares consanguíneos, no son raras las peleas violentas y muchos internos duermen en el suelo. La penitenciaría, sin embargo, ha pulido su reputación desde su reforma y reapertura el pasado año con el fin de absorber más reclusos. Otra opción factible es la prisión de Nakhon Si Thammarat, al sur de Surat Thani, de similares condiciones a la anterior.

Cárceles de Bangkok

Los pronósticos sobre el traslado de presos, como tantos otros asuntos en Tailandia, son complicados por el amplio margen a la discrecionalidad, cuando no a la arbitrariedad. El envío de Sancho a las temibles cárceles capitalinas se daba por descontado en los meses previos si recibía una condena larga. El fiscal del caso, sin embargo, no las mencionó la semana pasada cuando especulaba sobre el futuro presidiario de Sancho. Sería un desahogo.

La de Bang Kwang tiene una merecida reputación atroz. La llaman el “Gran Tigre”, por la ferocidad con la que devora a sus reclusos, o el Hilton de Bangkok, con una ironía muy asiática: también la cárcel más inhóspita de Hanoi recibió durante décadas el apellido de la célebre cadena hotelera. Presos hacinados, comida tan escasa como repulsiva, escasa higiene, muchas enfermedades contagiosas y ninguna defensa contra el calor húmedo del trópico. Diez años atrás aún se engrilletaba a los presos. Ahí se juntan los tailandeses con los crímenes más terribles y la mayoría de los extranjeros, lo que parecía asegurarle la entrada a Sancho si era condenado.

Denuncias humanitarias

En Bang Kwang sigue Segarra casi una década después, paseando por sus módulos con un pincho. Pero el perfil de Sancho, un tipo de clase alta con apego a las fiestas ibicencas, dista del lado oscuro que frecuentaba Segarra, con varias cuentas judiciales abiertas en España y descrito por conocidos como un quinqui. En Bang Kwang confluyen intereses opuestos: el de Sancho, por evitarla, y el del Gobierno, que desea juntar a todos los extranjeros en un recinto para facilitar las visitas diplomáticas.

La árida realidad penitenciaria tailandesa, tan alejada de la placidez de sus playas de arena nívea, ha sido denunciada durante décadas por las organizaciones de derechos humanos. Su población reclusa es la mayor del sudeste asiático y crece desbocada sin que el Gobierno trabaje en su bienestar. La mayoría de presidios alojan al doble de los internos para las que fueron levantadas y no disponen de los servicios médicos elementales. No hay mayor amenaza, sin embargo, que esos veranos tropicales de humedad asesina sin un mal ventilador en celdas atiborradas. Es comprensible que la prioridad de los letrados y familiares de Sancho sea llevárselo a una cárcel española.

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