LUNA DE AGOSTO

Bajo la playa, los adoquines

El fin de las vacaciones afecta negativamente a 6 de cada 10 trabajadores. En Benidorm, un turista francés llegó a atrincherarse con su familia en su casa y amenazó con quitarse la vida. "No quiero volver", gritaba a la policía

Una playa de Benidorm.

Una playa de Benidorm. / EP

Jorge Fauró

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El 29 de agosto de 1997, un diario de este grupo publicó una de esas noticias con las que todo periodista de provincias fantasea a lo largo del secarral informativo en que tradicionalmente languidece el octavo mes del año, tan propicio para acodarse en las balconadas y contar rodamundos. El día anterior, un turista de nacionalidad francesa se atrincheró con su mujer y sus hijos en el interior de una vivienda vacacional de Benidorm. Había salido de copas hasta la madrugada —algo rumiaba­— y a la mañana siguiente, marinado en aceite de coco, se llevó a la familia a la playa en lo que debían ser sus últimas horas de holganza antes de regresar a Francia y volver al trabajo, una imprenta tradicional que aprovechó el parón de agosto para enterrar el entorno analógico y adentrarse en el incierto escenario de tránsito a lo digital de finales del siglo pasado. Echó el cerrojo y dijo a los suyos: "Je ne veux pas y retourner".

Entrada la noche, desde los condominios del cuarto de aseo, el ruido del golpe seco de un cuerpo contra el suelo sobresaltó a la mujer. Su marido, de 36 años, se precipitó al piso tras intentar ahorcarse con el cinturón, que descolgó por encima de la mampara del baño, que lo escoltó en caída libre incapaz de aguantar el peso. Sorprendido por la esposa, se puso en pie y comenzó a gritar. Asustada, la mujer tuvo tiempo de coger a uno de los dos niños, salir de la casa y alertar a los vecinos, que llamaron a la policía. Resultó que el hombre no quería regresar a la rutina, agravada por un cambio tecnológico en su empresa frente al que dudaba poder adaptarse. Acababa de activarse en aquel turista de 36 años el síndrome posvacacional en grado extremo. Le jour de gloire était arrivé. Más tarde les contaré el final de esta historia.

Seis de cada diez españoles sufrirán estrés al volver a su puesto de trabajo en septiembre. Hasta un 38% se incardina en lo que se conoce como depresión posvacacional, según la empresa de expertos en software de recursos humanos Bizneo HR. La compañía recoge en un estudio que ocho de cada diez españoles son infelices con su empleo, lo cual enlaza con otro informe de Mapfre Salud que asegura que "en gran parte de nuestro entorno, el trabajo se tiene por una actividad negativa, obligada y sacrificada; en las sociedades en que se considera el trabajo como algo creativo, con sentido por sí mismo y digno para el ser humano, el estrés posvacacional prácticamente no existe".

Asustada porque el segundo de sus hijos permanecía en la vivienda, la mujer regresó. Cuando el hombre volvió a blindar el apartamento, la policía ya estaba desplegada por los alrededores del edificio. Durante más de dos horas, el negociador de la Comisaría trató de convencerle para salir del apartamento y no lamentar males mayores. "¡No quiero volver!", insistía el otro. Su amenaza de saltar por la ventana inquietó al agente. Al poco llegaron los GEO, pese a lo cual, nuestro hombre no acabó de creerse que el policía a cargo de la negociación fuera realmente un inspector del Cuerpo.

Sostiene Mapfre que la presión de la vuelta al trabajo llega a ocasionar cuadros de estrés agudo "con todas las manifestaciones emocionales (…) que lo caracterizan: malestar, ansiedad, depresión, disminución del rendimiento, palpitaciones, sudoración, aumento de las frecuencias respiratoria y cardíaca, temblores, cambios de humor, etcétera".

Durante lo que debió haber sido una semana de sangría, paella y sesiones intensivas de playa, el turista francés rumió lo que le esperaba de vuelta a su país: rutina, sueldo discreto, un entorno laboral que abandonó artesano y reencontraría poblado de disquetes de 1,44 megas y el reciente Apple con sistema Mac Os 8 que acababa de presentar Steve Jobs, al que se enfrentaría con el pavor del primer hombre que descubrió el fuego. En su cabeza, una de las proclamas más populares de Mayo del 68, ‘bajo los adoquines, la playa’, sonaba justo al revés. Después de las vacaciones solo podía haber pavimento y asfalto. Con su vergüenza al hombro partió huraño / a la ceniza del hogar sombrío / donde pasar a solas con el frío / y exceso de fatigas todo el año (De un sueño malo, Juan Perro, 1997).

Exigió al policía que le mostrara la placa desde la ventana de un piso vecino, cosa que el agente hizo mientras indicaba con señas a la mujer que le lanzara las llaves, cogiera a sus hijos, quitara el cerrojo de la puerta y se pusiera a salvo. A los pocos minutos, la vivienda se llenó de policías.

¿Cuánto dura una depresión posvacacional? Lo habitual va de dos a tres días. Quince en casos extremos. Los efectos se reducen incorporándose al trabajo de un modo gradual, con horarios regulares, sin llevar tarea a casa, en actitud realista y proactiva y afrontando los problemas laborales del modo más simple y sencillo. Una ambulancia trasladó a T.D.B, al que así identificó luego el parte policial, a la Unidad de Psiquiatría de un hospital cercano. Sin antecedentes previos de salud mental, los médicos solo pudieron diagnosticar un trastorno depresivo causado por el final de las vacaciones y la vuelta al trabajo.

Plano cenital de Benidorm y plano secuencia sobrevolando un mapa de satélite hasta descender sobre una pequeña ciudad francesa. La luna de agosto se despide del amanecer. En el interior de una imprenta, un hombre triste y taciturno de 36 años trata de encender un ordenador. Las vacaciones ya han acabado. Fundido a negro. Fin.