Investigación del CSIC
Un estudio en zonas áridas alerta de la pérdida de fertilidad del suelo por la reducción del carbono orgánico
La reserva de carbono en estos hábitats es clave para mantener la biodiversidad y su reducción podría implicar un aumento de las emisiones de CO2
El Periódico
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Un estudio liderado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) muestra que la pérdida de carbono orgánico en suelos de ecosistemas áridos, como consecuencia del aumento de las temperaturas y la reducción de precipitaciones, es más rápida de lo que se esperaba. La reserva de carbono en este tipo de hábitats no solo es clave para mantener la biodiversidad y fertilidad del suelo, sino que su reducción podría aumentar las emisiones de CO2, concluye la investigación, llevada a cabo por científicos del Instituto de Ciencias Agrarias (ICA) y publicado en la revista 'Nature Climate Change', informa Europa Press.
El carbono orgánico procede del carbono atmosférico fijado por las plantas a través de la fotosíntesis, incorporándose al suelo con restos de plantas. Es un elemento clave para la fertilidad y la productividad del suelo. Los investigadores de seis centros del CSIC, entre los que se encuentran el Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla (Irnas), la Estación Experimental de Zonas Áridas (EEZA), el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN), la Misión Biológica de Galicia (MBG) y el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE), han formado parte del equipo que ha estudiado las zonas áridas del planeta, excepto la Antártida.
Los investigadores han concluido que estos ecosistemas ocupan "casi la mitad de la superficie terrestre" y sus suelos constituyen una reserva "enorme" de carbono orgánico que proporciona "servicios ecosistémicos esenciales", como el suministro de alimentos y la regulación del agua y el clima.
Según el investigador del CSIC y coautor del estudio Manuel Delgado-Baquerizo, el trabajo demuestra que la subida de las temperaturas y la merma de las lluvias "reducirán la cantidad de carbono orgánico del suelo", que es "esencial para mantener la biodiversidad y la fertilidad del suelo".
Ni los minerales protegen
Además, la mayor parte del carbono de zonas áridas se encuentra ligado a los minerales del suelo, por lo que los expertos esperaban que estos minerales actuaran como "escudo protector del carbono del suelo". No obstante, este estudio ha señalado que "ni los minerales pueden proteger el carbono de las zonas áridas".
Para el profesor de la Universidad Autónoma de Madrid y coautor del estudio Eduardo Moreno-Jiménez el carbono orgánico asociado a minerales constituye "una fracción muy importante del carbono global del suelo" y es, presumiblemente, "menos sensible al clima que otras fracciones" debido a la protección de los minerales.
También ha añadido que hasta la fecha no se había evaluado la respuesta del carbono orgánico asociado a minerales al cambio climático en las zonas áridas "a pesar de su importancia para el almacenamiento de carbono a largo plazo".
En cuanto al estudio realizado, se han analizado las fracciones de carbono orgánico de muestras de suelos de ecosistemas áridos tomadas de manera "estandarizada" y procedentes "de todos los continentes, excepto la Antártida", ha señalado el profesor de la Universidad de Ciencia y Tecnología Rey Abdalá de Arabia Saudí Fernando Maestre, que ha diseñado y coordinado el muestreo global.
Por lo tanto, el análisis de los datos indicó que la biogeoquímica explica "la mayor parte de las variaciones de carbono orgánico del suelo de las zonas áridas" (el protegido y el no protegido) por los minerales, así como que ambas fracciones "disminuyen por igual con los aumentos en la temperatura y las reducciones en las precipitaciones".
El investigador y director del Instituto de Ciencias Agrarias del CSIC y coautor del estudio, César Plaza, concluye que los resultados señalan que el potencial de la protección mineral para mantener el carbono almacenado en los suelos de las zonas áridas frente al calentamiento global "puede ser bastante limitado", lo que podría suponer "más emisiones de CO2 a la atmósfera de las previstas y la pérdida de servicios ecosistémicos esenciales".
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