Salud

Boca abajo durante semanas: la angustiosa experiencia del desprendimiento de retina

Dos pacientes que han sufrido hace poco esta dolencia, de la que convalece Feijóo, relatan su agobio y su incómoda recuperación

Un paciente de desprendimiento de córnea, trabajando.

Un paciente de desprendimiento de córnea, trabajando. / FDV

Rafa López

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Miedo, angustia y temor a una recaída o a perder total o parcialmente la visión de un ojo son algunos de los sentimientos que padecen quienes sufren un desprendimiento de retina, una enfermedad ocular grave que requiere una intervención quirúrgica urgente y, en los casos severos, puede requerir que el paciente repose boca abajo durante semanas.

Esta emergencia de salud, de la que se dan 10 casos por cada 100.000 habitantes al año, se ha puesto de actualidad al haber afectado al líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo. Ayer mismo recibió el alta después de pasar la revisión con el oftalmólogo tras la operación a la que se sometió el pasado 31 de julio. Su última imagen pública es del 29 de julio, y su incomparecencia ha sido criticada con dureza en las redes sociales. Sin embargo, que el político gallego pueda afrontar en persona lo que él mismo ha definido como “urgencia nacional” –por el pacto sobre la financiación de Cataluña– pasa por que pueda superar primero su propia urgencia oftalmológica.

Lo que cuentan pacientes de desprendimiento de retina coincide muy poco con la “leve intervención médica” y el estado “plenamente operativo” de Feijóo del que hablaba el comunicado que emitió el PP el mismo 31 de julio, aunque la nota ya avisaba que el líder popular pasaría el mes de agosto combinando “descanso con agenda pública”.

“La operación es compleja y larga, pero lo complicado es el posoperatorio”, explica a Javier M., vigués que tuvo un desprendimiento de retina en junio del pasado año. Tras un tiempo con visión borrosa, acudió al médico de cabecera, que no le detectó nada anormal. Pero el problema persistía. “Empecé a pensar en algo neurológico, veía deformidades. Me asusté mucho”, cuenta. Cuando en urgencias dieron con el problema, desprendimiento de retina en el ojo izquierdo, sintió alivio: se descartó la enfermedad neurológica, pero tampoco eran buenas noticias. “La médico me dijo que me hiciese a la idea de que iba a estar boca abajo permanentemente durante dos meses, y que preparase mi casa para que pudiera estar en esa posición”, recuerda.

A Javier, con 42 años en aquel momento, le dijeron que le iban a hacer una vitrectomía, y que eso conllevaba cierto riesgo de cataratas, pero finalmente le practicaron un cerclaje, una técnica más adecuada para su edad y con menor probabilidad de cataratas. “Te abren parte del ojo y te introducen una especie de anillo que provoca una cierta presión”, detalla. Ahora tenía que estar boca arriba, por lo que devolvió la silla especial que había adquirido para poder estar boca abajo.

Pero pasaron varias semanas y no mejoraba, por lo que tuvieron que operarle de nuevo, esta vez por vitrectomía. “Fue un gran desgaste emocional pasar otra vez por el proceso. Tuve que volver a comprar la silla para estar boca abajo. Tras la intervención pasé una segunda noche con mucho dolor”, cuenta, e insiste que lo peor fue el proceso de recuperación. “Cuando pasas una hora boca abajo ya no sabes cómo ponerte, hasta te duele la frente. Me ponía cojines, pero estaba superincómodo”. Por su estatura, 1.80 m, no se adaptó a la silla ortopédica y se montó su propio tinglado con lo que tenía en casa. Para dormir metía la cabeza entre la mesilla y la cama y ponía una pequeña almohada cervical, de las que se usan en los aviones, en la frente.

Un duermevela

“No duermes bien. Estás en un estado de vigilia, en un duermevela, por si acaso te mueves y te pones boca arriba. Te levantas con dolor de cuello o de cabeza. No te relajas ni estás cómodo. El tiempo pasa muy lento y tienes que tener mucha paciencia”, asegura.

Estuvo un mes boca abajo. Un tío suyo había pasado por lo mismo y se le complicó, así que Javier quiso ser muy estricto con su recuperación. Iba al baño con la cabeza baja y bebía con pajita. El gas que le habían introducido se iba disipando. “Es como un nivel de obra, notas una gota moverse dentro del ojo, es una situación muy extraña”, apunta. Al cabo de un mes, el círculo negro se reducía. A la semana y media de la segunda operación se incorporó al trabajo.

Pero llegó otro mazazo: a los 6 meses le diagnosticaron cataratas en el ojo con desprendimiento de retina. Le operaron en enero de este año. Esta vez fueron solo 10 minutos de cirugía. “En el ojo izquierdo tengo solo un 70% y no se puede corregir con gafas, es una distorsión, pero con la suma de los dos ojos puedo llevar una vida totalmente normal”, resalta.

La miopía extrema (a partir de 8 dioptrías) es un factor de riesgo del desprendimiento de retina (ocurre en el 50% de los casos), y Javier no la tenía. Tampoco Roi R., natural de Vilagarcía de Arousa, que se acaba de reincorporar al trabajo tras haber sufrido el segundo desprendimiento de retina: lo ha padecido en ambos ojos. “Hay algún antecedente, aunque no es frecuente”, comenta. “Me preguntaron si me había dado algún golpe, pero no hay ninguna razón concreta para que pasase en los dos, aunque sé que tengo los ojos delicados”, señala.

Moscas, rayos y un telón

El calvario de Roi, de 46 años, empezó en noviembre del pasado año. “Antes del desprendimiento tienes avisos: empiezas a ver muchas moscas, puntitos negros en la vista, una especie de rayos y un telón negro que va subiendo y te tapa la visión”. Tuvo un “superdesgarro” de 180 grados en la retina, primero en un ojo y después en el otro. La primera operación, en la que le retiraron una catarata, fue de casi 5 horas. La segunda, 3 horas. Siempre con anestesia local y algo de sedación. Coincide con Javier en que es una experiencia “bastante angustiosa”, y que lo peor es la recuperación. “Dolor no tuve, pero es latoso. Estuve en cama como un dependiente casi total. Tienes que echarte gotas continuamente, y al incorporarte te mareas. Mi madre me echó una mano esos días”.

Roi confió en los profesionales del Hospital Provincial de Pontevedra y se muestra contento con el resultado. Ha recuperado la visión. Hasta se puede decir que la ha mejorado, al tener implantada una lente monofocal. “Ahora no uso ni gafas ni lentillas, solamente unas gafitas para ver de cerca, para leer y ver el móvil –asegura–. De media y larga distancia veo bien, aunque tengo la recomendación de no coger peso, evitar el ejercicio intenso, no bajar la cabeza bruscamente y no volar en avión”, detalla.

El 95 por ciento de los pacientes recuperan la visión con un diagnóstico precoz y una cirugía a tiempo, pero la convalecencia exige toneladas de paciencia, disciplina y autocontrol. Uno de los sentidos más importantes está en juego, y seguir las pautas de los oftalmólogos resulta fundamental. Como dice Javier, “no te das cuenta de lo clave que es la visión en la vida hasta que te pasa esto”.

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